sábado, 17 de julio de 2010

“Marañas de intereses garantizan la impunidad”



Por Martín Granovsky (Página 12, Buenos Aires)

En Pasteur al 600, hubo familiares de los muertos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y de los asesinados en Atocha el 11 de marzo de 2004.
Fue el día más frío del año. ¿Será cierto que las camisetas, puestas por encima de la ropa, abrigan? Eso dijo después del acto Sergio Burstein, de Familiares de las Víctimas en la AMIA. Había una camiseta por cada víctima del atentado. Su amiga Marina Degtiar, que habló en nombre de Familiares, tenía puesta una con el número 25. “Los que protegieron, desviaron, pagaron en forma irregular y destruyeron pruebas, para nosotros son parte de la conexión local”, dijo Marina. Sergio Borger, presidente de la AMIA, dijo que “el buen desempeño internacional del Gobierno debe ser acompañado por la Justicia local”. Y el juez Baltasar Garzón, invitado de honor, dijo que ese día, el 18 de julio de 1994, “todos morimos un poco más, como nos pasa cada vez que actúan el terrorismo y el fanatismo religioso”.

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La presencia de Garzón fue como una solidaridad de ida y vuelta. De ida: uno de los jueces más prestigiosos del mundo ponía el cuerpo junto a los familiares de las víctimas y al lado del país que sufrió uno de los atentados más grandes de la historia mundial. De vuelta: Garzón está suspendido como juez y una trama de poder quiere cesarlo. Quienes reciban a Garzón de regreso en Europa, ahora quizás adviertan que si lo atacan estarán agrediendo también al mundo de las víctimas del terrorismo. Ayer, en Pasteur al 600, hubo familiares de los muertos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y de los asesinados en Atocha el 11 de marzo de 2004. Todos escucharon la sirena que cada año suena a las 9.53, hora del atentado, como las notas tristes de un shofar, el cuerno de los judíos.
Buena parte del discurso de Garzón –voz firme de Madrid, la Castilla donde vive, con sonidos de su Andalucía natal– combinó el análisis de la Justicia universal y la crítica de los efectos de la impunidad.
Para él, 1994 encierra ese significado doble. Por un lado, la creación de los tribunales penales internacionales, un modo de reconocer el concepto de “víctima universal” y “un mecanismo para exigir el cumplimiento de instrumentos que impidieran los hechos atroces que dieron vida a la Segunda Guerra Mundial”. Por otro lado, el atentado a la AMIA no resuelto hasta hoy, símbolo de la impunidad penal.
“La democracia es incompatible con la impunidad”, dijo Garzón sin vueltas. Y en lo que pareció una referencia a la masacre de Francisco Franco, citó al pensador Isaiah Berlin: “El futuro de un pueblo no se puede construir sobre millones de cadáveres”. Justamente Garzón fue suspendido cuando quiso identificar la suerte de miles de víctimas del franquismo para repararlas también mediante la Justicia.
La impunidad, dijo Garzón, es “un ejemplo de cobardía propio de torturadores y asesinos, pero también es una renuncia al Estado de derecho”. Y agregó: “Ya sabemos que el dictador es un cobarde por naturaleza. Se ampara en el ejército, en policías secretas, en escuadrones de la muerte, en revoluciones mal pensadas o en grupos financieros ocultos. Marañas de intereses económicos y políticos garantizan la impunidad en democracia”.
Recordó La Peste, de Albert Camus. “Se trata solamente, o simplemente, de honestidad, el único medio para luchar contra la peste del fascismo, del terrorismo, de la indiferencia.”
Y parafraseando al poeta Gabriel Celaya, dijo que la Justicia “es un arma cargada de futuro”.
Por la vida
La Justicia española resolvió la masacre de Atocha en un mes. En la Argentina no hay resultados después de dieciséis años. Garzón no mencionó a Juan José Galeano, el juez original de la causa, hoy procesado, o a Carlos Menem y al comisario mayor retirado Jorge Palacios, también procesados por encubrimiento, pero no hacía falta. Dijo que aunque ya “la Justicia ha tomado un rumbo más correcto”, lo que inicialmente “debió ser un trabajo serio se convirtió en una tremenda frustración y rechazo para dar una respuesta”. Y analizó: “Intereses ocultos e insensibles se cruzaron y negaron la mínima compensación a las víctimas. Propiciaron la pérdida de pruebas esenciales, de evidencias. Los que hicieron eso deben responder”.
El juez terminó con dos expresiones, una de ellas en hebreo. “Nunca más. Lejaim, por la vida.”
En el frío lo escucharon miles de personas. Cerca del palco, parados, se ubicaron entre otros el ex presidente Néstor Kirchner, los ministros Carlos Tomada y Alicia Kirchner, el vicecanciller Alberto D’Alotto, los secretarios Juan Manuel Abal Medina y Oscar Parrilli y, más lejos, el vicepresidente Julio Cobos. (ver aparte) Cuando Garzón bajó del palco se paró junto al ex fiscal de Bahía Blanca Hugo Cañón y el rabino Daniel Goldman, los dos encargados de organizar su agenda en esta visita a la Argentina. Cañón, que en 1987 pidió la inconstitucionalidad de la ley de obediencia debida, es amigo personal de Garzón.
El acto fue conducido, en tono cariñoso y a la vez sobrio, por la periodista Mónica Gutiérrez, que arrancó pidiendo un minuto de silencio, recordó sin nombrarlo a Alfredo Yabrán cuando repetía que “tener poder es tener impunidad”, dijo que los chicos pondrían una rosa y una vela por cada uno de los 85 muertos, destacó la presencia de Estela de Carlotto, por Abuelas de Plaza de Mayo, y presentó a los oradores.
Marina Degtiar, hermana de Cristian, asesinado por la bomba, dijo que “esta convocatoria, sostenida en el tiempo es única en el mundo”. Aclaró que “la sirena no suena una vez más”, sino “por primera vez” y “nos despierta de la letanía de angustia”. Pero pidió, en nombre de los familiares, que “no nos tomen por nostálgicos o por ingenuos”, y precisó que “es un día triste” sin que decir eso signifique “regodearnos en el dolor”.
En un párrafo dedicado a Mauricio Macri y a Palacios, Degtiar dijo que “nos inventaron causas para escucharnos ilegalmente, y ése fue el costo que nos hicieron pagar por reclamar al jefe de Gobierno de la ciudad la destitución del jefe de la Policía Metropolitana que había encubierto el atentado”.
Anunció que mañana, por hoy, los familiares se tomarían “nuevamente la licencia de renovar nuestras esperanzas”, pero que ayer, en el acto, “recordar a los familiares duele”. Dijo Marina al final: “Duele una vez más”.
Dedicó una parte de su discurso al tablero internacional. Definió a Irán como un Estado que “financia y sostiene al terrorismo” y “niega el Holocausto e incluso amenaza con borrar a un país del planeta”. Opinó que “se arma nuclearmente con el consentimiento de Rusia y Brasil, país hermano cada vez más lejano” y que “se dan la mano con Venezuela, que lejos de mostrar solidaridad con nuestro reclamo nos da la espalda apañando a un Estado que sembró la muerte y el odio en nuestro país”.
“¿Hasta cuándo el mundo mantendrá relaciones comerciales con Irán permitiendo su penetración?”, preguntó en su discurso el presidente de la AMIA tras recordar que su madre tiene grabado el número del campo de concentración de la Shoá.
Criticó a Irán porque se niega a extraditar a los sospechosos del atentado, uno de ellos el actual ministro de Defensa Ahmad Vahidi, y dijo que “la presidenta de la Nación en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, a quien acompañamos, dio un valiente discurso y reclamó al mundo, e instó nuevamente a los ciudadanos iraníes a que se presenten ante la Justicia argentina”.
“Sin justicia sólo hay negacionismo que genera terror, espanto, muerte, irracionalismo”, afirmó Borger.
Al final, Juan Carlos Baglietto cantó “El témpano”. Esa que dice “vivo para no perder”.

jueves, 1 de julio de 2010

Obama resultó ser "progre"


Por Eduardo Kragelund (Tiempo Argentino)

Para variar, Joseph Stiglitz puso la realidad en blanco sobre negro. “Si una familia no puede pagar sus deudas, se le recomienda que gaste menos para que pueda hacerlo. Pero en una economía nacional, si se recorta el gasto, decae la actividad económica, nadie invierte, disminuye la recaudación fiscal, aumenta el gasto en desempleo y uno termina sin dinero para pagar las deudas”, dijo el premio Nóbel de Economía.
Sin embargo, ninguno de los países desarrollados lo escuchó en la reciente reunión celebrada en Toronto por el Grupo de los 20 (los ocho países más ricos, la Unión Europea y 11 naciones “recientemente industrializadas”). Europa -dominada por gobiernos neoliberales secundados por algunos “socialdemócratas” travestidos en fondomonetaristas, como el del español José Luis Zapatero- enfatizó que poner en orden las finanzas públicas, reduciendo los déficits fiscales mediante drásticos programas de ajustes, era la clave para salir de la crisis. Alemania, abanderada de esa posición, buscaba sin más un respaldo a los recortes que caracterizaron el Estado de Bienestar –salarios y jubilaciones decentes, seguro de desempleo, cobertura médica universal, etc.- como los que se están aplicando en Grecia, España y Gran Bretaña.

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Aunque suene paradójico, Barack Obama fue el único miembro del Grupo de los Ocho que salió al cruce de la ortodoxia del FMI. Sus planteos lo colocaron del lado de los “pobres” del G-20, como Argentina y otros de los llamados “recientemente industrializados”. El presidente “progre” del grupo explicó lo que Stiglitz ha dicho una y otra vez: si se deja de estimular el consumo interno, si no se regula la actividad financiera para evitar que la voracidad de los mercados se coma el ahorro de la población, si el Estado no interviene en la economía, la crisis se va a profundizar. “Hay muchos experimentos que lo demuestran gracias a Herbert Hoover y el FMI”, señaló Stiglitz refiriéndose al presidente estadounidense que provocó la gran depresión del 30 recortando el gasto público y a las políticas restrictivas aplicadas en Argentina, entre otras naciones que padecieron las recetas del FMI.
Los alfiles económicos de Obama explicaron por qué su jefe coincide con posiciones hasta ahora caracterizadas como populistas o tercermundistas. "Tenemos que demostrar un compromiso para reducir los déficits a largo plazo, pero no al precio del crecimiento a corto plazo. Sin crecimiento ahora, los déficits aumentarán y pondrán en riesgo el crecimiento futuro", dijeron el secretario del Tesoro, Tim Geithner, y el presidente del Consejo de Asesores Económicos, Lawrence Summers, en un artículo conjunto publicado por el Wall Street Journal.
Estados Unidos tiene razones de sobra para sustentar su posición. Hace un año, cuando el G-20 se reunió en Londres y se cuestionaba la posición heterodoxa de la Casa Blanca, su economía se contraía a un ritmo anual del 6% y ahora crece a una tasa que supera el 3%. Es decir, se trata del mayor cambio en el crecimiento de ese país en medio siglo, lo que permitió que se frenara la pérdida de 700.000 empleos al mes y que el sector privado comenzara a dar señas de recuperación. Esto “sólo fue posible debido a que tomamos medidas para reparar nuestro sistema financiero, reduciendo los costos de los préstamos para los propietarios de viviendas, consumidores y negocios y estableciendo la Ley de Recuperación, la cual incrementó la demanda al reducir los impuestos para las familias, ayudando a los trabajadores desempleados e invirtiendo en infraestructura”, subrayaron Geithner y Summers.
Si se tiene en cuenta que una de las prioridades de Obama es reducir el desempleo (10%) y que en noviembre se realizarán elecciones legislativas, parece más que razonable que insista en su apuesta de superar la crisis por la vía de un incremento del crecimiento y de la demanda. Sin romper con Europa, cuyo objetivo declarado es la restricción del gasto para que los países paguen sus deudas con los grandes bancos, el mandatario ejerció toda su presión para obtener al menos parte de lo que buscaba en la cumbre de Toronto: que las metas fiscales estuvieran condicionadas a la reducción del impacto social. En otras palabras, lo que Obama exhibió fue un plan para salir de la crisis basado en el encausamiento racional del gasto hacia el crecimiento, con el consecuente beneficio social, y dejó a Europa como la defensora de una austeridad que, además de impopular, sólo ha servido para profundizar las crisis.

sábado, 26 de junio de 2010

Alemania gana lo que España pierde



Por Eduardo Kragelund (Tiempo Argentino, 17/6/2010)

Y finalmente España tiró la toalla. En menos de un mes, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero dilapidó la imagen que cultivó en seis años de gobierno: la de guardián del Estado Benefactor. El socialdemócrata, que hasta hace días reiteraba que “por razones ideológicas” jamás adoptaría medidas contra las conquistas sociales, terminó cediendo a las presiones del establishment de la Unión Europea (UE) y decretó un típico plan de ajuste. Hay que apretarse los cinturones, explicó: congelar las jubilaciones, reducir el salario de los empleados públicos, restringir las ayudas a los enfermos y ancianos y eliminar “lujos” como el cheque bebé, una suerte de aguinaldo para el que tuviera o adoptara un hijo. Sumado a ello, se cortarán los presupuestos provinciales en 1.200 millones de euros, se reducirán drásticamente las obras públicas y se flexibilizarán las leyes que protegen el empleo en un país que ya soporta el 20% de desocupación, el doble del promedio de los estados de la eurozona. O sea, Zapatero prácticamente copió las medidas recetadas a Grecia para que el gobierno de su compañero de la Internacional Socialista, Yorgos Papandreu, pueda pagar sus compromisos y no quiebren los bancos tenedores de bonos de la deuda helénica.

