sábado, 17 de julio de 2010

“Marañas de intereses garantizan la impunidad”



Por Martín Granovsky (Página 12, Buenos Aires)

En Pasteur al 600, hubo familiares de los muertos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y de los asesinados en Atocha el 11 de marzo de 2004.
Fue el día más frío del año. ¿Será cierto que las camisetas, puestas por encima de la ropa, abrigan? Eso dijo después del acto Sergio Burstein, de Familiares de las Víctimas en la AMIA. Había una camiseta por cada víctima del atentado. Su amiga Marina Degtiar, que habló en nombre de Familiares, tenía puesta una con el número 25. “Los que protegieron, desviaron, pagaron en forma irregular y destruyeron pruebas, para nosotros son parte de la conexión local”, dijo Marina. Sergio Borger, presidente de la AMIA, dijo que “el buen desempeño internacional del Gobierno debe ser acompañado por la Justicia local”. Y el juez Baltasar Garzón, invitado de honor, dijo que ese día, el 18 de julio de 1994, “todos morimos un poco más, como nos pasa cada vez que actúan el terrorismo y el fanatismo religioso”.

[Sigue +/-]

La presencia de Garzón fue como una solidaridad de ida y vuelta. De ida: uno de los jueces más prestigiosos del mundo ponía el cuerpo junto a los familiares de las víctimas y al lado del país que sufrió uno de los atentados más grandes de la historia mundial. De vuelta: Garzón está suspendido como juez y una trama de poder quiere cesarlo. Quienes reciban a Garzón de regreso en Europa, ahora quizás adviertan que si lo atacan estarán agrediendo también al mundo de las víctimas del terrorismo. Ayer, en Pasteur al 600, hubo familiares de los muertos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y de los asesinados en Atocha el 11 de marzo de 2004. Todos escucharon la sirena que cada año suena a las 9.53, hora del atentado, como las notas tristes de un shofar, el cuerno de los judíos.
Buena parte del discurso de Garzón –voz firme de Madrid, la Castilla donde vive, con sonidos de su Andalucía natal– combinó el análisis de la Justicia universal y la crítica de los efectos de la impunidad.
Para él, 1994 encierra ese significado doble. Por un lado, la creación de los tribunales penales internacionales, un modo de reconocer el concepto de “víctima universal” y “un mecanismo para exigir el cumplimiento de instrumentos que impidieran los hechos atroces que dieron vida a la Segunda Guerra Mundial”. Por otro lado, el atentado a la AMIA no resuelto hasta hoy, símbolo de la impunidad penal.
“La democracia es incompatible con la impunidad”, dijo Garzón sin vueltas. Y en lo que pareció una referencia a la masacre de Francisco Franco, citó al pensador Isaiah Berlin: “El futuro de un pueblo no se puede construir sobre millones de cadáveres”. Justamente Garzón fue suspendido cuando quiso identificar la suerte de miles de víctimas del franquismo para repararlas también mediante la Justicia.
La impunidad, dijo Garzón, es “un ejemplo de cobardía propio de torturadores y asesinos, pero también es una renuncia al Estado de derecho”. Y agregó: “Ya sabemos que el dictador es un cobarde por naturaleza. Se ampara en el ejército, en policías secretas, en escuadrones de la muerte, en revoluciones mal pensadas o en grupos financieros ocultos. Marañas de intereses económicos y políticos garantizan la impunidad en democracia”.
Recordó La Peste, de Albert Camus. “Se trata solamente, o simplemente, de honestidad, el único medio para luchar contra la peste del fascismo, del terrorismo, de la indiferencia.”
Y parafraseando al poeta Gabriel Celaya, dijo que la Justicia “es un arma cargada de futuro”.
Por la vida
