lunes, 26 de abril de 2010

Antanas Mockus avanza en las encuestas presidenciales en Colombia



Por Inti Landauro y David Luhnow (The Wall Street Journal)

Un ex alcalde conocido por sus apariciones y actitudes excéntricas se ha colocado al frente de las encuestas para las elecciones presidenciales de Colombia del próximo mes, un hecho sorprendente que podría representar un cambio de liderazgo en el principal aliado regional de Washington.

Antanas Mockus, un profesor de matemáticas e hijo de inmigrantes lituanos, se encuentra en un empate técnico con el hasta ahora líder en los sondeos, Juan Manuel Santos, el ex ministro de Defensa bajo el popular presidente Álvaro Uribe, según una nueva encuesta divulgada el jueves por la noche.
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Mockus, candidato del Partido Verde, obtuvo 34% de la intención de voto, frente al 35% de Santos, según el estudio de la firma especializada Centro Nacional de Consultoría (CNC), que cuenta con un margen de error de tres puntos porcentuales.

Un dato crucial del sondeo reveló que, en una segunda vuelta, Mockus se impondría con 50% de los votos frente al 44% que obtendría Santos. Es la primera vez que una encuesta muestra al candidato del oficialista Partido Social de Unidad Nacional (Partido de la U) como perdedor en una segunda vuelta, en la que participarían los dos aspirantes más votados si ninguno se alza con más de 50% de los votos válidos en la primera ronda.
[Mockus]Associated Press

Antanas Mockus

Hasta el mes pasado, el apoyo a Mockus en los sondeos no superaba 10%. Pero su mensaje independiente está calando hondo en los votantes que desean un cambio después de ocho años de presidencia de Uribe, a quien la Constitución le prohíbe presentarse a un tercer mandato.

Al mismo tiempo, Mockus se ha comprometido a continuar las exitosas políticas de seguridad interna manteniendo la mano dura contra los grupos guerrilleros izquierdistas, un mensaje dirigido a los votantes moderados y a Washington, que mantiene una estrecha relación con Uribe.

"Es difícil recordar un avance tan sorprendente. Es un fenómeno", dijo Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, un centro de investigaciones independiente con sede en Washington. "Ahora mismo los colombianos son una paradoja: en este caso, quieren continuidad y cambio al mismo tiempo. Les gustan las políticas de Uribe, pero están cansados de su estilo político desafiante", dijo.

Bajo Uribe, Colombia ha reducido considerablemente la influencia de los grupos guerrilleros que desestabilizaron al país durante décadas y disfrutado de un auge económico. El país andino es uno de los principales receptores de ayuda estadounidense bajo el Plan Colombia, destinado a combatir el narcotráfico en el principal país productor de cocaína del mundo. Santos es más conocido y cuenta con una amplia trayectoria en temas de seguridad. Sin embargo, EE.UU. parece tener confianza en que habrá una continuidad en las políticas colombianas en temas clave como la seguridad y el comercio, independientemente de quién resulte vencedor en los comicios, dijo Shifter.

Mockus, un independiente que ha evitado a los partidos tradicionales del país, es más conocido por sus dos mandatos como alcalde de Bogotá, durante los cuales se desplomaron los índices de criminalidad. El candidato combinó una imaginativa forma de ser, en la que llegó a disfrazarse de superhéroe y a usar mimos para avergonzar a los conductores para que respetaran los semáforos, con otra línea más dura en relación al crimen y el gasto público.

Muchos colombianos lo consideran un excéntrico. Celebró su boda en un circo montado en un elefante, y se duchó ante las cámaras de televisión para mostrar a los bogotanos cómo ahorrar agua mientras se enjabonan.

Santos, perteneciente a una familia bogotana históricamente influyente y estandarte del Partido de la U del presidente Uribe, ha sido el candidato favorito desde que la Corte Constitucional de Colombia prohibió este año al actual presidente a presentar su candidatura para un tercer mandato.

Entre los asesores de Mockus se encuentran otros dos ex alcaldes de Bogotá, incluido Enrique Peñalosa, quien construyó carriles para bicicletas y lanzó un servicio de autobuses municipales que ha sido imitado en muchos países en desarrollo. Su candidato a la vicepresidencia es Sergio Fajardo, un popular ex alcalde de Medellín.

Cuando se unió a la campaña de Mockus el mes pasado, Fajardo, un matemático como Mockus, bromeó: "Vamos a demostrar que cuando dos matemáticos se suman, multiplican".

Mockus tal vez carezca del puño de hierro necesario para enfrentarse a los grupos guerrilleros del país y al presidente venezolano Hugo Chávez, dijo Rupert Stebbings, analista de mercado de la firma local de corretaje Interbolsa.

La precaria situación de Mockus en el Congreso —donde el Partido Verde sólo cuenta con cinco escaños en el Senado y tres en la Cámara de Representantes—, también supone una desventaja, añadió Stebbings.

Algunos analistas señalaron que el éxito de Uribe frente a grupos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) significa que los votantes están listos para centrarse en otros temas más allá de la seguridad nacional.

"El éxito de Uribe para reducir la violencia ahora le perjudica a Santos", dijo Laura Gil, una analista política y columnista de Bogotá. "La gente ya no considera que sea su principal preocupación".

¿Palestina soberana?


Por Moisés Naím (El País, Madrid)

¿Qué pasaría si Palestina declara su independencia? No es una especulación ni un escenario descabellado. Es lo que Salam Fayad, el primer ministro palestino, ha dicho que hará si no logra un acuerdo con Israel. De hecho, en Washington y otros centros de poder corre el persistente rumor de que la declaración de independencia de Palestina es una posibilidad real e inminente. Y que, en vista del aislamiento internacional de Israel, de su deteriorada relación política con Estados Unidos y de la popularidad de la causa palestina en el mundo, un buen número de países se apresurarían a reconocer el nuevo Estado.
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La declaración de independencia es un gesto que promete más de lo que significa en la práctica

El estancamiento del proceso de paz, la falta de una "hoja de ruta" creíble que ofrezca una esperanza de progreso en las relaciones entre palestinos e israelíes, la futilidad de las gestiones de George Mitchell, el negociador estadounidense nombrado por el presidente Obama a los dos días de ocupar la Casa Blanca y, sobre todo, la debilidad política tanto del Gobierno de Israel como de la Autoridad Palestina son, entre otras, las condiciones que hacen plausible la idea de que los palestinos declaren unilateralmente su independencia. Esto no solucionará el problema, pero obviamente cambiará la situación.

Un factor que ha contribuido a hacer factible este escenario es la fragmentación política que sufre Israel y las consecuencias que esto tiene en términos de su aislamiento internacional. En teoría, la democracia implica gobiernos que representan el sentir y las preferencias de la mayoría de sus gobernados. En la práctica, a veces ocurre que los intereses más defendidos por el gobierno no son los de los sectores más numerosos, sino los de los más vociferantes. Así, la pasión de sus partidarios puede llevar a que una organización adquiera una influencia muy superior a la que justificaría el número de adeptos que tiene. Esto viene pasando desde hace ya tiempo en Israel, donde grupos religiosos conservadores, los colonos y otros sectores radicales logran que sus prioridades, y no las de la mayoría, definan las políticas de la nación. Recientemente, por ejemplo, mientras Joe Biden, el vicepresidente estadounidense, visitaba Israel para promover las negociaciones con Palestina, el Gobierno autorizó la polémica construcción de 1.600 viviendas en el este de Jerusalén. "Al ver eso, me pregunté si de verdad los dirigentes israelíes creen que un Irán con bombas nucleares amenaza la supervivencia de su país", me dijo un alto funcionario de la Casa Blanca. "Somos el principal aliado que tiene Israel y sin nosotros no podrán impedir que Irán tenga armas nucleares. Sin embargo, mientras nos esforzamos en lograr que China, Rusia y otros paises nos apoyen para imponerle sanciones a Irán, los políticos israelíes sólo parecen interesados en construir más casas para unos cuantos colonos".

Otra visión de este incidente es, simplemente, que los colonos y los políticos que los representan han secuestrado la burocracia israelí y logran encarrilarla hacia sus propósitos, sin considerar, en su obcecación, otros objetivos nacionales más importantes. Según este enfoque, el primer ministro Benjamín Netanyahu se vio tan sorprendido por la autorización de las nuevas construcciones como el mismo Biden. Así, una minoría radical y estridente conduce al país en una dirección no compartida por la mayoría de los israelíes que, hastiados de la política y desilusionados de sus líderes, se concentran en disfrutar del increíble éxito económico y de la drástica reducción de los ataques terroristas que se produjo gracias al muro que rodea los territorios palestinos. Han dejado el rumbo político de su país en manos de extremistas que no los representan. Todo esto tiene costos fuera de Israel, y su aislamiento político ha aumentado: en muchos países apoyar a Israel es políticamente costoso, mientras que defender la causa palestina rinde dividendos.

Es por esto que la declaración unilateral de independencia parece una idea tan posible y tentadora para los palestinos. Pero es un gesto que promete más de lo que realmente significará en la práctica. Según Daniel Levy, un israelí que participó en múltiples negociaciones con los palestinos, "el problema no es la declaración de independencia; es lo que pasa el día después". La independencia no resuelve el hecho de que los palestinos están divididos en dos facciones en guerra entre sí. Tampoco produce progreso alguno en los tres espinosos temas que debe negociar con Israel: fronteras, Jerusalén y el retorno de los refugiados. Ni reduce las ambiciones que tiene Irán de controlar Palestina. Pero sí alimentará lo que esta minúscula zona del planeta produce en grandes cantidades: esperanzas que rápidamente se convierten en frustraciones.

“Los mexicanos llevan la solidaridad en su ADN”


Por Martín Granovsky (Página 12, Buenos Aires)

¿Por qué México recibió a los exiliados argentinos? ¿Qué contradicciones internas generó esa solidaridad con su propia guerra sucia? ¿De dónde viene la tradición de asilo político? ¿Por qué México fue siempre tierra de confabulación? ¿Cómo vivió, qué produjo y qué debatió el exilio argentino en México? El historiador Pablo Yankelevich acaba de editar el libro Ráfagas de un exilio. Aquí cuenta algunos resultados de su investigación.