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Los sindicatos españoles, aglutinados en las Comisiones Obreras (de origen comunista) y en la Unión General de Trabajadores (pro socialista), quedaron descolocados ante el programa “socialista” y salieron al cruce del que consideraron siempre como a un aliado. Denunciaron el carácter neoliberal y fondomonetarista de las medidas que no han tenido éxito en ninguna parte del mundo donde se aplicaron y anunciaron una huelga general. Pero a la hora de ponerle fecha –29 de septiembre- mostraron una llamativa cautela. Sus partidarios alegaron que no tenía sentido hacer un paro en pleno verano (julio y agosto), cuando los españoles literalmente huyen a las playas o las sierras. Pero más de un analista señaló que convocar a una huelga para tres meses después de implantado el programa que la motivó sólo puede explicarse por una razón: el miedo a que el acatamiento no sea el deseado, con o sin verano de por medio.
El gobierno del Partido Socialista Obrero Español, que según las encuestas perdió popularidad hasta el punto que si hoy hubiera elecciones ganaría el derechista Partido Popular, vendió su programa de ajuste como la única alternativa para evitar que la crisis financiera se convierta en una debacle. En su apoyo esgrime cifras y circunstancias que despiertan un justo temor. La deuda de España suma 553.000 millones de euros y cada vez es más caro financiarla porque los inversionistas creen que el riesgo de cesación de pagos va en aumento. En concreto, los intereses de sus bonos a un año casi se han triplicado en sólo tres meses. A ese ritmo, resulta difícil abatir un déficit fiscal que llega al 11% del Producto Interno Bruto, uno de los más elevados de Europa, para llevarlo al 3% en el 2013, que es el máximo tolerado por la UE.
Algo semejante sucede en el sector privado, donde el crédito es cada vez más escaso y por lo tanto más caro. Los mismos bancos que otorgaron préstamos a diestra y siniestra para sostener el jugoso “boom” inmobiliario que vivió España en los últimos años, cerraron el chorro alegando la creciente cantidad de hipotecas incobrables y la consecuente caída del valor de los bienes raíces que tienen en su haber.
El argumento central de Zapatero para convencer a sus compatriotas de que la austeridad exorcizará a España y le devolverá la confianza de los mercados también es calcado al de Grecia: se ha gastado en exceso y hay que ahorrar, aunque suponga sacrificios, para que las cuentas cierren y se pueda cumplir con los acreedores. Para el ciudadano común, quizás las cifras y los conceptos de los economistas suenen a chino. Pero si algo saben de sobra los españoles, porque lo sufrieron en carne propia con el estallido de la burbuja inmobiliaria, es lo que significa convertirse en insolvente. Sólo en el 2009, cerca de cien mil de ellos, 60% más que el año anterior, tuvieron que devolver sus propiedades por no poderlas pagar para quedarse con lo que restaba de la deuda hipotecaria mientras los bancos se resarcían con el remate de los inmuebles, sumado a las cuotas ya percibidas.
Por ello cundió la alarma cuando vieron que Grecia se desmoronaba y que España -así como Portugal e Irlanda- podía seguir el mismo camino. Y por ese misma razón también pueden llegar a parecer “lógicos” los grandes recortes al gasto público planteados por Zapatero para salir de la crisis.
Sin embargo, lo que el gobierno calla es que van a pagar justos por pecadores. El problema no es que España, Grecia, Portugal o Irlanda se hayan endeudado por andar despilfarrando dinero en bienestar social y altos salarios, como afirman en los círculos neoliberales y en la comunidad financiera internacional. Si se miran sus cifras de gasto público o de salarios se verá que están entre las más reducidas de los 15 estados más desarrollados de la UE. Por el contrario, la raíz de la crisis está en los miembros más poderosos de la eurozona, en particular en Alemania.
Las estadísticas indican que el poderío económico alemán se sustentó en los últimos años en las exportaciones y no en el crecimiento interno. Es decir, los recursos no se orientaron a fomentar la demanda del mercado alemán, sino a aumentar las exportaciones, sobre todo a la eurozona. De esta manera, la banca se encontró con las arcas repletas de euros que reinvirtió básicamente en dos rubros, según Vicenc Navarro, profesor de “Public Policy” en la universidad estadounidense Johns Hopkins. Uno de ellos fue el sector financiero de las naciones con un desarrollo menor al de Alemania, como España y otros países periféricos de la eurozona, y el otro fue el mercado de deuda de esas mismas naciones.
El negocio fue próspero hasta que sobrevino la crisis y las burbujas explotaron, subrayó Navarro en un análisis reciente. Los países “de la UE, incluyendo los periféricos, que les compraban sus productos, no podían seguir comprándolos (…). Por otra parte, los bancos alemanes poseían enormes cantidades de deuda –tanto pública como privada– que los países deudores periféricos no podrían pagar. La banca alemana tenía –y tiene–, pues, un gran problema, compartido con la banca de Francia y otros países del centro de la Unión Europea”, explicó el profesor catalán.
Lo demás es historia sabida. Grecia recibió un multimillonario préstamo del Fondo Monetario Internacional y de los países más poderosos de la UE, encabezados por Alemania, a cambio de un rígido programa austeridad. Y lo mismo está ahora a disposición de España, siempre y cuando cumpla con la consabida receta de reforma estructural. En otras palabras, el sacrificio correrá por cuenta de la población, que soportará el congelamiento de sus ingresos, la eliminación de beneficios y el desempleo. Porque el dinero del salvataje, como se suele llamar al nuevo préstamo, tiene otros destinatarios: las arcas de los países “despilfarradores” para que paguen a los bancos de las grandes potencias europeas.

La guerra “secreta” de Obama



Por Eduardo Kragelund (Tiempo Argentino, 13/6/2010)

La presentación en sociedad de la Estrategia de Seguridad Nacional de Barack Obama fue saludada como el fin de la ley de las cavernas de su antecesor, George W. Bush. Medios y analistas destacaron con alborozo que en el plan del mandatario, enviado recientemente al congreso tras presentarlo en la academia militar de West Point, brillaban por su ausencia conceptos como “guerra preventiva” y “guerra contra el terrorismo”. Eso, tradujeron, significa el fin de la política de la pasada administración, que en aras de perseguir al terrorismo hasta debajo de la cama se pasó la legislación internacional, ONU incluida, por el arco del triunfo y violó los más elementales derechos humanos. En otras palabras, concluyeron, Obama está haciendo realidad la consigna de su campaña electoral: “yes, we can” (si, podemos).

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Es cierto que algo –no todo- cambió en la Casa Blanca. Midiendo sus palabras, a sabiendas de que casi la mitad de los estadounidenses prefieren el estilo John Wayne de su antecesor, Obama reconoció el fracaso de la táctica de Bush de cazar terroristas desplegando multimillonarias operaciones militares unilaterales, algo así como tratar de pescar mojarritas con redes para atunes. "Cuando hacemos un uso excesivo de nuestro poder militar, o no invertimos o desplegamos instrumentos complementarios o actuamos sin socios, entonces nuestras fuerzas armadas se ven sumamente presionadas”, dijo el presidente ante los futuros oficiales de las fuerzas armadas.
Como podía esperarse del dirigente demócrata, Obama encuadró los problemas de seguridad nacional en un concepto más amplio, donde el aspecto militar debe (o debería) ser sólo una parte complementaria. “Nuestra fuerza e influencia en el exterior –subrayó- comienza con los pasos que demos en nuestro país”. Es decir, hay que “hacer crecer nuestra economía y reducir nuestro déficit”, así como desarrollar la educación, las fuentes de energía limpias que rompan la dependencia del petróleo y preserven el planeta, y la investigación técnica y científica. “Sencillamente, debemos considerar la innovación estadounidense como el fundamento del poderío estadounidense”, concluyó.
Obama también hizo hincapié en la diplomacia para “evitar actuar solos”. Así, por ejemplo, marca objetivos que a Bush ni se le cruzaron por la cabeza, como "profundizar las relaciones con países claves por su influencia, como China, India y Rusia, y con naciones crecientemente influyentes, como Brasil, Sudáfrica e Indonesia". Consecuentemente, en lugar de dirigirse al elitista Grupo de los Ocho (los siete países más industrializados más Rusia) como “el principal foro para la cooperación internacional”, prefiere tomar como referente y ámbito de alianzas el Grupo de los 20 (G-8, más once países “recientemente industrializados” y la Unión Europea en bloque).
En este contexto, llama la atención que el documento presentado por Obama en el congreso, que llevó 16 meses de trabajo y consta de 52 páginas, no haga referencia alguna a América Latina. “Lo que pasa es que el discurso antiyanqui de Bolivia, Ecuador o Venezuela es francamente un juego de niños al lado del problema que tenemos con los talibanes, al-Qaeda, en Afganistán o en Irán”, dijo a Tiempo Argentino un dirigente del Partido Demócrata que conoce Latinoamérica a fondo. A falta de definiciones, los hechos parecen indicar que la actual política de Washington respecto a la región no difiere gran cosa de la de Bush. El ejemplo más claro lo acaba de dar Hillary Clinton, en la asamblea celebrada en Lima por la Organización de Estados Americanos (OEA). Con el apoyo de Colombia, Perú y Guatemala, incondicionales aliados de Estados Unidos, la secretaria de Estado defendió a capa y espada la reintegración de Honduras, lo que equivaldría a legitimar al gobierno surgido del golpe de Estado del 2009 contra el presidente Manuel Zelaya.
Dejando a un lado estos “exabruptos”, en términos generales se pueden ver cambios significativos si se piensa en la cruzada contra el “eje del mal” que lanzó Bush tras los ataques del 11 de septiembre del 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono. En lugar de autoconcebirse como el “Llanero Solitario” que persigue a los “malos”, con la pretensión de que el mundo “occidental y cristiano” se le adhiera sin chistar, la iniciativa de Obama propone que, antes de llegar a las armas, se busque el más amplio consenso, incluido el de los países “recientemente industrializados”. En otros términos, abre una instancia de negociación previa a la acción.
Pero de ahí a que haya desaparecido, como insinuaron muchos analistas, la posibilidad de una intervención militar, hay una distancia. “Nuestras fuerzas armadas serán la piedra fundamental de nuestra seguridad”, definió Obama. Y prueba de ello es que el presupuesto militar solicitado para el 2011 es el mayor de la historia del país: 708.000 millones de dólares.
A diferencia de Bush, el esfuerzo no estará puesto en las grandes operaciones militares televisadas, sino en lo que Obama cree que es la clave para derrotar el terrorismo islámico: acciones encubiertas, de sesgo más policial que militar, basadas en una sólida labor de espionaje y una estrecha cooperación con los gobiernos afines. De hecho, tanto el New York Times como el Washington Post aseguran, citando a altos mandos militares, que ya se amplió la guerra secreta contra al-Qaeda y otros grupos musulmanes radicales. “Las Fuerzas de Operaciones Especiales crecieron en número y presupuesto, y serán empleadas en 75 países en lugar de 60 como sucedía el año pasado”, escribió el diario de la capital estadounidense. El Comando Central de Estados Unidos, que realiza operaciones secretas en Oriente Medio, el sur de Asia y el Cuerno de África bajo el mando del general David Petraeus, cuenta ya con 13.000 soldados de élite de todas las fuerzas, de los cuales 9.000 están concentrados en Irak y Afganistán. Como definió el director de la lucha antiterrorista, John Brennan, poco después de que Obama presentó su estrategia, lo importante de la guerra secreta que ya se está librando es que Estados Unidos “no se limite a responder” después de un ataque, sino que “lleve la lucha contra al-Qaeda y sus aliados extremistas adonde ellos se entrenan y complotan en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y más allá”.
En suma, esta es la otra cara de la nueva doctrina de seguridad nacional, resumió The Washington Post. El fortalecimiento económico, el desarrollo científico y técnico y la diplomacia como herramienta para construir una red de alianzas serán la base para relanzar el liderazgo estadounidense. Pero la guerra contra el desafío de los radicales islámicos, aunque se torne más secreta que pública, seguirá siendo la punta de lanza por algo que Obama mismo dejó muy claro: la salvaguardia de los intereses fundamentales de Estados Unidos.