La Justicia española resolvió la masacre de Atocha en un mes. En la Argentina no hay resultados después de dieciséis años. Garzón no mencionó a Juan José Galeano, el juez original de la causa, hoy procesado, o a Carlos Menem y al comisario mayor retirado Jorge Palacios, también procesados por encubrimiento, pero no hacía falta. Dijo que aunque ya “la Justicia ha tomado un rumbo más correcto”, lo que inicialmente “debió ser un trabajo serio se convirtió en una tremenda frustración y rechazo para dar una respuesta”. Y analizó: “Intereses ocultos e insensibles se cruzaron y negaron la mínima compensación a las víctimas. Propiciaron la pérdida de pruebas esenciales, de evidencias. Los que hicieron eso deben responder”.
El juez terminó con dos expresiones, una de ellas en hebreo. “Nunca más. Lejaim, por la vida.”
En el frío lo escucharon miles de personas. Cerca del palco, parados, se ubicaron entre otros el ex presidente Néstor Kirchner, los ministros Carlos Tomada y Alicia Kirchner, el vicecanciller Alberto D’Alotto, los secretarios Juan Manuel Abal Medina y Oscar Parrilli y, más lejos, el vicepresidente Julio Cobos. (ver aparte) Cuando Garzón bajó del palco se paró junto al ex fiscal de Bahía Blanca Hugo Cañón y el rabino Daniel Goldman, los dos encargados de organizar su agenda en esta visita a la Argentina. Cañón, que en 1987 pidió la inconstitucionalidad de la ley de obediencia debida, es amigo personal de Garzón.
El acto fue conducido, en tono cariñoso y a la vez sobrio, por la periodista Mónica Gutiérrez, que arrancó pidiendo un minuto de silencio, recordó sin nombrarlo a Alfredo Yabrán cuando repetía que “tener poder es tener impunidad”, dijo que los chicos pondrían una rosa y una vela por cada uno de los 85 muertos, destacó la presencia de Estela de Carlotto, por Abuelas de Plaza de Mayo, y presentó a los oradores.
Marina Degtiar, hermana de Cristian, asesinado por la bomba, dijo que “esta convocatoria, sostenida en el tiempo es única en el mundo”. Aclaró que “la sirena no suena una vez más”, sino “por primera vez” y “nos despierta de la letanía de angustia”. Pero pidió, en nombre de los familiares, que “no nos tomen por nostálgicos o por ingenuos”, y precisó que “es un día triste” sin que decir eso signifique “regodearnos en el dolor”.
En un párrafo dedicado a Mauricio Macri y a Palacios, Degtiar dijo que “nos inventaron causas para escucharnos ilegalmente, y ése fue el costo que nos hicieron pagar por reclamar al jefe de Gobierno de la ciudad la destitución del jefe de la Policía Metropolitana que había encubierto el atentado”.
Anunció que mañana, por hoy, los familiares se tomarían “nuevamente la licencia de renovar nuestras esperanzas”, pero que ayer, en el acto, “recordar a los familiares duele”. Dijo Marina al final: “Duele una vez más”.
Dedicó una parte de su discurso al tablero internacional. Definió a Irán como un Estado que “financia y sostiene al terrorismo” y “niega el Holocausto e incluso amenaza con borrar a un país del planeta”. Opinó que “se arma nuclearmente con el consentimiento de Rusia y Brasil, país hermano cada vez más lejano” y que “se dan la mano con Venezuela, que lejos de mostrar solidaridad con nuestro reclamo nos da la espalda apañando a un Estado que sembró la muerte y el odio en nuestro país”.
“¿Hasta cuándo el mundo mantendrá relaciones comerciales con Irán permitiendo su penetración?”, preguntó en su discurso el presidente de la AMIA tras recordar que su madre tiene grabado el número del campo de concentración de la Shoá.
Criticó a Irán porque se niega a extraditar a los sospechosos del atentado, uno de ellos el actual ministro de Defensa Ahmad Vahidi, y dijo que “la presidenta de la Nación en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, a quien acompañamos, dio un valiente discurso y reclamó al mundo, e instó nuevamente a los ciudadanos iraníes a que se presenten ante la Justicia argentina”.
“Sin justicia sólo hay negacionismo que genera terror, espanto, muerte, irracionalismo”, afirmó Borger.
Al final, Juan Carlos Baglietto cantó “El témpano”. Esa que dice “vivo para no perder”.

jueves, 1 de julio de 2010

Obama resultó ser "progre"


Por Eduardo Kragelund (Tiempo Argentino)