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Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de México, el historiador argentino Pablo Yankelevich acaba de escribir un libro del que podría haber sido protagonista: Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983, coeditado por Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México. Yankelevich dejó forzadamente la Argentina y vive en México. Pero su libro no es una autobiografía sino una minuciosa investigación.

–¿Por qué tantos exiliados eligieron México?

–Hay una cuestión interesante. Los más grandes en edad tenían referencias de la solidaridad mexicana durante el cardenismo para con los republicanos españoles. Para ellos México como destino ya flotaba en el aire.

–Pero Lázaro Cárdenas fue presidente entre 1934 y 1949 y la Guerra Civil había terminado en 1939. ¿No había referencias más recientes?

–Sí. Ya muerto Juan Perón, en julio del ’74, el presidente Luis Echeverría visitó la Argentina en septiembre. Viajó con un enorme contingente de intelectuales mexicanos. Y su discurso fue muy en línea con el discurso tercermundista, de No Alineados. No olvidemos que ese mismo año México rompió relaciones con Chile por el golpe de Augusto Pinochet de 1973. Los primeros exiliados se fueron a México en septiembre del ’74. Sobre todo Rodolfo Puiggrós, que se empleó en el diario El Día como encargado de la sección internacional. Ya había trabajado ahí en los años ’60, durante otro exilio.

–Y en el ’74 volvía luego de ser echado como rector de la Universidad de Buenos Aires.

–Sí. Una vez que se instaló en México, las noticias que el propio Puiggrós transmitía por la prensa daban la idea de un país con enorme apertura y solidaridad, con un clima de libertades para con los extranjeros.

–Pero México estaba en plena guerra sucia. En su guerra sucia.

–Esa es una de las enormes paradojas del sistema político mexicano, que conoció sus momentos más autoritarios en los años ’60. Fue creciendo la insurgencia urbana y rural, descabezada a mediados de los ’70 a través de una guerra que nada tiene que envidiarle a la nuestra, sólo que con menores proporciones. El grueso de los argentinos llegó en 1976, justo el año en que Echeverría terminaba su mandato. Son varios rostros. Si uno le dice a un chileno que Echeverría es un genocida, el chileno pensará que está hablando con un loco. El gesto de Echeverría para con los perseguidos y las víctimas de Pinochet fue impresionante. Hasta montó un puente aéreo por donde llegaron a transitar más de mil exiliados. Y además dio instrucciones precisas para salvar vidas. Pero México también fue muy generoso con los argentinos, y eso que era una situación más complicada de entender.

–¿Por qué?

–Si para los argentinos era difícil comprender que un gobierno peronista matase peronistas, eso era directamente ininteligible en México. En el mundo los chilenos, luego del derrocamiento de Salvador Allende, un socialista, recibieron la inmediata solidaridad de la Internacional Socialista. La pertenencia estaba clara.

–¿Y México no necesitaba esa identidad previa?

–Hay una tradición de asilo muy internalizada en el servicio exterior mexicano. Un ejemplo para agregar una paradoja, o para entender cuán internalizada estaba esa tradición: en octubre de 1968, dos semanas después de la masacre de Tlatelolco en México, el servicio exterior dio asilo político a dirigentes estudiantiles brasileños perseguidos por el AI5. Gobernaba Gustavo Díaz Ordaz. Una vez le pregunté por su historia a un brasileño que se asiló alrededor del 20 de octubre de 1968. “Ustedes estaban locos, ¿cómo se les ocurrió?”, le dije. Y me contestó: “Sabíamos perfectamente bien lo que estaba pasando, pero la verdad es que la historia fue más larga. En Brasil lo primero que hice fue ir a la embajada de Chile. Eramos varios. El embajador nos dijo: ‘Si no se van inmediatamente llamo a la policía’. En la embajada argentina dijeron lo mismo. Entonces llegamos a la de México. El embajador nos recibió y contestó esto: ‘Sí, cómo no, pero nunca digan que son estudiantes’”. Bueno, Echeverría caminó sobre esa inercia. En el caso de Chile desplegó algo que intentó ser parecido a la experiencia de Cárdenas con España.

–¿Qué hizo?

–Además de romper relaciones, dio facilidades extraordinarias en términos normativos al exilio (no tenían que exhibir títulos académicos para el ejercicio de profesiones porque habían salido escapados). Tengamos en cuenta que el chileno era un gobierno entero saliendo al exilio, y muchos de sus seguidores. La clase política argentina se queda en la Argentina, salvo algún peronista como el dirigente sindical Casildo Herreras. En Chile salieron el Ejecutivo, la familia del presidente, senadores, diputados... Parecía una reedición del exilio republicano. La Casa de España fundada entonces terminó siendo un organismo académico prestigioso, El Colegio de México. Echeverría les creó la Casa de Chile. Además, México era visto como un país de política exterior progresista proclive a las izquierdas. Claro que hay versiones que sostienen que no era más que una mascarada, un velo, para esconder el autoritarismo interno. Pero la cosa es tan compleja que el mismo echeverrismo recupera parte de la generación del ‘68 para trabajar en sus equipos propios. México fue en un momento de su historia profundamente represor hacia la izquierda, y sobre todo la izquierda armada, pero la historia revela que por México pasaron desde el Che Guevara y Fidel hasta la guerrilla centroamericana.

–En el libro aparecen referencias de que el Estado mexicano siempre conoció los movimientos de los exiliados.

–Sí. Siempre. Incluso una parte de la llamada contraofensiva montonera salió de México. Los servicios de inteligencia sabían perfectamente bien que Mario Firmenich y otros personajotes estaban tramando ese plan. El Ministerio del Interior también lo sabía.

–¿Y cómo lo puede saber un historiador?

–Mirando los archivos de la Dirección Federal de Seguridad, que vendría a ser algo así como una policía política. Por eso en el libro puedo contar seguimientos precisos. Puiggrós tenía un informante diario que era su secretario particular. Y lo quería mucho. Hay constancia detallada de reuniones entre autoridades del Ministerio del Interior y Firmenich.

–¿La libertad en relación con el país de origen era la misma para hacer política en México?

–Ni modo. Eso es central. El chiste es que los extranjeros tienen y tenían prohibido inmiscuirse en asuntos políticos de México. Y menos operar militarmente. Hubo un grupo del ERP que lo intentó. Duró segundos. Se les ocurrió secuestrar a una señorita de familia prominente. A las horas, nomás, fueron descabezados. Y fue encarcelado el mismo Roberto Guevara, hermano del Che. El caso centroamericano es aún más evidente, por la cercanía o por fronteras. Desde los años ’20 México fue territorio de confabulaciones.

–Toleradas.

–Toleradas, sí. Llegaban muchos refugiados y muchos asilados. Pero llegaban para tratar de volver lo antes posible. Se tejieron muchas confabulaciones. La mayoría fracasó. Una de las que triunfaron fue la revolución cubana. Fidel no hubiera salido de México sin el aval del gobierno mexicano. Del ’26 al ’28 México fue la retaguardia de Sandino y luego, en los ’70, fue la retaguardia de los sandinistas.

–Volviendo al exilio argentino, el libro habla del ejercicio académico, del teatro, del periodismo. Pareciera que el exilio era obviamente argentino, y el libro documenta las discusiones sobre la Argentina y las acciones de solidaridad, pero el trabajo era con mexicanos.

–Es que la vinculación cotidiana con México se da en los ejercicios profesionales. Los espacios eran obviamente mexicanos. Y los vínculos son con mexicanos. Otro lugar de anclaje son los hijos. Los mexicanos argentinos que nacieron en México o que llegaron muy chicos. Las redes de los hijos anclaron pertenencias. Lo interesante es el encuentro. Hay una manera de entender el mundo y de comportarse en ese mundo que causó muchísimo conflicto en la vida cotidiana. Pero hubo muchísima paciencia por parte de los mexicanos, y los argentinos de a poco fueron comprendiendo que también existía otra forma de vivir la vida. Los que rompieron el ghetto ataron solidaridades muy fuertes. La vida de ghetto es mítica. Ahí hago referencias al mito de la Villa Olímpica. Había muchos argentinos, sí, pero no más de 50 o 60 familias en un exilio de centenares. Allí vivían mayoritariamente mexicanos. La vida política de ese exilio tenía que transcurrir en sociabilidades argentinas, y probablemente también las opciones afectivas. El mundo laboral fue donde se descubrió la solidaridad, que los mexicanos llevan en el ADN. Octavio Paz dice que “más que el brillo de la victoria, nos conmueve la entereza ante la adversidad”. Los mexicanos descubrieron esta sobrevivencia frente a la adversidad de la dictadura y desplegaron solidaridades inauditas: en trabajos, casas, escuelas, dando alimentos, cuidando niños, falsificando papeles para que los niños que no los tenían porque sus padres estaban desaparecidos aparecieran como mexicanos... Digo que está en el ADN porque recibieron solidaridad los argentinos, los chilenos, los españoles, los salvadoreños. El propio pueblo mexicano está construido desde la adversidad y la solidaridad. Hablo del vecino que cuidaba a los chicos, no sólo del gobierno.

–¿A pesar de los argentinos?

–Los mexicanos suelen decir que los argentinos son muy buenos tipos siempre y cuando vengan de a uno, porque en el montón suelen ser insoportables. Pero, en serio, en la cotidianidad de la vida de las personas ese estereotipo convivió con otras formas de solidaridad. Y los argentinos hicimos nuestro autoaprendizaje, que se fue dando a lo largo de los años. Es una diferencia étnica, para empezar. Por supuesto, lo peor del racismo argentino afloró en sus momentos más o menos estelares. El aprendizaje fue lento, pero quienes lo consiguieron descubrieron que hay maneras distintas y más agradables de vivir la vida.

–¿Qué aprendieron de los mexicanos?

–Los argentinos no sabemos manejar la incertidumbre, y México es un país de incertidumbres. Dicen: “¡Pos quién sabe, manito!”. Esa es una forma de vivir la vida sin demasiadas certezas o sin las cosas que los argentinos creen que son certezas. En México todo puede salir muy bien, o no, trabajando a cualquier hora o siendo muy impuntual. La gente que aprendió los dos lenguajes la pasó razonablemente bien. Si no, no se entendería la nostalgia de la pérdida de México al regreso.