Un baño de sangre que enluta a México y enriquece a los narcos



Por Eduardo Kragelund (Tiempo Argentino, 6/6/2010)

La foto es la misma desde hace años: jóvenes, viejos y niños acribillados en las calles, madres llorando junto a los cuerpos de sus hijos y funcionarios dando sus condolencias a familiares de las de víctimas del narcotráfico y de su propia ineptitud, cuando no complicidad. El “México lindo y querido”, donde tantos argentinos encontraron refugio en los años de plomo y donde hoy viven muchos de sus hijos y nietos, se ha convertido en eso: en un país que llora de impotencia ante una guerra regida por la corrupción, en la que los “malos” aportan las drogas, los “buenos” un mercado que rinde jugosos dividendos y la población miles muertos.

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"No es usted bienvenido", le dijo una madre en la cara al presidente Felipe Calderón durante su última visita a la norteña Ciudad Juárez. "Si hubieran matado a alguno de sus hijos, ya hubieran buscado debajo de las piedras para encontrar a sus asesinos".
Dos días antes, la mujer había enterrado a uno de sus hijos, asesinado a tiros, junto a otros 12 adolescentes, en su mayoría jugadores de un equipo estudiantil de fútbol americano. Nadie sabe por qué los mataron. Se dice que el grupo de sicarios que abrió fuego los confundió con narcotraficantes rivales. Pero lo que si saben los mexicanos es que esta matanza, ocurrida en febrero, no es un hecho aislado y demuestra, una vez más, que las autoridades están lejos de ir ganando la guerra contra los carteles de la droga, como a diario repite el gobierno.
La violencia se ha convertido en el pan de todos los días en buena parte de México, en particular en los estados que forman los 3.200 kilómetros de frontera con Estados Unidos, el país que más drogas consume en el mundo. Desde que Calderón llegó a la presidencia, hace cuatro años, y desató la mayor ofensiva militar contra el narcotráfico, suman 23.000 los muertos, muchos de ellos inocentes. Pero la sangre que corre casi a diario sólo parece pedir más sangre. Ciudad Juárez es un triste ejemplo. Los más de siete mil soldados que patrullan esta población de 1,3 millones de habitantes no han logrado que sus calles dejen de ser escenario de encarnizados combates, muchos de ellos entre las mismas bandas que se disputan el negocio de las drogas.
El gobierno mexicano ha hecho una fuerte inversión en esta guerra. También ha recurrido a la ayuda de Estados Unidos, cuya agencia antinarcóticos, la DEA, tiene operando en México un centenar de agentes y 11 oficinas regionales, la mayor cantidad de dependencias abiertas en el extranjero. Tampoco se le puede negar los duros golpes que ha asestado a los carteles de la droga, como lo reconoció la jefa de la DEA en México, María Furtado. Sin embargo, las bandas de Tijuana, del Golfo, del Pacífico, del Chapo Guzmán y de los hermanos Beltrán Leyva se han seguido desarrollando. De ser productores y exportadores de marihuana, han entrado con fuerza en el mercado de la cocaína aprovechando el vacío que dejó el descabezamiento de los carteles colombianos de Medellín y Cali en los años 90. Los investigadores calculan que entre el 70 y el 90 por ciento de toda la cocaína que llega a Estados Unidos pasa por México. Es más, incluso han internacionalizado su actividad. Como señaló el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez, “los sicarios ya no tienen una patria, sino que las invaden todas: el cartel de Sinaloa tiene laboratorios en la provincia de Buenos Aires, las bandas que actúan en las sombras imponen guerras en las favelas de Río de Janeiro o en las villas de San Martín o Boulogne”.
En otras palabras, en la guerra se ha invertido mucho dinero, esfuerzo y sangre, pero no ha dado el resultado esperado. Por el contrario, ha aumentado el poder de las mafias del narcotráfico. El Chapo Guzmán, por ejemplo, de quien se dice que controla entre el 30 y 40% de las drogas que ingresan a Estados Unidos, tiene una riqueza de más de mil millones de dólares (ver recuadro). El Procurador General de México en el 2009, Eduardo Medina, precisó que el flujo de efectivo desde los consumidores estadounidenses a México sumaba unos diez mil millones de dólares anuales. Una cantidad de dinero que no sólo alcanza para incursionar en nuevos mercados, como sucede desde el 2000 con el de las metanfetaminas, sino también para adquirir todo tipo de armamentos -desde pistolas hasta granadas y fusiles AK-47- y sobornar -“aceitar”, le dicen- las estructuras encargadas de reprimirlos.
Con semejantes bolsas de premio, cada vez que cae un capo siempre hay varios aspirantes a mafiosos dispuestos a reemplazarlos. La muerte del colombiano Pablo Escobar Gaviria o la detención del mexicano Rafael Caro Quintero son prueba de ello. El resto, la “carne de cañón”, los “burros” que transportan la droga y los grupos de choque que protegen el negocio, es lo que sobra en los países proveedores, donde reina la pobreza y los policías desocupados o mal pagos.
Por eso es un error, como señalan muchos analistas, creer que el problema del narcotráfico en México, como en otros países latinoamericanos, puede tener una solución militar. No hay balas suficientes en el mundo que puedan acabar con los “cañonazos” que diseminan millones de dólares a diestra y siniestra y con un mercado que paga lo que se le pida con tal de meterse lo que sea por las venas o la nariz. Las balas, en suma, no deben apuntar a los narcotraficantes, sino al blanco principal, sin el cual no habría narcotraficantes: el corazón del negocio.
La marihuana o la cocaína no valen casi nada en sus lugares de origen. Pero cada vez que un cargamento pasa de mano en mano con destino a Estados Unidos, cada vez que hay un decomiso o se desbarata un laboratorio, el valor de la mercadería aumenta exponencialmente y se convierte en un incentivo para la larga cadena del narcotráfico, que se extiende, vía lavado de dinero, a instituciones financieras, constructoras y los más diversos negocios de compra y venta.
La faceta más visible del negocio es la misma guerra, alimentada por los millones de dólares que la “aceitan” a un lado y al otro de la frontera. Alguien se pregunta, por ejemplo, por qué la DEA, que hace gala de tanta efectividad al sur del Río Bravo, nunca logra desmantelar las grandes redes de distribución que reparten drogas a lo largo y ancho de los casi diez millones de kilómetros cuadrados que tiene Estados Unidos ni captura a ninguno de sus grandes capos. O alguien investiga, para seguir con los ejemplos, de dónde salió tanto billete verde, tanto “cash” fresco, para desatar el boom multimillonario que tuvo la construcción en Miami a fines del siglo pasado y principios del presente.
Sin embargo, la corrupción, como la guerra misma, es sólo la punta del iceberg. En este caso, al menos, matar al perro no termina con la rabia.
Lo que hace que la rabia se siga esparciendo son las condiciones que cimentan el suculento negocio del narcotráfico, tanto en México y en América Latina como en los países consumidores. Las mafias que producen y exportan drogas no tendrían razón de existir si no hubiera una fuerte demanda. Y esta demanda, que compra con avidez todo lo que le cae en sus manos, está indisolublemente ligada a la prohibición. La historia de Estados Unidos da un buen ejemplo. Los 13 años que mantuvieron a sangre y fuego la “ley seca” (1920-1933) sólo sirvieron para fomentar el alcoholismo, causar más de cien mil víctimas entre muertos a balazos y enfermos por ingestión de productos adulterados, promover todo tipo de crímenes y delitos y desatar una corrupción que abarcó a una tercera parte de las fuerzas que debían combatirlos.
Pero la sola idea de legalizar el consumo de drogas pone los pelos de punta a muchos sectores de la sociedad, en particular a los más conservadores y a los que lucran con los “derivados” de la guerra. Sin ninguna base científica, enarbolando tabúes religiosos o pretendidamente morales, rechazan lo obvio, el sentido común: que la drogadicción, al igual que el alcoholismo o el tabaquismo, debe ser tratada como una enfermedad y no como un delito. Les parece inconcebible propuestas como la de Martínez, quien explicó que “no se trata de alentar el consumo, sino de controlarlo mejor, invirtiendo esos mismos millones en salud pública y en campañas efectivas que no demonicen al consumidor ni lo atemoricen con un destino de represión y cárcel”. Por el contrario, aunque la historia y las estadísticas digan todo lo contrario, insisten en que la legalización aumentaría la demanda y siguen apostando a una guerra que cada día hace más atractivo el narcotráfico y tiñe más de sangre a países como México. En suma, por ignorancia o complicidad, terminan coincidiendo con los grandes capos de la droga. Ellos sí tienen claro que el levantamiento de la prohibición, el único “valor agregado” que eleva el precio de las drogas a las nubes, le asestaría un golpe mortal al negocio.

"El Chapo" Guzmán, en la lista de la revista Forbes (Recuadro)

“El Chapo” Guzmán, uno de los narcotraficantes más buscados de México y del mundo, se ha convertido en una leyenda que encabeza tanto las listas de la agencia antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) como la de los multimillonarios de la revista Forbes. El “chaparro” (petiso) Joaquín Guzmán Loera, con una fortuna de 1.000 millones de dólares, fue ubicado entre los hombres con más billetes del mundo, junto a otros mexicanos como el financista Alfredo Harp Helú –primo del hombre más rico del planeta, Carlos Slim Helú- y Emilio Azcárraga Jean, presidente de la mayor cadena de televisión en castellano, Televisa.
"El (el “Chapo”) no está disponible para entrevistas", dijo a la prensa Luisa Kroll, editora de Forbes, cuando Guzmán ingresó en el 2009 a la lista de millonarios. "Pero su situación financiera está bastante bien", agregó.
Su fortuna la amasó traficando drogas. Forbes calcula que los traficantes mexicanos y colombianos lavaron entre 18,000 y 39,000 millones de dólares en el 2008 provenientes de la venta al por mayor de embarques de drogas a Estados Unidos. La revista estima que el jefe del cártel de Sinaloa, estado norteño donde nació hace 56 años, obtuvo al menos un 20% de esa suma, lo suficiente para ganarse un lugar en la lista de poseedores de más de 1000 millones de dólares.
Con apenas 1,55 metros de estatura, el “Chapo” es un ejemplo vivo de que la guerra contra el narcotráfico, basada en la prohibición de las drogas y en el castigo del adicto, sólo lleva agua al molino de las grandes mafias que manejan este negocio.
Al “Chapo” le pasó de todo en su ya larga carrera delictiva. En 1993, fue detenido y condenado a 20 años de prisión. Desde la cárcel siguió dirigiendo su cartel y vivió una de sus grandes épocas de prosperidad. Pero el dinero no era suficiente y organizó su fuga, con evidente complicidad de las autoridades carcelarias. El objetivo lo logró el 19 de enero del 2001, cuando huyó de un penal de máxima seguridad al mejor estilo de las películas de hollywood: escondido en el camión de la lavandería.
Desde esa fecha se dicen muchas cosas del “Chapo”. Los “narcocorridos” exhaltan su vida fuera de la ley y su capacidad de sobrevivencia pese a que el gobierno mexicano ha ofrecido cinco millones de dólares por su captura. Se dice, por ejemplo, que cada día cambia de número de celular para evitar ser detectado. También le han pegado fuertes golpes. Sin ir más lejos, el año pasado sufrió la mayor incautación de drogas del mundo: le decomisaron 23,5 toneladas de cocaína que transportaba en un buque por el Pacífico. Pero nada de esto parece quitarle el sueño al “Chapo”. Por el contrario, sus negocios siguen viendo en popa.


