sábado, 4 de julio de 2009

Una oportunidad más

Por Maximiliano Montenegro (Crítica de la Argentina)


El poder se le escurre entre los dedos. Ni en sus peores pesadillas imaginó un escenario político que todavía le cuesta asumir. Das Neves, declarando sin reparos que el kirchnerismo está muerto. Reutemann, advirtiéndole que es muy raro que el PJ sea conducido por un perdedor como Scioli, designado al frente del partido por otro perdedor. Los intendentes del conurbano, más preocupados por discar el teléfono de De Narváez que por responder los llamados de Olivos. Los gobernadores, en estado deliberativo. Apenas un año y ocho meses después de la asunción de Cristina, dilapidó casi todo el capital político que había construido con audacia desde 2003, cuando apareció en la escena nacional y nadie acertaba al pronunciar su apellido.

Sin embargo, la economía ofrece a Néstor Kirchner una oportunidad más. No hay riesgo a la vista de una crisis financiera, con corrida de depósitos o pérdida abrupta de reservas. A diferencia de otras épocas, la debilidad política no es provocada por una “bomba macroeconómica” que nadie sabe cómo desactivar. La crisis es política.

El superávit comercial –suficiente para financiar la fuga de capitales– y el superávit fiscal –aunque en declinación– se mantienen. Las reservas del Banco Central se encuentran en sus máximos históricos, con las ventajas de un tipo de cambio. Y el resultado de la elección generó un alivio en las expectativas: los pequeños ahorristas compraron esta semana la mitad de dólares que en los días previos a la elección, los exportadores liquidaron divisas y los inversores financieros vuelven a apostar a los títulos públicos, confiados de que el Gobierno pagará los vencimientos de deuda en los próximos meses. Sean cuales sean las causas (candidatos “moderados” para 2011 que defienden los pilares de la política macro, límites a la gestión de personajes como Moreno en el INDEC, etc.), ese “equilibrio” financiero brinda al Gobierno la chance de retomar una agenda propia.

Con el paso del tiempo esa oportunidad, como tantas otras que se le presentaron a Néstor Kirchner –por ejemplo, durante el conflicto con el campo– podría esfumarse. Nadie olvida que esta economía convive con el aumento del desempleo, la recesión y la persistencia de la inflación. A lo que se sumaría el impacto –todavía incierto– sobre el nivel de actividad de la gripe A, por el derrumbe del turismo, del consumo y el ausentismo laboral. En caso de que el Gobierno pretendiera hacer la plancha y postergara decisiones, el malhumor social que generan esos problemas de fondo de la economía podría amplificar la crisis política.

Habla un economista kirchnerista, que no pide arriar banderas sino un cambio drástico de estilos. “Si no retomamos una agenda concreta, que busque recobrar la confianza, al poder del Gobierno lo va a seguir licuando no sólo oposición sino el descontento que genera la inflación y el desempleo. Además, esa agenda te la va a fijar el propio Congreso, mucho antes del 10 de diciembre. O nos movemos rápido con los cambios, o sólo queda esperar más desgaste político y una larga agonía”, reflexiona.

Agenda. Los principales puntos de esa agenda son compartidos por algunos de los nombres que suenan por estas horas para ocupar el Ministerio de Economía, en reemplazo del silente Carlos Fernández. Son los siguientes:

• Reforma del INDEC, sin Guillermo Moreno.

• Reestablecer el diálogo con los dirigentes rurales, sobre un plan que incluya mejoras para los sectores lácteo y ganadero, bajas en las retenciones de maíz y trigo, y segmentación de retenciones a la soja.

• Explicitar los lineamientos de la política económica en los próximos dos años: en base a qué parámetros se van invertir los fondos de la ANSES; cuál será la política frente a estatización de empresas; qué se hará con el comercio exterior de granos; con los vencimientos de deuda; cuál será la estrategia ante los organismos internacionales, etc. Con esa agenda, hay quienes en el kirchnerismo todavía se ilusionan con la posibilidad de apurar la salida de la recesión y reconstruir capital político. Dicen que gracias a la mejora en el escenario internacional (apreciación del real, mejora en la cotización de la soja), se podría lograr un shock de ventas de dólares de los exportadores y disparar un círculo virtuoso que recompusiera la recaudación impositiva, indujera un regreso al peso y ampliara los márgenes de la política fiscal. Tal vez demasiado optimismo.