–Es una nostalgia que llama la atención, por la profundidad y por el cariño que trasunta.

–La gente no se fue de turismo al exilio. El exilio de por sí es una fractura profundísima: te vas porque estás en riesgo de perder tu vida o tu libertad, o la perdieron ya familiares tuyos, y te echaron de una u otra manera. Llegás y no tenés ninguna referencia de tu vida cotidiana. Por supuesto querés regresar a la primera de cambio. Entonces, ¿por qué la nostalgia? Quizá por el descubrimiento de una cultura distinta que a la vez es propia. Eramos muy latinoamericanos, pero todos carapálidas. Están las oportunidades laborales, la solidaridad inconmensurable y está la posibilidad de hacer tuya una cultura que termina cultivando chiles en Buenos Aires o preparando y comiendo moles. Están los que nacieron así y viven un segundo exilio cuando los padres los llevan de regreso a su tierra, gente que tiene la edad de sus padres cuando se fueron para el exilio: entre 20 y 30 años. Esos son los verdaderos argenmex. Van y vienen. Son los que más vínculos mantuvieron. Su primera sociabilidad fue mexicana.

–En el libro aparece muy destacado Gregorio Selser. Fue un gran periodista y hoy casi nadie lo recuerda en la Argentina.

–En México también fue profesor universitario. Se suicidó en 1991. Yo coordinaba una colección de libros sobre problemas claves de América latina. Le habíamos pedido a Don Gregorio que preparase un libro sobre el narcotráfico en América latina. Es lo último en que estaba trabajando. La última vez que lo vi fue en su casa. Me dijo que estaba muy enfermo, y que no creía que pudiera cumplir.

–¿Y cómo fue la relación con Puiggrós?

–No tuve ninguna relación personal. Tomé algunas clases con él en la Facultad de Ciencias Políticas. Puiggrós fue un viejo extremadamente generoso. Un auténtico patriarca. Un hombre de firmísimas convicciones políticas, equivocadas o no, pero que murió en la trinchera. No desertó. México en aquellos años fue lugar de exilio de uruguayos, chilenos, bolivianos, haitianos, centroamericanos, venezolanos, etcétera. La universidad nacional aprovechó ese capital humano y apostó a crear o potenciar centros de estudios latinoamericanos. Buena parte de ese exilio fue a parar al Centro de Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Puiggrós tiene un libro bastante bueno, una América latina en la crisis de 1930. También estuvieron allí Sergio Bagú, Selser, Theotonio dos Santos, Ruy Mauro Marini. Toda la teoría de la dependencia. Los argentinos se latinoamericanizan conociendo a otros exilios. México fue un lugar de encuentro de una intelectualidad exiliada, de izquierda o de izquierda radical. Algunos de estos sectores comienzan la reflexión en torno de la democracia y de la apuesta a procesos de redemocratización. México ayudó en mucho a pensar este tipo de cosas. Se discutió mucho la experiencia chilena. También la autocrítica sobre la experiencia armada. Leer hoy la revista Lucha armada en la Argentina es una continuidad. Sergio Bufano comenzó con esto en 1978, antes de la contraofensiva montonera. Lo mismo sobre la cuestión de la universalidad de los derechos humanos. Cuando el “Toto” Héctor Schmucler escribe o pregunta si los familiares de los militares no tienen derechos humanos, hay que imaginarse hoy la que se armó...

–La investigación revela que además Schmucler fue uno de los primeros en introducir el peso de la derrota política en las reflexiones y la práctica.

–Es que mientras teníamos la consigna “Con vida los llevaron, con vida los queremos”, políticamente no podías decir que estaban muertos. Cuando empiezan a aparecer los sobrevivientes de la ESMA se da una enorme discusión. Hay muchas polémicas interesantes. El grupo que de alguna manera fue heredero de la revista Pasado y Presente, que se encuentra en México con un peronismo de izquierda, es un núcleo de reflexión de temas que siguen estando vigentes. Y la revista Controversia también. No es lo mismo discutir hoy el “No matarás” que formular o prefigurar esto en medio de la dictadura, cuando no había llegado 1979 con el paso por la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero hay temas que todavía se conservan en la jerga, de la agenda pública. Y en México los intelectuales participaron de la reflexión internacional sobre los modos de repensar el marxismo, lo que algunos retoman luego, ya en democracia, en la revista La Ciudad Futura o en el Club de Cultura Socialista, con implicaciones o cercanías o no con el alfonsinato. Fue muy rico. Aparecían no sólo los temas de la denuncia. También la reflexión, por ejemplo sobre el eurocomunismo, el propio exilio, sobre los de adentro y los de afuera, sobre los derechos humanos, sobre pensar o no pensar en un Nüremberg o en otra forma de juzgar a los militares. Fue muy fuerte cuando el Toto escribió desde la derrota y pidió asumir un proyecto de izquierda violentamente derrotado y ver qué hacer. Fueron muy interesantes las reflexiones de Juan Carlos Portantiero sobre la democracia y las de José “Pancho” Aricó con la revisión del marxismo desde horizontes gramscianos, pero sobre todo de un marxismo latinoamericano. La plataforma común empezaba a ser: “Perdimos, vamos a ver qué hacemos de ahora en adelante”.

–Situándonos en el 2010, ¿qué tono tiene el Bicentenario en México?

–Hay programada una enorme cantidad de eventos y monumentos. Es el Bicentenario de la revolución americana y el centenario de la Revolución Mexicana. Aquí hay otra paradoja. El partido de gobierno, el PAN, se constituye en el ‘39 en contra de la Revolución, que es tan poderosa en la mitología que no pudo ser reemplazada. De modo que el próximo 18 de abril el presidente Felipe Calderón, del PAN, conmemorará un nuevo aniversario de la muerte de Emiliano Zapata. En la mitología es tan poderosa que no ha podido ser reemplazada. La transición a la democracia amplió el panteón de héroes pero no bajó a ninguno. Cuando algunas revoluciones cayeron, cayó también parte de sus ídolos. Eso no ocurrió con la Revolución Mexicana, que sigue siendo constitutiva de la identidad, a punto que Zapata y Pancho Villa siguen cabalgando aun en un gobierno que no viene de ellos. Sí se está viendo cierta apertura a nuevos temas y nuevas reflexiones, y a revisitar procesos con otros ojos. La pluralidad que vive México, la enorme libertad de expresión, absoluta, abrió temas nuevos o temas viejos de otra manera, sin “censura historiográfica”. Hay mesas redondas sobre viejos caudillos pero aparecen temas nuevos, como la “guerra cristera”, la que libran entre 1926 y 1929 el Estado mexicano y un sector muy importante que se levanta al grito de “¡Viva Cristo rey!”.

–¿La que sirve de ambiente a Graham Greene en la novela El poder y la gloria?

–Sí, la misma. Hay una enorme pluralidad de discusión. Se habla hoy de racismo, discriminación, xenofobia, homofobia y ambigüedades en la política mexicana. La Historia se está haciendo más plural y mucho más tolerante.

–¿También más latinoamericana?

–Yo estudié América latina en México. Después los procesos de democratización en América latina marcaron el retorno de muchos profesores a sus países, o el fallecimiento de muchos otros por edad. Eso lamentablemente se cortó. En la sociedad argentina, brasileña o uruguaya hay más latinaomericanólogos académicos de los que hay actualmente en México. Los ‘90 marcan un corte brutal y una mirada más fuerte hacia Estados Unidos. América latina desapareció entre los expertos internacionalistas. Hablamos de historia contemporánea, que era la meca en los ‘70 y los ‘80. Los chilenos Luis Maira, que acaba de ser embajador en la Argentina, o Miguel Insulza, el secretario general de la OEA, daban clases de Chile. Después, la correa de transmisión no fue lo suficientemente poderosa para gestar una generación nueva de discípulos. Quizá porque los períodos fueron cortos. Los exilios argentino o uruguayo duraron ocho o nueve años. Es poco en términos académicos. México perdió el territorio del conocimiento. Y los países latinoamericanos redemocratizados ganaron, porque los colegas y profesores aplicaron su experiencia a los países de retorno. México, creo, se quedó atrás. Es una visión muy personal, pero es difícil encontrar en México un buen experto sobre, por ejemplo, Mercosur. O sobre Brasil. O sobre Honduras.

domingo, 18 de abril de 2010

Su atención por favor



Por Martín Granovsky (Página 12, Buenos Aires)

Francisco Franco pensaba que su proyecto debía sobrevivirlo. Por eso buscaba que en España, tras su muerte, quedase “todo atado y bien atado”. Cuánto consiguió y cuánto no es cosa de historiadores. Pero algunos nudos son tan evidentes que todavía aparecen en la superficie: al Generalísimo, cuyos seguidores reciclados persiguen estos días al juez Baltasar Garzón, le encantaría saber que la ruina de Aerolíneas Argentinas comenzó con grupos de negocios nacidos a su sombra. Y festejaría si supiera que esos empresarios persisten en su intento de arruinar al Estado español y al Estado argentino en abril del 2010, casi 35 después de la muerte del Caudillo.