Ese “daño colateral” llamado niños (Recuadro)

Los niños, como siempre, son la cara más trágica de la guerra contra el narcotráfico. Además de soportar los problemas comunes a muchos otros chicos latinoamericanos –desnutrición, insalubridad, falta de un hogar, abanono-, los de México enfrentan la violencia desatada en muchas ciudades del país entre las mafias de la droga y las fuerzas de seguridad.
Se calcula que unos 7.000 chicos y adolescentes han sido víctimas del conflicto desde el 2006, de los cuales unos 4000 fueron asesinados, en su mayoría en fuegos cruzados entre las mismas bancas o con el ejército, y los otros 3000 se quedaron huérfanos por las mismas causas.
Pero los muertos, heridos y huérfanos son sólo parte del “daño colateral” que ocasiona esta guerra en la infancia mexicana. Mucho niños ven a los narcos con admiración: tienen dinero, autos soñados, mujeres bonitas y nadie los toca. Igual que en las películas. Y cuando crecen, la falta de trabajo o los empleos mal pagos los llevan a engrosar las filas de los “ídolos” de la infancia. Sólo un ejemplo: de los 10.000 detenidos en el 2009 por delitos violentos en la ciudad fronteriza de Mexicali, la mitad eran menores de 13 años.

martes, 18 de mayo de 2010

Lo que no se dice de la crisis



Por Vicenç Navarro (*)

La crisis que están viviendo algunos países mediterráneos –Grecia, Portugal y España– e Irlanda se está atribuyendo a su excesivo gasto público, que se supone ha creado un elevado déficit y una exuberante deuda pública, escollos que dificultan seriamente su recuperación económica. De ahí las recetas que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo (BCE) y el Consejo Europeo han estado imponiendo a aquellos países: hay que apretarse el cinturón y reducir el déficit y la deuda pública de una manera radical.

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Es sorprendente que esta explicación haya alcanzado la dimensión de dogma, que se reproduce a base de fe (el omnipresente dogma liberal) y no a partir de una evidencia empírica. En realidad, ésta muestra lo profundamente errónea que es tal explicación de la crisis. Veamos los datos.
Todos estos países tienen los gastos públicos (incluyendo el gasto público social) más bajos de la UE-15, el grupo de países más ricos de la Unión Europea, al cual pertenecen. Mírese como se mire (bien gasto público como porcentaje del PIB; bien como gasto público per cápita; bien como porcentaje de la población adulta trabajando en el sector público), todos estos países están a la cola de la UE-15. Su sector público está subdesarrollado. Sus estados del bienestar, por ejemplo, están entre los menos desarrollados en la UE-15.
Una causa de esta pobreza del sector público es que, desde la Segunda Guerra Mundial, estos países han estado gobernados la mayoría del periodo por partidos profundamente conservadores, en estados con escasa sensibilidad social. Todos ellos tienen unos sistemas de recaudación de impuestos escasamente progresivos, con carga fiscal menor que el promedio de la UE-15 y con un enorme fraude fiscal (que oscila entre un 20 y un 25% de su PIB). Son estados que, además de tener escasa sensibilidad social, tienen escaso efecto redistributivo, por lo que son los que tienen mayores desigualdades de renta en la UE-15, desigualdades que se han acentuado a partir de políticas liberales llevadas a cabo por sus gobiernos. Como consecuencia, la capacidad adquisitiva de las clases populares se ha reducido notablemente, creando una economía basada en el crédito que, al colapsarse, ha provocado un enorme problema de escasez de demanda, causa de la recesión económica.
Es este tipo de Estado el que explica que, a pesar de que su deuda pública no sea descomunal (como erróneamente se presenta el caso de Grecia en los medios, cuya deuda es semejante al promedio de los países de la OCDE), surjan dudas de que tales estados puedan llegar a pagar su deuda, consecuencia de su limitada capacidad recaudatoria. Su déficit se debe, no al aumento excesivo del gasto público, sino a la disminución de los ingresos al Estado, resultado de la disminución de la actividad económica y su probada ineficacia en conseguir un aumento de los ingresos al Estado, debido a la resistencia de los poderes económicos y financieros.
Por otra parte, la falta de crédito se debe al excesivo poder del capital financiero y su influencia en la Unión Europea y sus estados miembros. Fue la banca la que, con sus comportamientos especulativos, fue creando burbujas que, al estallar, han generado los enormes problemas de falta de crédito. Y ahora están creando una nueva burbuja: la de la deuda pública. Su excesiva influencia sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (este último mero instrumento de la banca) explica las enormes ayudas a los banqueros y accionistas, que están generando enormes beneficios. Consiguen abundante dinero del BCE a bajísimos intereses (1%), con el que compran bonos públicos que les dan una rentabilidad de hasta un 7% y un 10%, ayudados por sus agencias de cualificación (que tienen nula credibilidad, al haber definido a varios bancos como entidades con elevada salud financiera días antes de que colapsaran), que valoran negativamente los bonos públicos para conseguir mayores intereses. Añádase a ello los hedge funds, fondos de alto riesgo, que están especulando para que colapse el euro y que tienen su base en Europa, en el centro financiero de Londres, la City, llamada el “Wall Street Guantánamo”, porque su falta de supervisión pública es incluso menor (que ya es mucho decir) que la que se da en el centro financiero de EEUU.
Como bien ha dicho Joseph Stiglitz, con todos los fondos gastados para ayudar a los banqueros y accionistas se podrían haber creado bancos públicos que ya habrían resuelto los problemas de crédito que estamos experimentando (ver mi artículo “¿Por qué no banca pública?”, en www.vnavarro.org).
En realidad, es necesario y urgente que se reduzca el sobredimensionado sector financiero en el mundo, pues su excesivo desarrollo está dañando la economía real. Mientras la banca está pidiendo a las clases populares que se “aprieten el cinturón”, tales instituciones ni siquiera tienen cinturón. Dos años después de haber causado la crisis, todavía permanecen con la misma falta de control y regulación que causó la Gran Recesión.
El mayor problema hoy en la UE no es el elevado déficit o deuda (como dice la banca), sino el escaso crecimiento económico y el aumento del desempleo. Ello exige políticas de estímulo económico y crecimiento de empleo en toda la UE (y muy especialmente en los países citados en este artículo). No ha habido una crisis de las proporciones actuales en el siglo XX sin que haya habido un crecimiento notable del gasto público y de la deuda pública, que se ha ido amortizando a lo largo de los años a base de crecimiento económico. EEUU pagó su deuda, que le permitió salir de la Gran Depresión, en 30 años de crecimiento. El mayor obstáculo para que ello ocurra en la UE es el dominio del pensamiento liberal en el establishment político y mediático europeo, imponiendo políticas que serán ineficientes, además de innecesarias. Y todo para asegurar los beneficios de la banca. Así de claro.

(*) Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University

jueves, 13 de mayo de 2010

De la mala a la peor


Por Juan Gelman (Página 12, Buenos Aires)

Se apaga el concierto de voces que proclaman la salida de la crisis económica mundial: el sismo europeo es una fuerte réplica del epicentro que sacude a EE.UU. desde el 2008. Hasta el FMI subraya que las medidas adoptadas para salvar a Grecia son apenas calmantes de una enfermedad grave. Pero no explica en qué consiste el mal. Sólo propone la “cura” de las medidas de ajuste que afectan a millones y millones de habitantes del planeta.

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El distinguido profesor emérito de Economía de la Universidad de Ottawa, Michael Chossudovsky, y el investigador independiente Andrew Gavin Marshall acaban de reunir en el volumen titulado The Global Economic Crisis. The Great Depression of the XXI Century (Global Research Publishers, Centre for Research on Globalization, Montreal, 2010) los trabajos de 16 especialistas que exploran a fondo las causas y consecuencias de un fenómeno que no se debe precisamente a un puñado de banqueros sin escrúpulos, como Barack Obama propone: es el desemboque de un largo proceso de cambio del modelo económico occidental que se inició en los años ’80. La llamada “desregulación” que nació entonces estuvo normada por la implantación progresiva de complejos instrumentos creados por el aparato financiero.

Los editores sintetizan las conclusiones de los estudiosos en el prólogo de la obra (www.globalresearch.ca, 9-5-10). La central: “La humanidad se encuentra en la encrucijada de la crisis económica y social más grave de la historia moderna”. Se subraya que no consiste sólo en la burbuja inmobiliaria que estalló hace dos años: el hundimiento de los mercados financieros en el período 2008/09 fue secuela del fraude institucionalizado y la manipulación financiera. En obediencia, claro, a la ley del beneficio máximo.

Es notorio que esto ensancha las distancias entre base y cima sociales en materia de distribución del ingreso nacional. Un estudio que el profesor Emanuel Saez, del Departamento de Economía de la Universidad de Berkeley, llevó a cabo hace dos años revela que en EE.UU. ese distanciamiento “es particularmente brutal a partir de los ’80: el 10 por ciento más rico (de la población) acaparaba el 35 por ciento del ingreso nacional en 1982, una proporción que alcanza el 50 por ciento 25 años después, reinstalando la situación que precedió al crac de la Bolsa en 1929” ( , 15-3-08). Pese a las declaraciones optimistas de la Casa Blanca, el desempleo en la superpotencia va en aumento.

Otros análisis inquietantes se resumen en el prólogo de The Global Economic Crisis: esta recesión económica no tiene un origen acotado, sino que se inscribe en el desarrollo de una militarización a escala mundial. “La dirección de la ‘guerra prolongada’ del Pentágono se vincula estrechamente con la reestructuración de la economía global..., la arquitectura financiera global alimenta objetivos estratégicos y de seguridad nacional. A cambio, la agenda militar de EE.UU. y la OTAN sirve de apoyo a una poderosa elite empresarial que socava incesantemente las funciones del gobierno civil.”

El traslado de una ingente masa de capital a las actividades financieras ha “desmaterializado” la producción y provocado un cambio estructural en la economía estadounidense: crece el número de quiebras de empresas pequeñas y medianas, al mismo tiempo que la economía de guerra, engordada por un presupuesto de defensa de casi un billón de dólares, goza de muy buena salud. La industria de armas de alta tecnología y la contratación de mercenarios para las guerras de Irak y Afganistán conocen, entre otros, un esplendor sin precedentes. “Basta echar un vistazo a la escalada (bélica) en el Medio Oriente y Asia Central, así como a las amenazas de EE.UU. y de la OTAN dirigidas a China, Irán y Rusia, para percibir hasta qué punto la guerra y la economía están íntimamente vinculadas.”

Las relaciones de la banca con el complejo militar-industrial y los gigantes del petróleo, el papel central que la política monetaria desempeña en la recesión, el peso de la deuda pública y privada, las repercusiones socioeconómicas y políticas que acarrearon las reformas del libre mercado, son aspectos que, entre otros, escrutan analistas destacados como Claudia von Werlhof, Richard C. Cook y Peter Dale Scott. Desde distintos puntos de vista y desde disciplinas diferentes, todos los autores coinciden –señala el prólogo– en que se trata de una crisis con alcances verdaderamente mundiales que influyen en todas las naciones y en todas las sociedades. La estadounidense incluida, desde luego.