¿Aceptará Néstor Kirchner esos cambios? ¿Alguno de los candidatos a ministro de Economía se atreverá a planteárselos? Uno de esos candidatos dice a este diario: “El que sueñe con que Kirchner va a impulsar la reforma del INDEC no lo conoce. Eso no es kirchnerismo”.

Candidatos. Julio De Vido es por estas horas el ministro del gabinete nacional que intenta dotar de racionalidad económica a las decisiones de Néstor Kirchner. Después de ofrecer su propia dimisión, fue quien le dijo el martes a Moreno que su ciclo estaba agotado y le transmitió que debía renunciar por pedido de la Presidenta. El secretario de Comercio, sin embargo, imploró ante Kirchner que no se lo asocie con la salida de Ricardo Jaime, sobre quien pesan varias causas penales por denuncias de corrupción, y el ex presidente resolvió que permaneciera en el cargo un tiempo más.

De Vido considera también que es imprescindible nombrar cuanto antes un nuevo ministro de Economía, que se presente como interlocutor del campo y la industria, donde avanza la rebelión anti-K.

Mercedes Marcó del Pont, presidenta del Banco Nación, Amado Boudou, titular de la ANSES, y Débora Giorgi, ministra de Producción, están en carrera.

Marcó del Pont dice a sus colaboradores que no aceptaría sin que se cumplieran algunas de las condiciones mencionadas más arriba: el raje a Moreno y transparencia en el INDEC, para empezar. Boudou, el ideólogo de la estatización de las AFJP, cree que es tiempo de políticas de Estado basadas en reglas antes que en personas. También piensa que es el momento de políticas “más amigables” con las empresas, con el objetivo de volver al mercado de crédito internacional. Echar mano de la ANSES y de las reservas del Banco Central para cumplir con los vencimientos de deuda y a la vez solventar una política fiscal expansiva no es algo que se sostenga en el tiempo. Nadie escuchó, por ahora, que Giorgi haya mencionado alguna condición en caso de que le propusieran el cargo.

Matemática. La revisión de los números de la elección muestra una realidad muy distinta a la que describió Cristina, antes de decir que en El Calafate habían triunfado con el 60 por ciento. Un poco de matemática electoral.

A nivel nacional, el capital político del Frente para la Victoria se achicó del 45,2% en la elección presidencial a 29,6% el domingo último.

En la elección de 2007, el FpV había perdido en las grandes ciudades, pero había triunfado en las ciudades del interior y había sacado ventajas siderales en el conurbano y en las provincias chicas del norte y sur del país.

Un año y ocho meses después, la sangría de votos del oficialismo se produjo a borbotones a lo largo y ancho del país.

Se descontaba que el Gobierno perdería votos en las zonas agrícolas y que volvería a ser castigado en las grandes ciudades. Y así fue: alcanzó sólo al 24% en las ciudades del interior de Buenos Aires (contra 40% en 2007) y apenas 10% en las grandes urbes (contra 24% en 2007).

Sin embargo, la sorpresa, afirman en M&S Consultores, fue la fuga de votos en las regiones donde el oficialismo pisa más fuerte.

En el conurbano perdió 10 puntos: 46% en 2007 contra 36% en esta elección. Pero con una baja pareja incluso en las zonas en las que se supone funciona “el aparato” justicialista: en el segundo cordón la caída fue de 44,5% al 34%, mientras que en el tercer cordón la reducción fue del 50,7 al 42 por ciento.

En las provincias chicas del norte y del sur, donde el kirchnerismo arrasó en 2007, los gobernadores oficialistas buscaron despegarse y casi no hicieron campaña con los afiches de Néstor y Cristina. Pero aún así resignaron 23 puntos: 63% contra 40%. La derrota en Santa Cruz fue la espuma de una ola anti-K.

“Hace un mes, Néstor era un maestro de la política, pero en los días previos a la elección nos dimos cuenta de que era Jim Jones, nos llevaba al suicidio colectivo”, dice un intendente del Gran Buenos Aires. Como se recordará, Jim Jones fue el norteamericano alucinado que llevó al suicidio a 900 feligreses de su secta en la jungla de Guyana. Los intendentes K de 17 partidos del GBA sacaron 134.319 votos más que la boleta de Kirchner.

En toda la provincia, Kirchner perdió por 179.176 votos.