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No se trata de arqueología. Hoy mismo hay una causa relacionada con Aerolíneas abierta en el juzgado 35 de Madrid. La querella acusa a un grupo empresario español, Air Comet, de presunto desvío de fondos públicos y de supuesto delito fiscal.
Las cifras son altas. Se trata de 100 millones de euros de evasión impositiva y de 300 millones de euros que debían ir al Tesoro público español y terminaron en bolsillos privados.
Hay otras dos acusaciones en juego. Una es la presunta falsificación de documentos. La otra, la estafa procesal.
Según los documentos que obran en poder de la Justicia española y a los que tuvo acceso Página/12, el querellante Rafael Caro Moya acaba de reiterar el pedido a declarar a Pablo Olivera, Juan Masso y Juan Gurbindo. En el 2001 desempeñaban los cargos de vicepresidente, director de administración y director de recursos de la SEPI. Gurbindo es el único de los tres que está en la SEPI.
Turbulencias
La SEPI es toda una institución en España. Su nombre completo es Sociedad Estatal de Participaciones Industriales. Coordina y tutela las empresas del Estado o las acciones del Estado en 21 empresas privadas, desde Iberia al Hipódromo de La Zarzuela.
¿Qué tiene que ver la SEPI con Aerolíneas? Que en 2001 entregó Aerolíneas Argentinas y Austral a la empresa Air Comet.
¿Cuánto pagó Air Comet? Un dólar.
¿Eso fue todo? No. Además recibió un subsidio adicional de 800 millones de dólares.
¿Quién gobernaba España en el 2001? José María Aznar, del Partido Popular, conservador, hoy en la oposición.
¿Quién gobernaba la Argentina? Fernando de la Rúa, conservador, hoy bajo proceso.
¿Quiénes colaboraban con De la Rúa en las cuestiones de Aerolíneas Argentinas? Sobre todo cuatro personas:
Nicolás Gallo, entonces ministro de Obras Públicas y luego secretario general de la Presidencia. Alguna vez Gallo posiblemente explique en público qué piensa de la matanza del 20 de diciembre de 2001 en Plaza de Mayo, mientras él estaba físicamente en la Casa Rosada.
Basilio Pertiné, cuñado de De la Rúa. En un gesto que deleitará a algunos pero quizá podría molestar a una masa de cristianos, Pertiné no dudaba en mezclar la fe con la obra pública. El nombre de su empresa era Constructora San José.
Carlos Bastos, ex ministro de Energía de Carlos Menem y de Infraestructura con De la Rúa y Domingo Cavallo.
Patricia Bullrich, hoy diputada, que llegó a ocupar entonces el Ministerio de Trabajo y tenía llegada directa a De la Rúa, Gallo, Pertiné y al Grupo Sushi, encabezado por Antonio de la Rúa, que mezclaba jóvenes interesados en la política con otros más inquietos por mejorar velozmente el standard de vida.
¿Por qué la SEPI entregó Aerolíneas y Austral a Air Comet?
Fue en junio de 2001, cuando la Argentina era el paraíso de la fuga de divisas y la Convertibilidad ya se había convertido en una enorme masa de nitrato de amonio a la espera de un detonador.
Por la crisis, la SEPI decidió concursar Aerolíneas y Austral. Concursar es (Diccionario de la Real Academia Española) “declarar el estado de insolvencia, transitoria o definitiva, de una persona que tiene diversos acreedores”. Insolvencia significa “falta de solvencia, incapacidad de pagar una deuda”.
Pozo de aire
Aerolíneas es uno de los pocos símbolos nacionales en pie. La SEPI aprovechó que en el 2001, en medio de un país quebrado, miles de personas, algunas muy famosas como Enrique Pinti o la Selección Nacional, enarbolaran carteles o usaran camisetas que decían “Salvemos a Aerolíneas Argentinas”. Tal vez hubiera en esa causa la necesidad de aferrarse a un destino común en medio de deflaciones y depresiones. Pero, al margen de cuestiones técnicas y del resultado final, ¿cómo no iba a ser asunto de interés colectivo un servicio público que debía conectar un país con tres mil kilómetros de punta a punta?
Un dato más: oponerse a la liquidación de Aerolíneas en 2001 era recordar que Carlos Menem la había privatizado en 1990. En el epílogo de Alas rotas, el excelente libro sobre la privatización y la quiebra de Aerolíneas publicado en el 2001, escribe la investigadora Mabel Thwaites Rey: “No caben dudas de que se trató, del principio al fin, del resultado genuino de una decisión política económica binacional. Fue por una razón política que (el entonces ministro de Obras Públicas Roberto) Dromi batalló para que Menem firmara el traspaso en 1990. Fue atendiendo a esas mismas razones políticas que Cavallo aceptó, en 1994, dejarles las manos libres a los españoles para que resolvieran según su exclusivo criterio el destino de la aerolínea de bandera argentina”. Y sigue Thwaites Rey: “Es por decisión política que De la Rúa, otra vez con Cavallo escribiendo el libreto, opta por dejar que la SEPI defina en soledad cómo termina la historia. No hubo entonces ni después, argumentos microeconómicos convincentes para justificar la idea de que el Estado argentino no puede ni debe tener una política autónoma de aeronavegación comercial y poseer su propia compañía para servir sus necesidades de transporte aéreo”.
Y ahora, señores pasajeros, abróchense los cinturones y escuchen una cifra de junio del 2001: en esos tiempos de un peso igual a un dólar, el concurso de acreedores era el mayor de la historia argentina, con deudas por mil millones de pesos.
El beneficiario fue el grupo que controlaba Air Comet, Marsans, aliado a otro empresario, Antonio Mata. Son gente flexible, capaz de negociar con cualquier gobierno, incluida la administración socialista de Felipe González (1982-1996), sin olvidar sus raíces. Marsans en un momento llegó a ser estatal. Pascual Arias la recibió por una peseta. Arias era familiar de Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno español en los últimos tiempos previos a la muerte de Franco y en los primeros tiempos luego de su muerte.
Viene matando y se va
Mata fue el accionista de Air Comet y hoy es propietario de un diario en la Argentina, contrata como lobbyistas a ex funcionarios y no esconde su simpatía por el PP de Aznar y Mariano Rajoy, por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi y por el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri. Mata contó al periódico Perfil que a los 24 años fue director de Rumasa, un grupo de 700 empresas expropiado en 1983 por Felipe González con el argumento de evitar una caída estrepitosa que arrastrara a la economía española. Luego el Estado fragmentaría el grupo y reprivatizaría las firmas.
Cuando Marsans y sus socios recibieron Aerolíneas de manos de la administración De la Rúa, Mata tenía una condena por presunto vaciamiento de empresas y antecedentes vinculados con la quiebra de la empresa española de charters Oasis.
Como suele ocurrir en la Argentina, la contratación de Aerolíneas por parte de Marsans estaba cercada por cláusulas de confidencialidad que sólo fueron cediendo cuando el juzgado 35 de España comenzó su indagación, en 2005.
La Justicia investiga hoy, por ejemplo, si Marsans y sus socios actuaron conforme a la ley cuando subrogaron créditos, es decir cuando reemplazaron sus deudas de 300 millones de euros por créditos a favor del propio grupo controlante, Air Comet. Esto hacía que la Aerolíneas de Marsans y Mata mantuviera sus deudas y a la vez que su acreedor fuese el propio dueño.
Los intríngulis pueblan la historia de Aerolíneas.
¿Qué pasó con los 800 millones de dólares que la SEPI otorgó en gracia a Marsans? ¿Fueron incorporados en su totalidad al patrimonio de Aerolíneas? ¿Qué constancias tiene el Tribunal de Cuentas de España?
¿Por qué Bastos había recomendado entregar Aerolíneas, en el 2001, a grupos españoles? ¿Qué relación tiene esa recomendación con la fuerte presencia de la Constructora San José, la del cuñado presidencial Basilio Pertiné, en España, a tal punto que participó en la remodelación de las Cortes?
¿Air Comet cuenta en sus activos la valuación de los resultados favorables que obtendría en el juicio que mantiene contra el Estado argentino en el Ciadi, por el cual dicen reclamar 1500 millones de dólares? (El reclamo es por el supuesto perjuicio provocado por el Estado argentino por el proceso de expropiación de Aerolíneas y Austral en el 2008.)
¿Por qué un fondo de inversión estadounidense estaría financiando con 25 millones de dólares los gastos de ese juicio, cuyos resultados podrían conocerse recién en el 2012?
Abogados entusiastas
Igual que en España, la historia argentina es fecunda en ardides y negociados. Pero a veces éstos viajan dentro de sistemas mayores. En esos casos, mientras la Justicia investiga nada impide hurgar en las tramas que sirven de marco a grandes operaciones como el caso Aerolíneas y sus idas y vueltas, y en alguno de sus personajes.
Un ejemplo de entramado es el de Horacio Pedro Fargosi.
Fargosi fue abogado de Aerolíneas tras la privatización. Luego fue fundador y presidente de Interinvest, una argucia para que una empresa de sólo 12 mil pesos de capital pudiese esquivar el Código Aeronáutico y ser receptora de las acciones de Iberia. Iberia era la controladora de Aerolíneas desde su privatización por Menem y Dromi, en 1990, lograda en tiempo record por un atajo de la Corte Suprema de entonces, que en la jerga se conoce como per saltum. Fargosi, a la cabeza del estudio Fargosi & Asociados, fundado en 1960, terminó de presidente del directorio de Aerolíneas cuando Mata se hizo cargo de la compañía.
Otro personaje como Fargosi es el abogado Andrés Marutian, que hoy defiende al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime. Hombre versátil, durante el escándalo de la ley de precarización laboral conocida como Banelco, en el 2000, cuidó los intereses del entonces senador salteño Emilio Cantarero, miembro de la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones. Marutian es socio de Armando Canosa, secretario de Transporte de Menem. El derecho al debido proceso es una de las bases de la democracia y los abogados ayudan profesionalmente a que ese principio se cumpla en la práctica. A veces ejercen la profesión con entusiasmo en defensa de su reo. En el juicio a las juntas de 1985, uno de los abogados del dictador Roberto Viola dijo que “en la guerra no existe represión sino combate, y éste es brutal y contundente. En ese ámbito no existe el homicidio o el crimen. El que no mata, muere. Y el que no pelea, fenece”. Y agregó entonces Andrés Marutian, alto, engominado, pelo negro peinado hacia atrás, largas pausas entre palabra y palabra: “Las limitaciones para el uso de las armas nunca son jurídicas, sino de logística y táctica”.

miércoles, 14 de abril de 2010

“No podemos vivir en medio del silencio”



Por Martín Granovsky (Página 12, Buenos Aires)

La Argentina procesó su pasado de plomo primero con la Justicia que comenzó a actuar con el juicio a las juntas de 1985. Luego, con la interrupción de la investigación judicial, vino la etapa de la memoria. Y la Historia llegó más tarde. Tras la muerte de Francisco Franco y la transición a la democracia, España decidió no hacer justicia y tampoco encaró políticas públicas o particulares de memoria. Los historiadores, en cambio, trabajaron desde un principio. Recién con el primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero y su Ley de Memoria Histórica España destapó la olla de la dictadura franquista (1936-1975), a lo cual se agregó la intervención judicial de Baltasar Garzón desde el 2008.