“Nunca vi algo semejante –señaló Noam Chomsky sobre el estado de ánimo imperante en EE.UU. (www.legrandsoir.info, 24-4-10)–. Escucho la radio para enterarme de lo que dicen los que llaman por teléfono. ¿Qué me pasa?, se preguntan. Hice todo lo que me dijeron que hiciera. Soy un buen cristiano. Trabajo duro para mantener a mi familia. Tengo un arma. Creo en los valores de este país y, sin embargo, mi vida se derrumba.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Libertad de expresión



Por Ezequiel Fernández Moores (La Nación, Buenos Aires)

"Los republicanos también compran zapatillas". Es una de las frases más célebres en la historia del deporte. La pronunció Michael Jordan en 1990. Querían que el ídolo hablara para frenar el triunfo electoral de Jesse Helms, un político racista, homofóbico, amigo de las dictaduras latinoamericanas, del Ku Klux Klan y del apartheid sudafricano. Pero Jordan recordó que tenía un contrato de 20 millones de dólares con Nike. Los ídolos deportivos no deben "abusar de su liderazgo" para influenciar a sus seguidores, dijeron sus defensores. Además, agregaron, "el deporte debe mantenerse separado de la política". Veinte años después, los Suns de Phoenix, sepultaron la máxima de Jordan. El play off que liquidaron el pasado domingo ante los Spurs de Manu Ginóbili significó algo más que un triunfo deportivo. Marcó un hito para los estudiosos de los vínculos entre el deporte y la política. Comparable a la negativa de Muhammad Alí a combatir en Vietnam en 1965 y al podio rebelde de México 68 de los atletas negros Tommie Smith y John Carlos.

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Arizona está convulsionada por la nueva ley antiinmigración de la gobernadora Jan Brewer, que faculta a la policía a exigir papeles a quienes pueda sospechar que son indocumentados. ¿Cómo reconocer a un indocumentado? "Por su ropa, pero especialmente por su conducta", respondió el senador Brian Bilbray, de California. Los Suns, como muchos otros, entendieron a la ley como una cacería del inmigrante latino. El patrón del equipo, Robert Sarver, acordó con los jugadores que salieran al segundo partido contra los Spurs con una camiseta que decía "Los" Suns, en español. El canadiense Steve Nash, líder del equipo, y que ya en 2003 había salido a la cancha con una camiseta que criticaba la invasión a Irak, fue otra vez la voz cantante. Robert Kerr, ex compañero y gran amigo de Ginóbili en los Spurs, y actual gerente general de los Suns, calificó de "nazi" a la iniciativa. Senadores republicanos le exigieron que se rectificara. La mayoría de los mensajes que llegaron al diario The Arizona Republic a los Suns recordaban que al menos el 60 por ciento de la población de Arizona aprueba la ley. "Shut up and play" (Cállense y jueguen), decían carteles que los propios hinchas de los Suns exhibieron ese día a sus jugadores. Fuera del estadio, unas tres mil personas marchaban con camisetas de "Los" Suns. Fue una previa inusual para la trasmisión de la TV. "Me saco el sombrero con la decisión de Sarver", expresó en estudios el ex jugador Charles Barkley ante Ernie Johnson, un periodista deportivo cada vez más incómodo con el rumbo que tomaba la trasmisión. Nash y sus compañeros sabían lo que arriesgaban. No sólo volvieron a ganar esa noche. Triunfaron también en los dos partidos siguientes. Fue un 4-0 rotundo. Jugaron como nunca antes. En el último, el domingo por la noche, a Nash le cerraron un ojo de un codazo. Terminó ofreciendo un recital.

Los Suns recibieron apoyo de los Spurs y de la propia NBA, habitualmente reacia a definiciones políticas. Hasta Barack Obama saludó su gesto. Muchos esperan ahora que también el béisbol se pronuncie. Que defienda a sus jugadores, el 27 por ciento de los cuales son de origen latino. Se pide que la Major League Baseball (MLB) desplace a Phoenix como sede del Juego de las Estrellas de 2011. Y que se declare un boicot contra el equipo local, los Arizona Diamondbacks. El patrón del equipo, Ken Kendrick, se vio obligado a admitir que había aportado dinero a los candidatos republicanos, pero aclaró que no apoya la ley. Sus defensores dieron amplio detalle de fundaciones a las que él aporta dinero y que ayudan a niños latinos. La gobernadora Brewer escribió en la página web de ESPN que no tiene sentido impulsar boicots y, mucho menos, mezclar al deporte con la política. Brewer defendió la ley, afirmó que debió actuar porque Arizona es un estado fronterizo que sufre los clanes de la droga y del tráfico de personas que actúan desde México, que Phoenix se había convertido en la ciudad de Estados Unidos con mayor cantidad de secuestros (316 en 2009), que no podía aguardar más "la inacción" de Obama y que su ley no es racial y, mucho menos, nazi.

En lugar de triples o home runs, el deporte pasó a hablar de "progres" o "nazis". Así debe ser, afirma el periodista y escritor de deportes Dave Zirin. Califica de hipócrita a Kendrick, el patrón de los Diamondbacks. Por un lado dice que no apoya la ley, pero, por otro, cederá su estadio para un mitín del senador Jonathan Paton, uno de los más furiosos defensores de la ley. Paton, agrega Zirin, tiene un estrecho vínculo con Russell Pearce, el senador ex combatiente en Irak que inspiró la ley. La TV mostró imágenes de Pearce reunido con líderes neonazis como J.T.Ready y John Birch y un correo electrónico antisemita que el senador reenvió en 2006 a sus seguidores. La revelación incomodó a quienes defienden la ley y se indignan con el calificativo de "nazi". Kerr no fue el único que lo utilizó. "No puedo imaginarme a Arizona utilizando las técnicas de la alemania nazi y de la Rusia comunista para perseguir a los sospechosos", expresó Roger Mahony, arzobispo de Los Angeles. ¿Acaso no fue justamente Arizona el estado que resistió largos años a aceptar el día feriado en homenaje a Martin Luther King? ¿Y no fue acaso la presión del deporte la que ayudó a cambiar esa postura? La National Football League (NFL, football americano) quitó a Arizona su condición de sede del Superbowl de 1993. La decisión, se dijo entonces, fue clave para que un año después los votantes de Arizona aprobaran finalmente adherir al feriado en honor al luchador por los derechos civiles asesinado en 1968. Los manifestantes que protestan ahora ante cada juego de los Diamondbacks pretenden que la MLB (béisbol) haga lo mismo con su Juego de las Estrellas de 2011. Quieren que el deporte se sume a otros sectores que ya comenzaron a boicotear a Arizona. ¿Acaso no fue un beisbolista, Jackie Robinson, un pionero que en 1947 rompió barreras raciales?

También la Major League Soccer (MLS, nuestro fútbol), que tiene a más del cuarenta por ciento de sus jugadores nacidos en Latinoamérica, evalúa si deberá excluir a Phoenix como subsede si la FIFA designa en diciembre a Estados Unidos como país organizador del Mundial 2018 o 2022. "Odio decirlo, pero ¿por qué debería darle un valor especial a la opinión política de un deportista que gana millones? El deporte cruza razas, colores y política y dos hinchas de un mismo equipo, aún cuando piensen lo opuesto, pueden hablar allí un lenguaje común. Cuando los atletas llevan al deporte las divisiones de afuera destrozan una ilusión, como cuando Jim Carrey encontró que su vida era el Truman Show", escribió el periodista Greg Salvatore. "Les pagamos para que nos sirvan de escape", coincidió su colega Skip Bayless. El deporte, dicen sus estudiosos, suele disfrazar de neutralidad posturas conservadoras. Y está cada vez más atado a sus patrocinadores. La asunción de Obama, sin embargo, desató fanatismos y leyes como las de Arizona. Consciente del peligro, Obama recomendó hace unos días leer qué dicen los que piensan distinto. "Puede que te hierva la sangre, pero es esencial para una eficaz convivencia".

El mercado laboral de Estados Unidos, contaba hace unos días el periodista Andrés Oppenheimer, demanda hasta 500.000 trabajadores no cualificados por año. El actual sistema inmigratorio autoriza apenas 5.000 visados anuales. Hay gente que lleva veinte años pidiendo su visa. Terminan entrando ilegalmente. Once millones de inmigrantes carecen de papeles en Estados Unidos. Casi medio millón están en Arizona, ex territorio mexicano. Una crónica reciente recordó la letra de "Somos más americanos", un corrido que cantan Los Tigres del Norte. "Ya me gritaron mil veces que me regrese a mi tierra porque aquí no quepo yo. Quiero recordarle al gringo: yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó…Ellos pintaron la raya para que yo la brincara y me llaman invasor… Nos quitaron ocho Estados. ¿Quién es aquí el invasor? Soy extrajero en mi tierra. Y no vengo a darles guerra. Soy un hombre trabajador". Del hombre trabajador, justamente, depende la pasión del deporte. Michael Jordan no tenía razón. "El deporte –escribió Paola Boivin en The Arizona Republic- sirve para algo más que para vender zapatillas".

sábado, 8 de mayo de 2010

miércoles, 5 de mayo de 2010

¡Al diablo los inmigrantes!


Por Raymundo Riva Palacio (El País, Madrid)

Arizona nos llena hoy la boca de horror y galvaniza nuestros peores presentimientos sobre un país que no ha logrado superar sus traumas desde la Guerra Civil. Pero Arizona no es un síntoma de lo que está sucediendo en Estados Unidos, ni de las contradicciones en su sociedad o de su polarización. Subraya sí, una tendencia de años en contra del multiculturalismo, al cual han atacado desde liberales como Arthur Schlesinger Jr. -quien fuera muy cercano al presidente John F. Kennedy-, hasta un halcón de la política como Samuel Huntington, y muestra también una derechización ideológica que a muchos está preocupando.