Para variar, Joseph Stiglitz puso la realidad en blanco sobre negro. “Si una familia no puede pagar sus deudas, se le recomienda que gaste menos para que pueda hacerlo. Pero en una economía nacional, si se recorta el gasto, decae la actividad económica, nadie invierte, disminuye la recaudación fiscal, aumenta el gasto en desempleo y uno termina sin dinero para pagar las deudas”, dijo el premio Nóbel de Economía.
Sin embargo, ninguno de los países desarrollados lo escuchó en la reciente reunión celebrada en Toronto por el Grupo de los 20 (los ocho países más ricos, la Unión Europea y 11 naciones “recientemente industrializadas”). Europa -dominada por gobiernos neoliberales secundados por algunos “socialdemócratas” travestidos en fondomonetaristas, como el del español José Luis Zapatero- enfatizó que poner en orden las finanzas públicas, reduciendo los déficits fiscales mediante drásticos programas de ajustes, era la clave para salir de la crisis. Alemania, abanderada de esa posición, buscaba sin más un respaldo a los recortes que caracterizaron el Estado de Bienestar –salarios y jubilaciones decentes, seguro de desempleo, cobertura médica universal, etc.- como los que se están aplicando en Grecia, España y Gran Bretaña.

[Sigue +/-]

Aunque suene paradójico, Barack Obama fue el único miembro del Grupo de los Ocho que salió al cruce de la ortodoxia del FMI. Sus planteos lo colocaron del lado de los “pobres” del G-20, como Argentina y otros de los llamados “recientemente industrializados”. El presidente “progre” del grupo explicó lo que Stiglitz ha dicho una y otra vez: si se deja de estimular el consumo interno, si no se regula la actividad financiera para evitar que la voracidad de los mercados se coma el ahorro de la población, si el Estado no interviene en la economía, la crisis se va a profundizar. “Hay muchos experimentos que lo demuestran gracias a Herbert Hoover y el FMI”, señaló Stiglitz refiriéndose al presidente estadounidense que provocó la gran depresión del 30 recortando el gasto público y a las políticas restrictivas aplicadas en Argentina, entre otras naciones que padecieron las recetas del FMI.
Los alfiles económicos de Obama explicaron por qué su jefe coincide con posiciones hasta ahora caracterizadas como populistas o tercermundistas. "Tenemos que demostrar un compromiso para reducir los déficits a largo plazo, pero no al precio del crecimiento a corto plazo. Sin crecimiento ahora, los déficits aumentarán y pondrán en riesgo el crecimiento futuro", dijeron el secretario del Tesoro, Tim Geithner, y el presidente del Consejo de Asesores Económicos, Lawrence Summers, en un artículo conjunto publicado por el Wall Street Journal.
Estados Unidos tiene razones de sobra para sustentar su posición. Hace un año, cuando el G-20 se reunió en Londres y se cuestionaba la posición heterodoxa de la Casa Blanca, su economía se contraía a un ritmo anual del 6% y ahora crece a una tasa que supera el 3%. Es decir, se trata del mayor cambio en el crecimiento de ese país en medio siglo, lo que permitió que se frenara la pérdida de 700.000 empleos al mes y que el sector privado comenzara a dar señas de recuperación. Esto “sólo fue posible debido a que tomamos medidas para reparar nuestro sistema financiero, reduciendo los costos de los préstamos para los propietarios de viviendas, consumidores y negocios y estableciendo la Ley de Recuperación, la cual incrementó la demanda al reducir los impuestos para las familias, ayudando a los trabajadores desempleados e invirtiendo en infraestructura”, subrayaron Geithner y Summers.
Si se tiene en cuenta que una de las prioridades de Obama es reducir el desempleo (10%) y que en noviembre se realizarán elecciones legislativas, parece más que razonable que insista en su apuesta de superar la crisis por la vía de un incremento del crecimiento y de la demanda. Sin romper con Europa, cuyo objetivo declarado es la restricción del gasto para que los países paguen sus deudas con los grandes bancos, el mandatario ejerció toda su presión para obtener al menos parte de lo que buscaba en la cumbre de Toronto: que las metas fiscales estuvieran condicionadas a la reducción del impacto social. En otras palabras, lo que Obama exhibió fue un plan para salir de la crisis basado en el encausamiento racional del gasto hacia el crecimiento, con el consecuente beneficio social, y dejó a Europa como la defensora de una austeridad que, además de impopular, sólo ha servido para profundizar las crisis.