Julián Casanova tiene la rara característica de actuar en los tres planos. Es historiador profesional y catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, Aragón. Escribió, entre otros libros, La Iglesia de Franco y Víctimas de la Guerra Civil, se interesa por las políticas de memoria vinculadas con la educación e interviene con frecuencia en el debate político cotidiano.

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En un diálogo telefónico con Página/12 Casanova aceptó ponerse sus tres sombreros.

–El nacional-catolicismo español es parecido al integrismo argentino. Usted investigó a fondo al primero y su relación con el régimen de Franco.

–La Iglesia Católica se comportó como un bloque muy homogéneo durante casi todo el franquismo. Reverdeció el mito medieval y por supuesto no escuchó ni los disparos ni la represión. Pero la situación social a partir de los años ’60 empezó a modificar los esquemas. El éxodo rural a las ciudades fue cambiando las cosas y aparecieron percepciones nuevas. Antes los sacerdotes no tenían conexiones con el mundo obrero. Cuando los campesinos se convierten en obreros de las grandes ciudades también aparecieron las comunidades cristianas de base y los sacerdotes relacionados con los nuevos trabajadores, a veces todos juntos en movimientos de tono asambleario y casi libertario. No olvidemos que ya existía la Teología de la Liberación y que el Concilio Vaticano II funcionó a principios de la década de 1960.

–¿Cómo estaba la Iglesia cuando a fines de 1975 muere Franco y luego con el comienzo de la transición democrática?

–Dividida. Ya no era aquel bloque monolítico.

–¿Por la pastoral obrera?

–No solamente. También había divisiones en la jerarquía. El cardenal Vicente Enrique y Tarancón apoyó la transición democrática mientras otros dignatarios aún lloraban la muerte de Franco. Al revés de la Iglesia, el ejército sí era todavía un bloque monolítico y estaba dirigido en parte por quienes todavía reivindicaban un ejército de guerra, prolongación de las fuerzas que habían vencido en la Guerra Civil y gobernado con Franco entre 1936 y 1975. La paradoja es cómo evolucionaron las dos instituciones.

–¿Cuál sería la paradoja?

–La jerarquía de la Iglesia Católica, ya sin Tarancón, volvió a hacerse monolítica. Hoy es monolíticamente reaccionaria. Y el ejército, en cambio, no está en la batalla de reivindicación del franquismo que vemos hoy en otros sectores. Si no estaríamos oyendo ruido de sables.

–Y no los oyen.

–No, claro que no. No se escuchan desde febrero de 1981, cuando el mundo asistió a la imagen extraordinaria de Antonio Tejero, aquel personaje que entraba a tiro limpio en un Parlamento de Europa occidental.

–¿Cuáles son algunos de los signos visibles del monolitismo que usted atribuye a la jerarquía eclesiástica española?

–Su peso permanente, en buena medida en aumento durante el papado de Juan Pablo II, que ejerció una influencia de homogeneización. Por ejemplo, no quiso ni negociar en la cuestión del aborto.

–A pesar de que el Congreso la votó por mayoría.

–Exactamente.

–¿Los gobiernos democráticos atacaron a la cúpula de la Iglesia?

–No. Al contrario. Ni siquiera cortó los conciertos subsidiados en los colegios católicos. Tampoco cuestionó las beatificaciones de Juan Pablo II a figuras de la historia española.

–¿A quiénes beatificó?

–A mártires de la Guerra Civil. Pero ése no es el punto. El punto, en relación con su pregunta sobre la actitud de los gobiernos democráticos, es que ningún papa había realizado beatificaciones y canonizaciones antes, en vida de Franco. Todas ocurrieron de la transición en adelante, cuando paradójicamente se fueron muriendo todos los últimos exponentes de la cruzada franquista.

–¿Qué pasó con aquellos movimientos asamblearios dentro de la Iglesia?

–La jerarquía los fue asfixiando. Hay algunos restos. De vez en cuando alguno levanta la mano, pero no tienen espacio.

–En los años ’60 el Opus Dei actúa como fuerza modernizadora dentro del gobierno de Franco. ¿Qué ocurre después?

–Efectivamente es así. El Opus Dei ingresa al gobierno en 1957 y no lo deja hasta 1974. Controla el final del franquismo. Después abandona la política directa y no pesa en la transición democrática. Sin embargo, sigue pesando en sectores de poder y en miembros de la jerarquía, sobre todo con Juan Pablo II.

–La transición se basó, entre otras cosas, en no perseguir los crímenes del franquismo, ¿no es verdad?

–La administración del Estado franquista fue desmontada sin demasiados problemas. No se buscaron responsabilidades y no se buscó a la gente comprometida con el régimen. Salvo expresiones y atentados residuales, el proceso de transición se realizó sin grandes resistencias de grupos ultraderechistas desde dentro de la administración. Esta es la gran paradoja de la transición española: ni las fuerzas relacionadas de alguna manera con las víctimas del franquismo protestaron y exigieron que la transición fuese más allá, ni la ultraderecha, debilitada, pudo oponerse a la propia transición. Fue muy impresionante, por otra parte, el nivel de manejo y de dominio del ritmo político evidentes en los franquistas que aterrizaron en la transición, como el presidente de gobierno Adolfo Suárez.

–Y se produjo el destape.

–Pero a la vez siguió el miedo.

–¿Miedo a qué?

–No olvidemos que los españoles estuvieron educados durante muchos años en la cultura política del orden y la estabilidad. Temían los desórdenes y las protestas. Temían un nuevo trauma. Y los discursos que explotaron ese miedo fueron claves y calaron hondo en la sociedad. Pero tengamos en cuenta también una cosa importante: todos, incluso los sectores más reaccionarios, entendieron que la democracia traía beneficios. Era conveniente para todos.

–En los últimos años, con la Ley de Memoria Histórica y decisiones como la del juez Garzón, ¿volvió el miedo?

–Es distinto. Sucede como si todo el mundo hubiera acordado en un momento que el pasado estaba directamente en el olvido. Y ahora todos se comportan como si les estuvieran cambiando un poco la historia. Pensaron que la habían superado y ahí está.

–¿Fue así?

–Lo fue a nivel masivo. No se trata de miedo a volver al pasado. Es el miedo a que les cambien la historia. El miedo se refiere no tanto a la Guerra Civil sino a la posguerra, a la dictadura, a la represión sistemática. Insisto: lo digo en términos masivos, porque la verdad es que los historiadores veníamos trabajando duro y con precisión en el estudio del franquismo e incluso de sus crímenes.

–¿Cómo juega en este proceso la intervención de Garzón?

–De hecho les dio una proyección masiva e internacional a los temas que los historiadores ya veníamos trabajando. Más allá de que un juez es un juez y un historiador tiene un oficio distinto, no es lo mismo para la visibilidad de un tema la intervención de un juez con prestigio internacional que el trabajo de un historiador capaz de vender, con suerte, 20 mil ejemplares de un libro. Con definiciones como la de Garzón estaba claro que a las instituciones en general no les iba a quedar más remedio que involucrarse.

–¿Para usted es positivo el proceso?

–Al principio, cuando comenzó a discutirse el tema de la Memoria Histórica, no había dudas de que era buena oportunidad de difundir el conocimiento. Siempre hay que saber. Es una forma más de evitar que el pasado traumático pueda volver en algunas de sus formas. Y habría sido bueno para recuperar una parte larga de la historia del siglo XX. Es inconcebible que no haya en España museos, memoriales, sitios donde reflexionar masivamente sobre lo que ocurrió. Cuando se pase la bronca política de hoy, ¿qué quedará? Habrá que reconstruir en los archivos, contribuir a la memoria, dar materiales para la educación. Y hay muchas discusiones pendientes. ¿Qué debe borrarse del pasado? Es obvio que no puede vivirse con todas las calles que se llamaban Generalísimo o Francisco Franco. Pero, ¿hay que sacar todo? Quitaron todas las placas de conmemoración del franquismo. ¿No había que dejar por lo menos una parte para que se entendiera el propio franquismo? Si no, se acaba borrando las memorias de los otros.

–Incluidas las víctimas.

–Incluidas. Y ya que habla de las víctimas, permítame aprovechar para aclarar algunas cosas para los lectores argentinos. Puede ser que se haya interpretado la decisión de Garzón de sentirse en condiciones de entender en los crímenes del franquismo como algo con una consecuencia directa: que Garzón iba a por los verdugos.

–Supongo que los verdugos, en su mayoría, murieron.

–Claro. Y otro punto es el de los desaparecidos. Hubo desaparecidos en la Guerra Civil y puede haber habido algunos después, pero ésa no fue la norma represiva del franquismo.

–¿Cómo reprimió Franco?

–Lo predominante no fueron las desapariciones al estilo de la represión argentina, porque Franco fusilaba. Por supuesto que los acusados no tuvieron un juicio justo, pero no hay mayores misterios. Los investigadores registramos los asesinatos. Conocemos sus nombres. Escribimos libros.

–¿Cuántos fueron?

–Por lo menos hay registrados 50 mil asesinados después de la Guerra Civil. Es una enormidad. Y la decisión de Garzón funcionó como un modo de hacer más visible ese tema. Lo atacan porque dicen que es un juez-estrella. Pero es su forma de que las cosas aparezcan en la superficie. Y, más allá de Garzón, una sociedad no puede vivir para siempre entre miles de muertes del pasado y en medio del silencio. Las muertes siempre merecen una retribución jurídica y política. Veremos cuál es, pero la merecen.

martes, 13 de abril de 2010

Una versión brutal del catolicismo



Por Sinead O´Connor (La Nación, Buenos Aires)

Dublín.- Cuando era niña, Irlanda era una teocracia católica. Si se acercaba un obispo por la calle, la gente se apartaba para dejarle paso. Si asistía a un acontecimiento deportivo, el equipo se aproximaba a arrodillarse y besarle el anillo. Si alguien cometía un error, en vez de decir "nadie es perfecto", decíamos: "Podría pasarle hasta a un obispo".

Esta última frase era más certera de lo que imaginábamos. Hace unos días, el papa Benedicto XVI escribió una carta personal en la que pedía perdón -por decir algo- a Irlanda por los decenios de abusos sexuales a menores que cometieron unos sacerdotes en los que se suponía que debían confiar esos niños. Para muchos irlandeses, esa carta del Papa es un insulto no sólo a nuestra inteligencia, sino a nuestra fe y a nuestro país. Para entender por qué, hay que tener en cuenta que los irlandeses hemos sufrido una variante brutal del catolicismo, basada en la humillación de los niños.