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Si Sarah Palin, la ex gobernadora de Alaska y ex candidata a la vicepresidencia es ahora una de las figuras emergentes más populares entre los republicanos, si hay un movimiento tan beligerante como conservador denominado el Tea Party, con el cual se reconocen dos de cada 10 estadounidenses, que está organizando protestas contra el gobierno en todo el país, y si al propio Barack Obama, que nació y creció en el universo multicultural de Hawai lo señalan de haber nacido en Kenia, sugiriendo que su Presidencia es inconstitucional, ¿qué pueden esperar las personas de piel cobriza y ojos oscuros, sin gran estatura ni fortachones, católicos y no protestantes que se sienten agredidos por la ley antiinmigrantes en Arizona?
El alegato contra el multiculturalismo es que la inmigración a Estados Unidos afecta al tejido social y la vida del estadounidense común y corriente. Los inmigrantes, continúa la argumentación, no comparten los valores tradicionales estadounidenses y prefieren seguir fieles a sus viejas culturas, sin querer asimilarse a aquella en donde ahora viven. Esta nación, fundada por inmigrantes, repele hoy a los inmigrantes cuando estos no encuadran en el estereotipo de los peregrinos que edificaron el primer asentamiento de la colonia en Plymouth ni llevan en los genes el significado del Día de Gracias.
La nueva ley antiinmigrante en Arizona ha sido descrita como la más regresiva en Estados Unidos, y se combatirá en las cortes, que tendrán mucho trabajo. Arizona fue el primero de una decena de estados que quieren leyes similares en contra de inmigrantes, y que están respaldados por una creciente ola de opinión pública que sí quieren la mano dura contra quienes se encuentren sin documentos en Estados Unidos. Cierto, tiene más apoyo en Estados Unidos de los que muchos les gusta admitir.
Según el reconocido Rasmussen Report, el 60% de los estadounidenses aprueban la ley que recién firmó la gobernadora Jan Brewer, contra el 31 por ciento de oposición. El 44%, en reflejo de uno de los argumentos más fuertemente esgrimidos contra la inmigración, asegura que será bueno para la economía, y que los inmigrantes dejarán de robar empleos para los estadounidenses o los inmigrantes con documentos. Esta justificación es tramposa y esconde el fondo del fenómeno.
Hace algunos años, el ex presidente mexicano Vicente Fox, en una simplificación del debate, dijo que los mexicanos hacían trabajos en Estados Unidos que ni los negros querían hacer. En casos reales, no hay mejores trabajadores que los oaxaqueños en la pizca de la fresa en el sur de California, por su baja estatura que les permite ser muy rápidos. Tampoco hay más eficientes y veloces en limpieza de edificios que los mexicanos, a quienes llueven contratos a lo largo de la costa este de Estados Unidos.
Los mexicanos han ido ocupando gradualmente en las dos últimas décadas cada plaza de trabajo en industrias que antes estaban copadas por los negros. Producen tabaco en Carolina del Norte y empacan pollos en Alabama y Tennessee. Han abierto restaurantes en el corredor industrial y agrícola en los estados que colindan en la parte central del país con Canadá, y prácticamente monopolizan el trabajo en servicios en ciudades como Las Vegas. Muchos de ellos son indocumentados.
Cuando el huracán Katrina devastó Nueva Orleans, fueron los mexicanos quienes llegaron a hacer los trabajos de limpieza y las primeras obras de reparación, como sucedió en 1996, cuando al no verse cómo se concluirían las instalaciones deportivas en tiempo para la inauguración de los Juegos Olímpicos en Atlanta, las autoridades migratorias cerraron los ojos para que entraran mexicanos, sin documentos, a salvarles la fiesta.
El equipo de futbol más popular en Estados Unidos es México, según reportó esta semana The Wall Street Journal. Por eso se ha vuelto un éxito de taquilla: 90,000 espectadores en el Tazón de las Rosas en Pasadena, California, contra Nueva Zelanda, 63,000 en Carolina del Norte contra Islandia, y próximamente se esperan otros 80,000 en el juego contra Ecuador en Meadowlands, Nueva Jersey, cerca de la ciudad de Nueva York, donde nadie podría pensar, por los gritos y la algarabía, que se juega en un país que no es México. El seleccionado local, en comparación, no logra meter más del 50% de esa taquilla.
El tema de fondo en la discusión que atañe a México no es el económico o el proceso de integración que están siguiendo los mexicanos en Estados Unidos, sino el de la discriminación y el racismo. Pero este fenómeno, que galopa libremente por esa nación ante la preocupación e impotencia de muchos, no es sino uno más de los componentes ideológicos que se están sucediendo aceleradamente en esa nación, y que muestran una radicalización ideológica hacia la derecha en campo abierto y con más adeptos cada vez.
Su voz más beligerante es la cadena Fox, cuyos noticieros en los sistemas de cable tienen más audiencia que los noticieros combinados de CNN, MSNBC y CNBC. Sus conductores, en los programas hablados, caracterizados por la virulencia y tonos inflamatorios de sus palabras, arrasan a sus competidores. Glenn Beck, antiinmigrante de cepa, tiene casi 600 mil más televidentes que Larry King y Anderson Cooper juntos. Ambos, combinados, apenas si empatan el rating de Bill O'Reilly, otro extremista del micrófono.
No es gratuito que la televisión más ideológica, la que rebasa los parámetros del conservadurismo y está totalmente despreocupada por los equilibrios y la ponderación, sea la más vista en Estados Unidos. Para allá está caminando esa nación, que se ha quitado el pudor y la vergüenza de que se le tilde de derechosa. "No culpen a Arizona", escribió este domingo en The New York Times el columnista Frank Rich. "El estado del Gran Cañón solamente estuvo en el lugar correcto en el momento preciso para inclinarse hacia el lado oscuro. Su histeria es otro síntoma de un virus político que no puede ponerse en cuarentena y cuya cura es aún desconocida".
Lo que dice es que las cosas se pondrán peor. Hoy mandan al diablo a los inmigrantes, pero esa enfermedad avanzará por encima de ellos y sobre cosas aún inimaginables.

lunes, 3 de mayo de 2010

Un poco más de respeto


Por Eduardo Aliverti (Página 12, Buenos Aires)

Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.

Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas.

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Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.

Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.

Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.

Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.

De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.

Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.

sábado, 1 de mayo de 2010

El primer Mundial en África, ¿un evento excluyente?



Por Peter Wonacott (The Wall Street Journal)

Ciudad del Cabo.- Con la llegada del Mundial este junio a Sudáfrica, la máquina de marketing de la entidad que gobierna las federaciones de fútbol de todo el mundo y sus estrictas reglas sobre el uso de las marcas registradas colisionan con todo tipo de negocios, grandes y pequeños.
Cuando la aerolínea de bajos costos Kulula.com quiso vender vuelos a ciudades sede de partidos de la Copa del Mundo, la compañía lanzó un anuncio en el que se describía como "la Aerolínea Nacional No Oficial de 'Ya-Sabe-Qué'". El anuncio mostraba a un jugador, varios balones de fútbol y la bandera sudafricana.

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Ni en sueños, contestó la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). Abogados de la organización acusaron a Kulula de "marketing de emboscada", alegando que el anuncio asociaba ilegalmente a la aerolínea con el Mundial de la FIFA en Sudáfrica, protegido por la ley de marcas registradas.
La advertencia llevó a Kulula a modificar su publicidad. Entre otros cambios, reemplazó los balones con una bola de discoteca, la bandera por un silbato y le quitó los medias y los botines de fútbol al jugador.
La FIFA informa que está investigando más de 400 casos relacionados con violaciones de marcas registradas en Sudáfrica. Mientras tanto, las reglas de la FIFA sobre quiénes pueden vender artículos cerca de los estadios se están colisionando con los pequeños negocios y los vendedores callejeros sudafricanos.
El tema es particularmente preo cupante en Sudáfrica, un país con una de las mayores disparidades de ingresos en el mundo y con una tasa de desempleo de casi 25%. Mucha gente pobre se gana la vida en las calles, vendiendo desde plumeros a camisetas de fútbol no oficiales en las veredas y ventanillas de vehículos.
Es la primera vez que el Mundial se juega en territorio africano, una decisión que busca no sólo subrayar la naturaleza global del deporte sino también mostrar el apoyo a las economías emergentes del continente. El gobierno sudafricano se embarcó en una enorme tarea de construcción de carreteras, líneas férreas y estadios para prepararse para la avalancha de visitantes, lo que avivó las esperanzas de creación de empleos y de un repunte del crecimiento económico. Desde que salió de una difícil recesión a finales del año pasado, el país espera casi con desesperación obtener dividendos del Mundial.
El secretario general de la FIFA, Jérôme Valcke, dice que cuesta US$1.000 millones organizar el Mundial de Sudáfrica, y los acuerdos publicitarios exclusivos son necesarios para financiar el evento. Esta es la razón por la que la FIFA está colaborando con las autoridades para ahuyentar a quienes practican el "marketing de emboscada", agrega.
Los patrocinadores como Adidas AG, Coca-Cola Co. y la aerolínea Emirates pueden vincular sus marcas al torneo de fútbol y sus famosos logotipos oficiales. Si bien la FIFA declinó revelar las cifras publicitarias, un veterano de la industria con conocimiento de las tarifas actuales afirma que algunas multinacionales están pagando de US$250 millones a US$300 millones por un acuerdo de ocho años, o US$30 millones a US$40 millones por año.
La FIFA asevera que los negocios del Mundial se extenderán mucho más allá de los grandes nombres corporativos. El organismo cita estudios de la consultora Grant Thornton LLP que estiman que casi medio millón de visitantes acudirán a Sudáfrica para los partidos, lo que generará unos US$2.600 millones en ingresos y creará unos 415.000 empleos.
Sin embargo, en algunas ciudades, las autoridades sudafricanas se enfrentan al malestar de los pequeños negocios que se sienten marginados por el evento. La FIFA está colaborando con la policía para bloquear las ventas y la publicidad no autorizadas alrededor de los estadios en las llamadas Zonas de Exclusión, de entre medio kilómetro y tres kilómetros, dependiendo del estadio. El organismo señala que busca formas de integrar a los artesanos locales y a algunos propietarios de comercio en las zonas donde se concentrará un gran número de espectadores.
En Johannesburgo y en la capital de Sudáfrica, Pretoria, los vendedores ambulantes se quejan de que no se les permitirá acceso a las zonas cercanas a los estadios para vender sus productos en las áreas con mayor tráfico de peatones, afirma David Cote, miembro de la organización Abogados por los Derechos Humanos en Pretoria.
Funcionarios sudafricanos involucrados en el Mundial dicen que los vendedores ambulantes necesitan ajustarse a las reglas, al igual que los comerciantes de todo el mundo. Este cumplimiento no va a ser fácil, especialmente para los millones de personas que pertenecen a las clases más bajas de la sociedad sudafricana. Ester Nongauza, que opera junto a su hijo un puesto de snacks y cigarrillos en la estación de tren de Ciudad del Cabo, sospecha que no podrá vender durante la Copa del Mundo, ya que está cerca de un parque designado para aficionados. "Si nos quedamos en casa, no tenemos nada", dice.

Garzón en números

lunes, 26 de abril de 2010

Antanas Mockus avanza en las encuestas presidenciales en Colombia



Por Inti Landauro y David Luhnow (The Wall Street Journal)

Un ex alcalde conocido por sus apariciones y actitudes excéntricas se ha colocado al frente de las encuestas para las elecciones presidenciales de Colombia del próximo mes, un hecho sorprendente que podría representar un cambio de liderazgo en el principal aliado regional de Washington.

Antanas Mockus, un profesor de matemáticas e hijo de inmigrantes lituanos, se encuentra en un empate técnico con el hasta ahora líder en los sondeos, Juan Manuel Santos, el ex ministro de Defensa bajo el popular presidente Álvaro Uribe, según una nueva encuesta divulgada el jueves por la noche.
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Mockus, candidato del Partido Verde, obtuvo 34% de la intención de voto, frente al 35% de Santos, según el estudio de la firma especializada Centro Nacional de Consultoría (CNC), que cuenta con un margen de error de tres puntos porcentuales.

Un dato crucial del sondeo reveló que, en una segunda vuelta, Mockus se impondría con 50% de los votos frente al 44% que obtendría Santos. Es la primera vez que una encuesta muestra al candidato del oficialista Partido Social de Unidad Nacional (Partido de la U) como perdedor en una segunda vuelta, en la que participarían los dos aspirantes más votados si ninguno se alza con más de 50% de los votos válidos en la primera ronda.
[Mockus]Associated Press

Antanas Mockus

Hasta el mes pasado, el apoyo a Mockus en los sondeos no superaba 10%. Pero su mensaje independiente está calando hondo en los votantes que desean un cambio después de ocho años de presidencia de Uribe, a quien la Constitución le prohíbe presentarse a un tercer mandato.

Al mismo tiempo, Mockus se ha comprometido a continuar las exitosas políticas de seguridad interna manteniendo la mano dura contra los grupos guerrilleros izquierdistas, un mensaje dirigido a los votantes moderados y a Washington, que mantiene una estrecha relación con Uribe.

"Es difícil recordar un avance tan sorprendente. Es un fenómeno", dijo Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, un centro de investigaciones independiente con sede en Washington. "Ahora mismo los colombianos son una paradoja: en este caso, quieren continuidad y cambio al mismo tiempo. Les gustan las políticas de Uribe, pero están cansados de su estilo político desafiante", dijo.

Bajo Uribe, Colombia ha reducido considerablemente la influencia de los grupos guerrilleros que desestabilizaron al país durante décadas y disfrutado de un auge económico. El país andino es uno de los principales receptores de ayuda estadounidense bajo el Plan Colombia, destinado a combatir el narcotráfico en el principal país productor de cocaína del mundo. Santos es más conocido y cuenta con una amplia trayectoria en temas de seguridad. Sin embargo, EE.UU. parece tener confianza en que habrá una continuidad en las políticas colombianas en temas clave como la seguridad y el comercio, independientemente de quién resulte vencedor en los comicios, dijo Shifter.

Mockus, un independiente que ha evitado a los partidos tradicionales del país, es más conocido por sus dos mandatos como alcalde de Bogotá, durante los cuales se desplomaron los índices de criminalidad. El candidato combinó una imaginativa forma de ser, en la que llegó a disfrazarse de superhéroe y a usar mimos para avergonzar a los conductores para que respetaran los semáforos, con otra línea más dura en relación al crimen y el gasto público.

Muchos colombianos lo consideran un excéntrico. Celebró su boda en un circo montado en un elefante, y se duchó ante las cámaras de televisión para mostrar a los bogotanos cómo ahorrar agua mientras se enjabonan.

Santos, perteneciente a una familia bogotana históricamente influyente y estandarte del Partido de la U del presidente Uribe, ha sido el candidato favorito desde que la Corte Constitucional de Colombia prohibió este año al actual presidente a presentar su candidatura para un tercer mandato.

Entre los asesores de Mockus se encuentran otros dos ex alcaldes de Bogotá, incluido Enrique Peñalosa, quien construyó carriles para bicicletas y lanzó un servicio de autobuses municipales que ha sido imitado en muchos países en desarrollo. Su candidato a la vicepresidencia es Sergio Fajardo, un popular ex alcalde de Medellín.

Cuando se unió a la campaña de Mockus el mes pasado, Fajardo, un matemático como Mockus, bromeó: "Vamos a demostrar que cuando dos matemáticos se suman, multiplican".

Mockus tal vez carezca del puño de hierro necesario para enfrentarse a los grupos guerrilleros del país y al presidente venezolano Hugo Chávez, dijo Rupert Stebbings, analista de mercado de la firma local de corretaje Interbolsa.

La precaria situación de Mockus en el Congreso —donde el Partido Verde sólo cuenta con cinco escaños en el Senado y tres en la Cámara de Representantes—, también supone una desventaja, añadió Stebbings.

Algunos analistas señalaron que el éxito de Uribe frente a grupos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) significa que los votantes están listos para centrarse en otros temas más allá de la seguridad nacional.

"El éxito de Uribe para reducir la violencia ahora le perjudica a Santos", dijo Laura Gil, una analista política y columnista de Bogotá. "La gente ya no considera que sea su principal preocupación".

¿Palestina soberana?


Por Moisés Naím (El País, Madrid)

¿Qué pasaría si Palestina declara su independencia? No es una especulación ni un escenario descabellado. Es lo que Salam Fayad, el primer ministro palestino, ha dicho que hará si no logra un acuerdo con Israel. De hecho, en Washington y otros centros de poder corre el persistente rumor de que la declaración de independencia de Palestina es una posibilidad real e inminente. Y que, en vista del aislamiento internacional de Israel, de su deteriorada relación política con Estados Unidos y de la popularidad de la causa palestina en el mundo, un buen número de países se apresurarían a reconocer el nuevo Estado.
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La declaración de independencia es un gesto que promete más de lo que significa en la práctica

El estancamiento del proceso de paz, la falta de una "hoja de ruta" creíble que ofrezca una esperanza de progreso en las relaciones entre palestinos e israelíes, la futilidad de las gestiones de George Mitchell, el negociador estadounidense nombrado por el presidente Obama a los dos días de ocupar la Casa Blanca y, sobre todo, la debilidad política tanto del Gobierno de Israel como de la Autoridad Palestina son, entre otras, las condiciones que hacen plausible la idea de que los palestinos declaren unilateralmente su independencia. Esto no solucionará el problema, pero obviamente cambiará la situación.

Un factor que ha contribuido a hacer factible este escenario es la fragmentación política que sufre Israel y las consecuencias que esto tiene en términos de su aislamiento internacional. En teoría, la democracia implica gobiernos que representan el sentir y las preferencias de la mayoría de sus gobernados. En la práctica, a veces ocurre que los intereses más defendidos por el gobierno no son los de los sectores más numerosos, sino los de los más vociferantes. Así, la pasión de sus partidarios puede llevar a que una organización adquiera una influencia muy superior a la que justificaría el número de adeptos que tiene. Esto viene pasando desde hace ya tiempo en Israel, donde grupos religiosos conservadores, los colonos y otros sectores radicales logran que sus prioridades, y no las de la mayoría, definan las políticas de la nación. Recientemente, por ejemplo, mientras Joe Biden, el vicepresidente estadounidense, visitaba Israel para promover las negociaciones con Palestina, el Gobierno autorizó la polémica construcción de 1.600 viviendas en el este de Jerusalén. "Al ver eso, me pregunté si de verdad los dirigentes israelíes creen que un Irán con bombas nucleares amenaza la supervivencia de su país", me dijo un alto funcionario de la Casa Blanca. "Somos el principal aliado que tiene Israel y sin nosotros no podrán impedir que Irán tenga armas nucleares. Sin embargo, mientras nos esforzamos en lograr que China, Rusia y otros paises nos apoyen para imponerle sanciones a Irán, los políticos israelíes sólo parecen interesados en construir más casas para unos cuantos colonos".

Otra visión de este incidente es, simplemente, que los colonos y los políticos que los representan han secuestrado la burocracia israelí y logran encarrilarla hacia sus propósitos, sin considerar, en su obcecación, otros objetivos nacionales más importantes. Según este enfoque, el primer ministro Benjamín Netanyahu se vio tan sorprendido por la autorización de las nuevas construcciones como el mismo Biden. Así, una minoría radical y estridente conduce al país en una dirección no compartida por la mayoría de los israelíes que, hastiados de la política y desilusionados de sus líderes, se concentran en disfrutar del increíble éxito económico y de la drástica reducción de los ataques terroristas que se produjo gracias al muro que rodea los territorios palestinos. Han dejado el rumbo político de su país en manos de extremistas que no los representan. Todo esto tiene costos fuera de Israel, y su aislamiento político ha aumentado: en muchos países apoyar a Israel es políticamente costoso, mientras que defender la causa palestina rinde dividendos.

Es por esto que la declaración unilateral de independencia parece una idea tan posible y tentadora para los palestinos. Pero es un gesto que promete más de lo que realmente significará en la práctica. Según Daniel Levy, un israelí que participó en múltiples negociaciones con los palestinos, "el problema no es la declaración de independencia; es lo que pasa el día después". La independencia no resuelve el hecho de que los palestinos están divididos en dos facciones en guerra entre sí. Tampoco produce progreso alguno en los tres espinosos temas que debe negociar con Israel: fronteras, Jerusalén y el retorno de los refugiados. Ni reduce las ambiciones que tiene Irán de controlar Palestina. Pero sí alimentará lo que esta minúscula zona del planeta produce en grandes cantidades: esperanzas que rápidamente se convierten en frustraciones.

“Los mexicanos llevan la solidaridad en su ADN”


Por Martín Granovsky (Página 12, Buenos Aires)

¿Por qué México recibió a los exiliados argentinos? ¿Qué contradicciones internas generó esa solidaridad con su propia guerra sucia? ¿De dónde viene la tradición de asilo político? ¿Por qué México fue siempre tierra de confabulación? ¿Cómo vivió, qué produjo y qué debatió el exilio argentino en México? El historiador Pablo Yankelevich acaba de editar el libro Ráfagas de un exilio. Aquí cuenta algunos resultados de su investigación.

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Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de México, el historiador argentino Pablo Yankelevich acaba de escribir un libro del que podría haber sido protagonista: Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983, coeditado por Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México. Yankelevich dejó forzadamente la Argentina y vive en México. Pero su libro no es una autobiografía sino una minuciosa investigación.

–¿Por qué tantos exiliados eligieron México?

–Hay una cuestión interesante. Los más grandes en edad tenían referencias de la solidaridad mexicana durante el cardenismo para con los republicanos españoles. Para ellos México como destino ya flotaba en el aire.

–Pero Lázaro Cárdenas fue presidente entre 1934 y 1949 y la Guerra Civil había terminado en 1939. ¿No había referencias más recientes?

–Sí. Ya muerto Juan Perón, en julio del ’74, el presidente Luis Echeverría visitó la Argentina en septiembre. Viajó con un enorme contingente de intelectuales mexicanos. Y su discurso fue muy en línea con el discurso tercermundista, de No Alineados. No olvidemos que ese mismo año México rompió relaciones con Chile por el golpe de Augusto Pinochet de 1973. Los primeros exiliados se fueron a México en septiembre del ’74. Sobre todo Rodolfo Puiggrós, que se empleó en el diario El Día como encargado de la sección internacional. Ya había trabajado ahí en los años ’60, durante otro exilio.

–Y en el ’74 volvía luego de ser echado como rector de la Universidad de Buenos Aires.

–Sí. Una vez que se instaló en México, las noticias que el propio Puiggrós transmitía por la prensa daban la idea de un país con enorme apertura y solidaridad, con un clima de libertades para con los extranjeros.

–Pero México estaba en plena guerra sucia. En su guerra sucia.

–Esa es una de las enormes paradojas del sistema político mexicano, que conoció sus momentos más autoritarios en los años ’60. Fue creciendo la insurgencia urbana y rural, descabezada a mediados de los ’70 a través de una guerra que nada tiene que envidiarle a la nuestra, sólo que con menores proporciones. El grueso de los argentinos llegó en 1976, justo el año en que Echeverría terminaba su mandato. Son varios rostros. Si uno le dice a un chileno que Echeverría es un genocida, el chileno pensará que está hablando con un loco. El gesto de Echeverría para con los perseguidos y las víctimas de Pinochet fue impresionante. Hasta montó un puente aéreo por donde llegaron a transitar más de mil exiliados. Y además dio instrucciones precisas para salvar vidas. Pero México también fue muy generoso con los argentinos, y eso que era una situación más complicada de entender.

–¿Por qué?

–Si para los argentinos era difícil comprender que un gobierno peronista matase peronistas, eso era directamente ininteligible en México. En el mundo los chilenos, luego del derrocamiento de Salvador Allende, un socialista, recibieron la inmediata solidaridad de la Internacional Socialista. La pertenencia estaba clara.

–¿Y México no necesitaba esa identidad previa?

–Hay una tradición de asilo muy internalizada en el servicio exterior mexicano. Un ejemplo para agregar una paradoja, o para entender cuán internalizada estaba esa tradición: en octubre de 1968, dos semanas después de la masacre de Tlatelolco en México, el servicio exterior dio asilo político a dirigentes estudiantiles brasileños perseguidos por el AI5. Gobernaba Gustavo Díaz Ordaz. Una vez le pregunté por su historia a un brasileño que se asiló alrededor del 20 de octubre de 1968. “Ustedes estaban locos, ¿cómo se les ocurrió?”, le dije. Y me contestó: “Sabíamos perfectamente bien lo que estaba pasando, pero la verdad es que la historia fue más larga. En Brasil lo primero que hice fue ir a la embajada de Chile. Eramos varios. El embajador nos dijo: ‘Si no se van inmediatamente llamo a la policía’. En la embajada argentina dijeron lo mismo. Entonces llegamos a la de México. El embajador nos recibió y contestó esto: ‘Sí, cómo no, pero nunca digan que son estudiantes’”. Bueno, Echeverría caminó sobre esa inercia. En el caso de Chile desplegó algo que intentó ser parecido a la experiencia de Cárdenas con España.

–¿Qué hizo?

–Además de romper relaciones, dio facilidades extraordinarias en términos normativos al exilio (no tenían que exhibir títulos académicos para el ejercicio de profesiones porque habían salido escapados). Tengamos en cuenta que el chileno era un gobierno entero saliendo al exilio, y muchos de sus seguidores. La clase política argentina se queda en la Argentina, salvo algún peronista como el dirigente sindical Casildo Herreras. En Chile salieron el Ejecutivo, la familia del presidente, senadores, diputados... Parecía una reedición del exilio republicano. La Casa de España fundada entonces terminó siendo un organismo académico prestigioso, El Colegio de México. Echeverría les creó la Casa de Chile. Además, México era visto como un país de política exterior progresista proclive a las izquierdas. Claro que hay versiones que sostienen que no era más que una mascarada, un velo, para esconder el autoritarismo interno. Pero la cosa es tan compleja que el mismo echeverrismo recupera parte de la generación del ‘68 para trabajar en sus equipos propios. México fue en un momento de su historia profundamente represor hacia la izquierda, y sobre todo la izquierda armada, pero la historia revela que por México pasaron desde el Che Guevara y Fidel hasta la guerrilla centroamericana.

–En el libro aparecen referencias de que el Estado mexicano siempre conoció los movimientos de los exiliados.

–Sí. Siempre. Incluso una parte de la llamada contraofensiva montonera salió de México. Los servicios de inteligencia sabían perfectamente bien que Mario Firmenich y otros personajotes estaban tramando ese plan. El Ministerio del Interior también lo sabía.

–¿Y cómo lo puede saber un historiador?

–Mirando los archivos de la Dirección Federal de Seguridad, que vendría a ser algo así como una policía política. Por eso en el libro puedo contar seguimientos precisos. Puiggrós tenía un informante diario que era su secretario particular. Y lo quería mucho. Hay constancia detallada de reuniones entre autoridades del Ministerio del Interior y Firmenich.

–¿La libertad en relación con el país de origen era la misma para hacer política en México?