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Yo lo viví en persona. Cuando era niña, mi madre -una madre maltratadora y todo lo contrario de lo que debe ser una buena madre- me animaba a que robara en las tiendas. En una ocasión me atraparon y pasé 18 meses en el Centro de Formación An Grianan, una institución para niñas con problemas de conducta en Dublín, por recomendación de una trabajadora social. An Grianan era una de las hoy tristemente famosas "lavanderías de las Magdalenas", patrocinadas por la Iglesia, que albergaban a adolescentes embarazadas y a jóvenes poco dóciles. Trabajábamos en el sótano, lavando la ropa de los curas en fregaderos con agua fría y pastillas de jabón. Estudiábamos matemáticas y mecanografía. Teníamos poco contacto con nuestras familias. No cobrábamos ningún sueldo. En mi caso, por lo menos, una de las monjas fue buena conmigo y me regaló mi primera guitarra.

An Grianan era un producto de la relación del gobierno irlandés con el Vaticano; la Iglesia gozó de una posición especial, reconocida en nuestra Constitución hasta 1972. Todavía en 2007, el 98% de los colegios irlandeses estaba en manos de la Iglesia Católica. Pero los colegios para niños difíciles han estado siempre plagados de castigos corporales salvajes, maltratos psicológicos y abusos sexuales. En octubre de 2005, un informe encargado por el Gobierno identificó más de cien acusaciones de abusos sexuales cometidos por sacerdotes entre 1962 y 2002 en Ferns, un pueblo a unos cien kilómetros al sur de Dublín. La policía no investigó a los sacerdotes acusados; se dijo que padecían un "problema moral". En 2009, un informe similar involucró a los arzobispos de Dublín en la ocultación de varios escándalos de abusos sexuales entre 1975 y 2004.

¿Por qué se toleraba esa conducta criminal? Según el informe de 2009, el "importantísimo papel que ha desempeñado la Iglesia en la vida irlandesa es el motivo por el que se consintió que no se pusiera fin a los abusos cometidos por una minoría de sus miembros".

A pesar de la larga relación de la Iglesia con el gobierno irlandés, la carta en la que el papa Benedicto pide, teóricamente, perdón no asume ninguna responsabilidad por las infracciones de los curas irlandeses. Dice que "antes, la Iglesia en Irlanda debe reconocer ante el Señor y ante los otros los graves pecados cometidos contra unos niños indefensos". ¿Qué hay de la complicidad del Vaticano en esos pecados?

En su texto, Benedicto da la impresión de que se ha enterado hace poco de los abusos. Se presenta como una víctima más: "No tengo más remedio que compartir la desolación y la sensación de traición que habéis experimentado tantos de vosotros al saber de estos actos pecaminosos y criminales y de cómo se ocuparon de ellos las autoridades eclesiásticas en Irlanda". Sin embargo, la carta de infausta memoria que envió Benedicto en 2001 a los obispos de todo el mundo les ordenaba guardar secreto sobre las acusaciones de abusos sexuales so pena de excomunión. Es decir: actualizaba una perniciosa política de la Iglesia, expresada en un documento de 1962, que establecía que tanto los sacerdotes acusados de delitos sexuales como sus víctimas debían "observar el más estricto secreto" y "atenerse a un silencio eterno".

Benedicto, entonces Joseph Ratzinger, era cardenal cuando escribió esa carta. Hoy, cuando ocupa el sillón de San Pedro, ¿vamos a creer que su opinión ha cambiado? ¿Y vamos a conformarnos ante las recientes revelaciones de que en 1996 se negó a destituir a un sacerdote acusado de haber abusado de hasta 200 niños sordos en el Estado norteamericano de Wisconsin?

La carta de Benedicto afirma que su preocupación es "sobre todo, ayudar a sanar a las víctimas". Sin embargo, les niega lo que podría sanarlas: una confesión inequívoca del Vaticano de que ocultó los abusos y de que ahora está tratando de ocultar el ocultamiento. Asombrosamente, el Papa invita a los católicos a "ofrecer vuestro ayuno, vuestras oraciones, vuestra lectura de las Escrituras y vuestras obras de misericordia para obtener la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia de Irlanda". Y sugiere, cosa aún más asombrosa, que las víctimas irlandesas pueden sanar acercándose más a la Iglesia, la misma Iglesia que exigía votos de silencio a los niños víctimas de los abusos, como ocurrió en 1975, en el caso del padre Brendan Smyth, un sacerdote irlandés que más tarde acabó en la cárcel por delitos sexuales repetidos. Muchos irlandeses, cuando se nos pasó la risa, nos dijimos que la idea de que necesitamos la Iglesia para aproximarnos a Jesús es una blasfemia.

Para los católicos irlandeses, lo que insinúa Benedicto -que los abusos sexuales en Irlanda son un problema irlandés- es arrogante y blasfemo. El Vaticano está actuando como si no creyera en un Dios que todo lo ve. Quienes dicen ser los guardianes del Espíritu Santo se dedican a aplastar todo lo que el Espíritu Santo representa. Benedicto es culpable de dar una imagen falsa del Dios al que adoramos. Todos sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso sabemos que Cristo no está con esos que lo invocan con tanta frecuencia.

Los católicos irlandeses tienen una relación disfuncional con una organización que comete abusos. El Papa debe hacerse responsable de las acciones de sus subordinados. Si hay sacerdotes católicos que abusan de los niños, es Roma, y no Dublín, la que debe responder por ello, con una confesión inequívoca y sometiéndose a una investigación criminal. Mientras no lo haga, todos los buenos católicos -incluidas las ancianitas que van a misa todos los domingos, no sólo los cantantes de protesta como yo, a quienes el Vaticano puede ignorar sin problema- deberían dejar de acudir al templo. Ha llegado la hora de que en Irlanda separemos a nuestro Dios de nuestra religión y nuestra fe de sus supuestos dirigentes.

Hace casi 18 años, rompí una fotografía del papa Juan Pablo II en un episodio de Saturday Night Live . Muchos no entendieron la protesta. La semana siguiente, el presentador invitado del programa, el actor Joe Pesci, dijo que, si hubiera estado presente, me hubiera dado una bofetada. Yo sabía que mi acción iba a causar problemas, pero quería provocar un debate necesario; ése es uno de los ingredientes de ser artista. Lo único que lamenté fue que la gente pensara que no creía en Dios. No es verdad, en absoluto. Soy católica de nacimiento y cultura, y sería la primera en presentarme a la puerta de la iglesia si el Vaticano ofreciera una reconciliación sincera.

Mientras Irlanda soporta la ofensiva carta con la que Roma pide perdón y un obispo irlandés dimite, pido a los estadounidenses que comprendan por qué una mujer católica irlandesa que sobrevivió a los malos tratos de niña pudo querer romper la foto del Papa. Y que piensen si a los católicos irlandeses, por no atrevernos a decir que nos merecemos algo mejor, se nos debe tratar como si mereciéramos algo peor.

Publicado orinalmente por The New York Times.

Las vueltas de la historia



Por Mario Wainfeld (Página 12, Buenos Aires)

“Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”
.
Antonio Machado

Una vez ganada la guerra civil, el franquismo tomó una decisión brutal, apropiarse de los hijos de muchas mujeres republicanas presas, muertas o a punto de ser condenadas a muerte. La fundamentó en perversas teorías psicologistas: considerando a los marxistas “psicópatas antisociales”, “segregarlos de sus madres desde la infancia ahorraría una plaga a la sociedad”. Dicho y hecho, miles de familias fueron privadas de la patria potestad, que se endosó al Estado. Decenas de miles de niños, quizá centenares de miles, fueron “resocializados” en orfanatos creados al efecto y, eventualmente, entregados en adopción borrando todos los datos de su familia de origen. Todo se legisló, urdiéndose una pesada trama burocrática y pseudoasistencial.

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En España, aún hoy día, poco se conoce sobre el asunto, memorablemente narrado en el libro Mala gente que camina, de Benjamín Prado. Es una novela inusual, que combina elementos ficcionales con una formidable investigación. Prado es novelista, ensayista, poeta, periodista. Hasta letrista, colaboró en las letras de las canciones del último disco de Joaquín Sabina. El año pasado presentó Mala gente... en la Feria del Libro de Buenos Aires. En varias entrevistas, burla burlando, dijo que una de sus finalidades era aliviar de culpas a los argentinos: “Quiero contaros que vuestra dictadura no inventó nada”.

Ironías (y diferencias de implementación) aparte, bastante de eso hay. La violación de derechos humanos es una constante expandida en varias latitudes, potenciada en el siglo XX. También el surgimiento de una justicia universal que saltea fronteras para impedir la impunidad de los crímenes de lesa humanidad.

Baltasar Garzón fue pionero en esa brega, aunque no su inventor. Para el movimiento de derechos humanos argentino, las causas abiertas por ese magistrado fueron un catalizador, un impulso llegado de ultramar que revitalizó la gesta contra la impunidad en nuestro territorio.
* * *

Hiperactivo y bastante solitario, Garzón encarnó una proeza persiguiendo a represores de este rincón del mundo. Contaba con pocos “fierros”, siendo apenas juez de primera instancia. Pero su tarea movilizó a víctimas, organizaciones nobles y militantes, abogados tan comprometidos como creativos. Ese inesperado colectivo litigó en España, abriendo ventanas en la formidable lucha de los movimientos de derechos humanos argentinos.

En un alarde de coraje y prepotencia de trabajo, Garzón arrestó a Augusto Pinochet en Londres, tras escribir sus fundamentos con la sola cooperación de un empleado de su juzgado en una noche febril.

Las réplicas primeras de los gobiernos argentino y chileno fueron deplorables. Por acá, bajo el mandato de dos presidentes argentinos, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, brotó un nacionalismo de opereta, pretendiendo poner fronteras al derecho de gentes. Entre tanto, se glorificaba la globalización y se permitía el despliegue irrefrenable de los mercados del mundo. Los flujos financieros no requerían pasaporte ni aduana, pero eso sí: la Argentina devino un aguantadero para represores genocidas. Para colmo de inconsecuencias, se lo justificaba con una retórica chauvinista que apestaba a naftalina. Y a complicidad.
* * *

Los escenarios han cambiado, en España y en Argentina. Tras vicisitudes (y con enormes bretes aún) se abrieron procesos por los crímenes de la dictadura. En su patria, Garzón está siendo asediado por una avanzada de la derecha, que tiene aliados transversales en cierta sedicente progresía. Como explicó con minucia y garbo el colega Martín Granovsky el domingo pasado en Página/12, el señor juez no se privó de nada. Puso en el banquillo a los criminales sudamericanos, a la ETA, a los GAL prohijadas por Felipe González, a terroristas islámicos. En los últimos tiempos pateó dos hormigueros domésticos. Uno fue la corrupción del Partido Popular, consagrada en el apodado caso Gürtel que está hoy día a punto caramelo, enlodando a la flor y nata del centroderecha hispano.

Además, consistente con su prédica para otras comarcas, Garzón interpretó que la Ley de Amnistía de su país no ampara los delitos contra la humanidad, imprescriptibles e imperdonables por vía de pretensas leyes. Develar los crímenes del franquismo fue un reto al silencio y a las componendas de décadas. Una coalición amplia y mediocre busca revancha: quiere juzgar al juzgador, condenarlo penalmente, privarlo de su cargo. Esa pelea está desplegándose y la solidaridad internacional tiene algo que hacer. Desde estas pampas, sumarse es un deber de gratitud.

La batida contra Garzón no es, tan solo, un ajuste de cuentas personal. Frena las causas contra los crímenes del franquismo. Los corsi y ricorsi de la historia validan la movida que se hará mañana, de la que se da cuenta en la nota central de estas páginas. La doctrina que ha recorrido el mundo se postulará ante los tribunales locales, a quienes se recabará que apliquen la ley universal.

Carlos Slepoy, el abogado argentino que representó a muchas víctimas en España, definió lo que se viene como “una devolución a Garzón”. Abrir los tribunales argentinos para evitar la inmunidad de crímenes afrentosos es un rizo de la historia, también un modo justo de pagar una deuda. ¿Encontrarán los demandantes un magistrado de la talla de Baltasar Garzón? Parece muy difícil, aun tomando en cuenta su personalismo y algunos errores, propios de quien hace tanto.

¿Encontrará el reclamo, al menos, jueces que se hagan cargo de lo que es legal y digno? No es seguro, no es imposible, sería justo y necesario.

lunes, 12 de abril de 2010

El costo de la crisis en EE.UU. es menor a lo previsto



Por Deborah Solomon (Bloomberg)

Washinton.- El salvavidas que el gobierno de Estados Unidos lanzó para rescatar a compañías en problemas y los mercados financieros parece menos oneroso y prolongado de lo que se temía.
Las empresas que hace apenas unos meses funcionaban como zombies empiezan a devolver las inyecciones de recursos fiscales que recibieron en medio de la crisis financiera y el costo del rescate se ha reducido a una fracción de lo que se había estimado previamente.

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Funcionarios del Departamento del Tesoro de EE.UU. estiman que el costo final podría ascender a US$89.000 millones, una cuenta que incluye el Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés), las inyecciones de capital en los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac, garantías de préstamos emitidas por la Administración de Vivienda Federal y medidas de la Reserva Federal como la compra de valores respaldados por hipotecas y el apuntalamiento del mercado de papeles comerciales.
El Departamento del Tesoro se siente cada vez más optimista de que incluso American International Group Inc. (AIG) funcione en forma independiente en un año. Según fuentes cercanas, el gobierno evalúa formas de desprenderse de su participación de 80% en la aseguradora. AIG se encamina a pagar el préstamo de la Fed a través de ventas de activos que recaudarán US$51.000 millones.
El Tesoro estadounidense, asimismo, planea vender su participación de US$32.000 millones en Citigroup Inc. mientras que General Motors Corp. da los pasos necesarios para devolverle al gobierno su inversión de US$6.700 millones y prepara su regreso a la bolsa en unos meses. Las dos empresas quedarían libres de restricciones estatales este año.
Hace apenas un año, la Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense y la de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca estimaron que el costo del paquete de rescate bordearía los US$250.000 millones. Sin embargo, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, dijo el mes pasado que la cifra llegaría a "menos de 1%" del Producto Interno Bruto. La proyección de US$89.000 millones es 42% más baja que el costo de la crisis de ahorro y préstamos que agobió a EE.UU. a finales de los años 80 y comienzos de los 90.
El precio más bajo de lo esperado refleja la veloz estabilización de los mercados financieros, lo cual ha ayudado a las empresas a devolver el dinero de los contribuyentes (a menudo con interés) y le ha permitido a Washington gastar menos en algunos programas de asistencia que lo que había proyectado.
El gobierno también recibe dividendos, pagos de intereses e ingresos por otros programas de rescate relacionados que varían desde el pago de 5% de interés anual sobre la deuda de US$1,5 billones (millones de millones) de Fannie Mae y Freddie Mac hasta US$4.000 millones provenientes de la venta de bonos de prenda (warrants) que recibió a cambio de sus participaciones en las empresas que recibieron fondos del TARP.
De todos modos, el costo directo del rescate palidece frente al impacto económico y político, dicen muchos expertos. Es probable que EE.UU. demore varios años en recuperarse de la miseria económica, el incremento de la deuda, la pérdida de ingresos fiscales y la agitación política desencadenada por la crisis financiera.
"Si se mira el precio de la crisis financiera… los costos del rescate son a menudo una pequeña parte", dijo Kenneth Rogoff, profesor de economía de la Universidad de Harvard y coautor de un libro sobre la historia de las crisis financieras.
El gobierno estadounidense, por ejemplo, aún suministra apoyo crítico a los mercados financieros y de bienes raíces. Y el Estado seguirá con una carga importante sobre sus hombros: con una inyección directa del gobierno de US$125.900 millones, se espera que Fannie Mae y Freddie Mac sigan dependiendo por años de las arcas fiscales. Ambas instituciones tienen una línea de crédito ilimitada con Washington.
De acuerdo con la Oficina de Presupuesto del Congreso, se espera que las pérdidas relacionadas con los portafolios de inversión de Fannie Mae y Freddie Mac alcancen US$370.000 millones para 2020, aunque la cifra puede fluctuar dependiendo de la salud del mercado inmobiliario.
El malestar generalizado del público hacia los rescates ha complicado la capacidad del gobierno de Barack Obama de conseguir la aprobación de iniciativas clave en el Congreso, como la reforma financiera. "¿Cómo le pone un precio a la ira popular que ha contaminado la formulación de políticas económicas?", dijo Anil Kashyap, economista de la Universidad de Chicago, quien ha criticado el programa de rescate del gobierno estadounidense.
Los economistas señalan que las preocupaciones económicas y financieras han restado varios miles de millones de dólares a la recaudación tributaria. Los impuestos a la renta corporativos e individuales descendieron drásticamente, mientras que los impuestos a las ganancias de capital se han movido al son de los mercados bursátiles. Los ingresos del gobierno estadounidense para 2009 se ubicaron en US$2,1 billones, unos US$200.000 millones por debajo de lo proyectado por la Oficina de Presupuesto del Congreso.
De todas maneras, de los US$245.000 millones inyectados en los bancos, el gobierno ha recuperado US$169.000 millones hasta el momento y se estima que obtendrá una ganancia de US$8.000 millones.

La venganza del Generalísimo



Por Martín Granovsky

El juez que también quería ser arquero afronta el momento más difícil de su carrera. Y ese momento coincide con un hecho: en 2008 se declaró competente para juzgar crímenes de la Guerra Civil española y del franquismo.

Es curioso. En los últimos 25 años Baltasar Garzón investigó de todo y a todos. Indagó a los parapoliciales de los GAL, los Grupos Antiterroristas de Liberación vinculados con el Ministerio del Interior durante el gobierno de Felipe González. Indagó a los jefes del narcotráfico gallego. Indagó a miembros de la ETA. Indagó a los fundamentalistas islámicos con base en España. Consiguió el arresto del generalísimo Augusto Pinochet en Londres. Por esas causas, entre otras, vive bajo custodia estricta. Juega al fútbol (no podría dejar de hacerlo un admirador de Iker Casillas, el arquero del Real Madrid) y come afuera en Nueva York o Buenos Aires. El resto del tiempo vive envasado: las amenazas múltiples lo convirtieron en un blanco móvil para gente muy enojada de los orígenes más diversos.

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Garzón siempre fue polémico, activo y protagónico. No es de esos tipos que se desviven por ganar la simpatía de todos los demás. Cuando pasó por el gobierno de Felipe González con un cargo de jefe antidrogas, sorprendía con procedimientos sorpresa a sus propios colegas de gabinete. Felipe hasta le pidió a un ministro que siguiera sus pasos y lo mantuviera al tanto. Cuando peleó para que la Justicia española pudiera pedir al Reino Unido la extradición de Pinochet –internado en 1998 en una clínica de Londres– inquietó a los que descreían de la jurisdicción universal del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Carlos Menem se parapetó contra una posible cascada de extradiciones de represores argentinos mediante un decreto especial. Fernando de la Rúa lo mantuvo y sus ministros de Justicia defendieron ese decreto inconstitucional como si se tratase de la Constitución. Luego Néstor Kirchner terminaría por derogarlo, lo cual fue una señal doble. Por un lado, Garzón podría extraditar. Por otro lado, no le sería necesario hacerlo: la Argentina terminaría de juzgar por sí misma a los victimarios. Era lo que el propio juez susurraba en privado. Garzón decía que la jurisdicción española era no solo posible sino obligatoria ante la falta de persecución penal en el sitio de origen, la Argentina.

¿Colgar la toga?

Siempre pendiente de un hilo, la suerte de Garzón comenzó a ponerse más tensa cuando se le ocurrió meterse con los crímenes de la Guerra Civil (1936-1939) y los asesinatos que, tras la victoria, cometió Francisco Franco hasta su muerte, en 1975. Justo a él le pasa. Justo a un andaluz de Jaén, nieto de labriegos y aparceros, que nació en el número 89 de la calle que el 26 de octubre de 1955 todavía se llamaba “del Generalísimo”. Era por Franco, coño, Generalísimo por la Gracia de Dios.