–Ni modo. Eso es central. El chiste es que los extranjeros tienen y tenían prohibido inmiscuirse en asuntos políticos de México. Y menos operar militarmente. Hubo un grupo del ERP que lo intentó. Duró segundos. Se les ocurrió secuestrar a una señorita de familia prominente. A las horas, nomás, fueron descabezados. Y fue encarcelado el mismo Roberto Guevara, hermano del Che. El caso centroamericano es aún más evidente, por la cercanía o por fronteras. Desde los años ’20 México fue territorio de confabulaciones.

–Toleradas.

–Toleradas, sí. Llegaban muchos refugiados y muchos asilados. Pero llegaban para tratar de volver lo antes posible. Se tejieron muchas confabulaciones. La mayoría fracasó. Una de las que triunfaron fue la revolución cubana. Fidel no hubiera salido de México sin el aval del gobierno mexicano. Del ’26 al ’28 México fue la retaguardia de Sandino y luego, en los ’70, fue la retaguardia de los sandinistas.

–Volviendo al exilio argentino, el libro habla del ejercicio académico, del teatro, del periodismo. Pareciera que el exilio era obviamente argentino, y el libro documenta las discusiones sobre la Argentina y las acciones de solidaridad, pero el trabajo era con mexicanos.

–Es que la vinculación cotidiana con México se da en los ejercicios profesionales. Los espacios eran obviamente mexicanos. Y los vínculos son con mexicanos. Otro lugar de anclaje son los hijos. Los mexicanos argentinos que nacieron en México o que llegaron muy chicos. Las redes de los hijos anclaron pertenencias. Lo interesante es el encuentro. Hay una manera de entender el mundo y de comportarse en ese mundo que causó muchísimo conflicto en la vida cotidiana. Pero hubo muchísima paciencia por parte de los mexicanos, y los argentinos de a poco fueron comprendiendo que también existía otra forma de vivir la vida. Los que rompieron el ghetto ataron solidaridades muy fuertes. La vida de ghetto es mítica. Ahí hago referencias al mito de la Villa Olímpica. Había muchos argentinos, sí, pero no más de 50 o 60 familias en un exilio de centenares. Allí vivían mayoritariamente mexicanos. La vida política de ese exilio tenía que transcurrir en sociabilidades argentinas, y probablemente también las opciones afectivas. El mundo laboral fue donde se descubrió la solidaridad, que los mexicanos llevan en el ADN. Octavio Paz dice que “más que el brillo de la victoria, nos conmueve la entereza ante la adversidad”. Los mexicanos descubrieron esta sobrevivencia frente a la adversidad de la dictadura y desplegaron solidaridades inauditas: en trabajos, casas, escuelas, dando alimentos, cuidando niños, falsificando papeles para que los niños que no los tenían porque sus padres estaban desaparecidos aparecieran como mexicanos... Digo que está en el ADN porque recibieron solidaridad los argentinos, los chilenos, los españoles, los salvadoreños. El propio pueblo mexicano está construido desde la adversidad y la solidaridad. Hablo del vecino que cuidaba a los chicos, no sólo del gobierno.

–¿A pesar de los argentinos?

–Los mexicanos suelen decir que los argentinos son muy buenos tipos siempre y cuando vengan de a uno, porque en el montón suelen ser insoportables. Pero, en serio, en la cotidianidad de la vida de las personas ese estereotipo convivió con otras formas de solidaridad. Y los argentinos hicimos nuestro autoaprendizaje, que se fue dando a lo largo de los años. Es una diferencia étnica, para empezar. Por supuesto, lo peor del racismo argentino afloró en sus momentos más o menos estelares. El aprendizaje fue lento, pero quienes lo consiguieron descubrieron que hay maneras distintas y más agradables de vivir la vida.

–¿Qué aprendieron de los mexicanos?

–Los argentinos no sabemos manejar la incertidumbre, y México es un país de incertidumbres. Dicen: “¡Pos quién sabe, manito!”. Esa es una forma de vivir la vida sin demasiadas certezas o sin las cosas que los argentinos creen que son certezas. En México todo puede salir muy bien, o no, trabajando a cualquier hora o siendo muy impuntual. La gente que aprendió los dos lenguajes la pasó razonablemente bien. Si no, no se entendería la nostalgia de la pérdida de México al regreso.

–Es una nostalgia que llama la atención, por la profundidad y por el cariño que trasunta.

–La gente no se fue de turismo al exilio. El exilio de por sí es una fractura profundísima: te vas porque estás en riesgo de perder tu vida o tu libertad, o la perdieron ya familiares tuyos, y te echaron de una u otra manera. Llegás y no tenés ninguna referencia de tu vida cotidiana. Por supuesto querés regresar a la primera de cambio. Entonces, ¿por qué la nostalgia? Quizá por el descubrimiento de una cultura distinta que a la vez es propia. Eramos muy latinoamericanos, pero todos carapálidas. Están las oportunidades laborales, la solidaridad inconmensurable y está la posibilidad de hacer tuya una cultura que termina cultivando chiles en Buenos Aires o preparando y comiendo moles. Están los que nacieron así y viven un segundo exilio cuando los padres los llevan de regreso a su tierra, gente que tiene la edad de sus padres cuando se fueron para el exilio: entre 20 y 30 años. Esos son los verdaderos argenmex. Van y vienen. Son los que más vínculos mantuvieron. Su primera sociabilidad fue mexicana.

–En el libro aparece muy destacado Gregorio Selser. Fue un gran periodista y hoy casi nadie lo recuerda en la Argentina.

–En México también fue profesor universitario. Se suicidó en 1991. Yo coordinaba una colección de libros sobre problemas claves de América latina. Le habíamos pedido a Don Gregorio que preparase un libro sobre el narcotráfico en América latina. Es lo último en que estaba trabajando. La última vez que lo vi fue en su casa. Me dijo que estaba muy enfermo, y que no creía que pudiera cumplir.

–¿Y cómo fue la relación con Puiggrós?

–No tuve ninguna relación personal. Tomé algunas clases con él en la Facultad de Ciencias Políticas. Puiggrós fue un viejo extremadamente generoso. Un auténtico patriarca. Un hombre de firmísimas convicciones políticas, equivocadas o no, pero que murió en la trinchera. No desertó. México en aquellos años fue lugar de exilio de uruguayos, chilenos, bolivianos, haitianos, centroamericanos, venezolanos, etcétera. La universidad nacional aprovechó ese capital humano y apostó a crear o potenciar centros de estudios latinoamericanos. Buena parte de ese exilio fue a parar al Centro de Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Puiggrós tiene un libro bastante bueno, una América latina en la crisis de 1930. También estuvieron allí Sergio Bagú, Selser, Theotonio dos Santos, Ruy Mauro Marini. Toda la teoría de la dependencia. Los argentinos se latinoamericanizan conociendo a otros exilios. México fue un lugar de encuentro de una intelectualidad exiliada, de izquierda o de izquierda radical. Algunos de estos sectores comienzan la reflexión en torno de la democracia y de la apuesta a procesos de redemocratización. México ayudó en mucho a pensar este tipo de cosas. Se discutió mucho la experiencia chilena. También la autocrítica sobre la experiencia armada. Leer hoy la revista Lucha armada en la Argentina es una continuidad. Sergio Bufano comenzó con esto en 1978, antes de la contraofensiva montonera. Lo mismo sobre la cuestión de la universalidad de los derechos humanos. Cuando el “Toto” Héctor Schmucler escribe o pregunta si los familiares de los militares no tienen derechos humanos, hay que imaginarse hoy la que se armó...

–La investigación revela que además Schmucler fue uno de los primeros en introducir el peso de la derrota política en las reflexiones y la práctica.

–Es que mientras teníamos la consigna “Con vida los llevaron, con vida los queremos”, políticamente no podías decir que estaban muertos. Cuando empiezan a aparecer los sobrevivientes de la ESMA se da una enorme discusión. Hay muchas polémicas interesantes. El grupo que de alguna manera fue heredero de la revista Pasado y Presente, que se encuentra en México con un peronismo de izquierda, es un núcleo de reflexión de temas que siguen estando vigentes. Y la revista Controversia también. No es lo mismo discutir hoy el “No matarás” que formular o prefigurar esto en medio de la dictadura, cuando no había llegado 1979 con el paso por la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero hay temas que todavía se conservan en la jerga, de la agenda pública. Y en México los intelectuales participaron de la reflexión internacional sobre los modos de repensar el marxismo, lo que algunos retoman luego, ya en democracia, en la revista La Ciudad Futura o en el Club de Cultura Socialista, con implicaciones o cercanías o no con el alfonsinato. Fue muy rico. Aparecían no sólo los temas de la denuncia. También la reflexión, por ejemplo sobre el eurocomunismo, el propio exilio, sobre los de adentro y los de afuera, sobre los derechos humanos, sobre pensar o no pensar en un Nüremberg o en otra forma de juzgar a los militares. Fue muy fuerte cuando el Toto escribió desde la derrota y pidió asumir un proyecto de izquierda violentamente derrotado y ver qué hacer. Fueron muy interesantes las reflexiones de Juan Carlos Portantiero sobre la democracia y las de José “Pancho” Aricó con la revisión del marxismo desde horizontes gramscianos, pero sobre todo de un marxismo latinoamericano. La plataforma común empezaba a ser: “Perdimos, vamos a ver qué hacemos de ahora en adelante”.

–Situándonos en el 2010, ¿qué tono tiene el Bicentenario en México?

–Hay programada una enorme cantidad de eventos y monumentos. Es el Bicentenario de la revolución americana y el centenario de la Revolución Mexicana. Aquí hay otra paradoja. El partido de gobierno, el PAN, se constituye en el ‘39 en contra de la Revolución, que es tan poderosa en la mitología que no pudo ser reemplazada. De modo que el próximo 18 de abril el presidente Felipe Calderón, del PAN, conmemorará un nuevo aniversario de la muerte de Emiliano Zapata. En la mitología es tan poderosa que no ha podido ser reemplazada. La transición a la democracia amplió el panteón de héroes pero no bajó a ninguno. Cuando algunas revoluciones cayeron, cayó también parte de sus ídolos. Eso no ocurrió con la Revolución Mexicana, que sigue siendo constitutiva de la identidad, a punto que Zapata y Pancho Villa siguen cabalgando aun en un gobierno que no viene de ellos. Sí se está viendo cierta apertura a nuevos temas y nuevas reflexiones, y a revisitar procesos con otros ojos. La pluralidad que vive México, la enorme libertad de expresión, absoluta, abrió temas nuevos o temas viejos de otra manera, sin “censura historiográfica”. Hay mesas redondas sobre viejos caudillos pero aparecen temas nuevos, como la “guerra cristera”, la que libran entre 1926 y 1929 el Estado mexicano y un sector muy importante que se levanta al grito de “¡Viva Cristo rey!”.

–¿La que sirve de ambiente a Graham Greene en la novela El poder y la gloria?

–Sí, la misma. Hay una enorme pluralidad de discusión. Se habla hoy de racismo, discriminación, xenofobia, homofobia y ambigüedades en la política mexicana. La Historia se está haciendo más plural y mucho más tolerante.

–¿También más latinoamericana?

–Yo estudié América latina en México. Después los procesos de democratización en América latina marcaron el retorno de muchos profesores a sus países, o el fallecimiento de muchos otros por edad. Eso lamentablemente se cortó. En la sociedad argentina, brasileña o uruguaya hay más latinaomericanólogos académicos de los que hay actualmente en México. Los ‘90 marcan un corte brutal y una mirada más fuerte hacia Estados Unidos. América latina desapareció entre los expertos internacionalistas. Hablamos de historia contemporánea, que era la meca en los ‘70 y los ‘80. Los chilenos Luis Maira, que acaba de ser embajador en la Argentina, o Miguel Insulza, el secretario general de la OEA, daban clases de Chile. Después, la correa de transmisión no fue lo suficientemente poderosa para gestar una generación nueva de discípulos. Quizá porque los períodos fueron cortos. Los exilios argentino o uruguayo duraron ocho o nueve años. Es poco en términos académicos. México perdió el territorio del conocimiento. Y los países latinoamericanos redemocratizados ganaron, porque los colegas y profesores aplicaron su experiencia a los países de retorno. México, creo, se quedó atrás. Es una visión muy personal, pero es difícil encontrar en México un buen experto sobre, por ejemplo, Mercosur. O sobre Brasil. O sobre Honduras.