El juez Luciano Varela, del Tribunal Supremo, quiere destituir a Garzón. Sostiene que cometió prevaricato cuando dijo ser competente para investigar la suerte de 114.266 víctimas del franquismo bajo la figura de crímenes de lesa humanidad, que no prescriben y siempre pueden dar lugar a que sea abierta una causa. Un juez prevarica cuando sabe que actúa contra la ley e igual lo hace. Varela dice que la ley de amnistía de 1977, en plena transición democrática, le impedía a Garzón abrir esas causas. Prevaricato es una palabra fuerte en los tribunales. En la interesante biografía Garzón, el hombre que veía amanecer, la periodista Pilar Urbano cita una reflexión del juez: “¿Temeroso? No. En el momento en que un juez tenga miedo de sus propias decisiones ha de abandonar la carrera porque... ya está prevaricando. Si deja de aplicar una ley justa por temor a que le critiquen, a que le persigan, a que le difamen, a que perturben su vida privada, a que le maten... ese juez está mediatizado, ese juez ya es parcial: su miedo es su parte. Si nota eso, que cuelgue la toga y se marche a su casa”.

El sistema español permite que la Justicia reciba ayuda cuando instruye y acusa. Cuando Garzón juzgó a Pinochet lo ayudaron los abogados que llevaban las causas de los crímenes cometidos en América latina, encabezados por Joan Garcés, asesor de Salvador Allende entre 1970 y 1973, y el argentino Carlos Slipoy, exiliado en España primero y residente en España después. Aluns Jones representaba entonces a los españoles ante la Cámara de los Lores, donde recordó que Pinochet había asistido a los funerales de Franco y recomendó investigar las relaciones entre los grupos operativos pinochetistas que atentaban contra exiliados y los servicios secretos franquistas. A Varela, estos días, lo ayudan Manos Limpias y Falange Española.
El mito del ausente

Manos Limpias es una organización de ultraderecha presidida por Miguel Bernard, que reivindica a Blas Piñar, un funcionario de Franco que ocupó el Instituto de Cultura Hispánica, suerte de cancillería cultural del régimen para compartir proyectos con las derechas extremas de América latina. Cuando, en democracia, Piñar languidecía, le daba oxígeno desde el otro lado de los Pirineos el neofascista francés Jean-Marie Le Pen.

El nombre completo de Falange Española es Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. En su web www.fa lange.es la organización usa la sigla FE JONS. Es el remedo de la fuerza que creó José Antonio Primo de Rivera en 1933, el mismo año del triunfo de Adolf Hitler en Alemania, y utilizó como instrumento de masas Franco desde 1936, cuando se levantó contra la República y desató la Guerra Civil. Primo de Rivera no pudo combatir: fue fusilado el 20 de noviembre de 1936. Curiosamente, fue la misma fecha en que moriría Franco, en 1975. Curiosamente o no, quién sabe. Ya moribundo, Franco fue mantenido artificialmente con vida durante varios meses y recién desentubado cerca de la medianoche del 19 de noviembre. El certificado de defunción fue expedido en las primeras horas del 20.

El historiador aragonés Julián Casanova describe en República y Guerra Civil, uno de los volúmenes de la Historia de España que dirigieron Josep Fontana y Ramón Villares, hasta qué punto Franco fue astuto. Relata cómo construyó desde Primo de Rivera lo que llama “la leyenda del ausente”, el mito del líder popular falangista presuntamente muerto con valentía y honor a los 33 años. Conviene leer el jugoso análisis de Casanova sobre la Falange, el franquismo, los republicanos y la lógica de la violencia: “La conclusión parece clara: la violencia fue inseparablemente unida al golpe de Estado y al desarrollo de la Guerra Civil. Simbolizada por las ‘sacas’, ‘paseos’ y asesinatos masivos, sirvió en los dos bandos en lucha para eliminar a sus respectivos enemigos, naturales o imprevistos. Fue una parte integral del ‘glorioso Movimiento Nacional’, de su asalto a la República y de la conquista gradual del poder, palmo a palmo, masacre tras masacre, batalla tras batalla”. Y sigue así Casanova: “(La violencia) se convirtió asimismo en un ingrediente básico de la respuesta multiforme y desordenada que las organizaciones políticas y sindicales de izquierda dieron al golpe militar. Más que una consecuencia de la guerra, como puede a veces creerse, esa violencia fue el resultado directo de una sublevación militar que llevó con ella desde el primer instante el asesinato impune y el tiro de gracia. Un plan estratégicamente diseñado que, donde falló, encontró una réplica armada súbita y feroz contra los principales protagonistas de la sublevación y contra quienes eran considerados sus compañeros materiales y espirituales de armas”. Y el historiador termina de este modo su análisis: “En esa operación de exterminio, los sublevados contaron además desde el principio con la inestimable bendición de la Iglesia católica. El clero y las cosas sagradas, por otro lado, constituyeron el primer blanco de las iras populares, de quienes participaron en la derrota de los militares rebeldes y de quienes protagonizaron la ‘limpieza’ emprendida en el verano de 1936”.
Conspiraciones y crisis

Las conspiraciones en la historia existen, pero las teorías conspirativas sirven poco. Cuando los investigadores descubren el hilo de una conspiración ya no hace falta hablar de teorías conspirativas. Son hechos. Mientras la conspiración no sea una evidencia histórica, la honestidad intelectual aconseja plantear los hechos dejando siempre el margen que el azar se merece en la vida de los hombres.

La moderna España de hoy no es la del ’33, ni la del ’36 ni la del ’39. Tampoco la del Franco agónico del ’75 ni la España de la transición, ni la del Felipe González que gana por primera vez en 1982. Es la España de la Unión Europea, que respeta el desarrollo de las autonomías y las libertades individuales y en la que el primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero acaba de impulsar, hasta la aprobación, la ley de aborto despenalizado gracias al voto de la mayoría entre los diputados de las Cortes y en el Senado.

Sin embargo, España padece justo hoy una crisis económica feroz, con cálculos que estiman tres millones de nuevos desocupados para el período 2007-2010.

La crisis erosionó –aunque sin pulverizarla, porque su piso propio es alto– la popularidad de Zapatero. Según la consultora Sigma-2, si hoy hubiera elecciones los socialistas obtendrían el 37,7 por ciento de los votos y serían derrotados por los conservadores del Partido Popular de Mariano Rajoy por el 43,5 por ciento. Es la primera vez que el PSOE queda por debajo en una encuesta desde que Zapatero asumió el primer gobierno por voto popular y encargo del rey Juan Carlos, en el 2004.

Y con la crisis los irascibles de ultraderecha se animan un poco más, a pesar de que los gobernantes no hayan dejado de representar a la mayoría. La prueba de la mayoría es la votación laica del Congreso por la cuestión del aborto: cada quien decide de acuerdo con su conciencia y no será penado por ello. El indicio de que la extrema derecha política es impopular pero tiene arraigo en antiguos poderes lo muestra la iracundia de algunas declaraciones. Una es la que realizó el año pasado monseñor Antonio Cañizares, ex cardenal primado de España y actual cardenal prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el Vaticano: “El aborto es peor que la pedofilia”. “No es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios con millones de vidas destruidas por el aborto”, dijo Cañizares. Otra declaración fue emitida el jueves último: “Hay menores que desean el abuso e incluso lo provocan”, dijo Bernardo Alvarez, obispo de Tenerife.

Este clima rodea en España las acusaciones contra Garzón. Pero nadie puede decir hoy cuál será el resultado. En 1998, el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, también opinaba que Garzón se había extralimitado en el caso Pinochet y pronosticaba su defenestración. Antes, le había asegurado al auditor militar chileno Fernando Torres Silva que Pinochet podía viajar a Europa sin peligro porque la jurisdicción universal no sería reconocida en España. El general chileno lo grabó: además de ser fiscal militar, Torres Silva estaba acusado de tortura.

En unos apuntes que, según Pilar Urbano, Garzón escribió cuando los lores ingleses reconocieron la jurisdicción española, el 24 de marzo de 1999, puede leerse una reflexión: “Lo histórico es que se reconoce que no cabe inmunidad para un ex jefe de Estado por los crímenes que cometió y mandó cometer durante su mandato. Otro punto claro: los países que firman un convenio penal no adquieren un derecho sino una obligación de perseguir y juzgar determinados delitos ocurran donde ocurran: justicia sin fronteras”.

Sería bueno saber qué estará escribiendo hoy, en estado de alerta, el juez que también quería ser arquero. ¿Pensará en la venganza del Generalísimo? Pero, ¿de cuál? ¿De Pinochet o de Franco?

viernes, 9 de abril de 2010

New York Times, The Economist, Le Monde y Süddeutsche Zeitung: la acusación contra Garzón es un escándalo

Una injusticia en España. Así titula The New York Times el alegato en defensa de Baltasar Garzón que publica hoy. En un duro editorial contra la causa abierta contra el magistrado, que califica de "políticamente motivada", el prestigioso diario afirma: "Los crímenes reales en este caso son las desapariciones [durante la guerra civil y la dictadura franquista], no la investigación de Garzón".

"España necesita una explicación honesta de su turbulento pasado, no perseguir a aquellos que tienen el valor de exigirla", afirma el periódico neoyorquino.

Según el NYT, la querella contra el juez de la Audiencia Nacional debería haber sido rechazada por los tribunales. La posible suspensión en sus funciones por 20 años a la que se enfrenta "complacería a sus enemigos políticos, pero sería una parodia de la justicia".

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El diario argumenta que si, como parece probable, las desapariciones de más de 100.000 personas durante la represión franquista son crímenes contra la humanidad de acuerdo con el Derecho Internacional, la ley de amnistía de 1977, que Garzón ignoró deliberadamente según el juez Luciano Varela, "no puede absolverlos legalmente".

Una condena a Garzón, a quien el NYT califica de juez "arriesgado y controvertido que se ha granjeado muchos enemigos", "acabaría de hecho con una carrera dedicada a hacer que terroristas y dictadores paguen por sus crímenes".

Aunque al juez "le atraen los casos notorios y algunas veces se extralimita", "su objetivo constante ha sido negar la impunidad a los poderosos y extender el ámbito de las leyes internacionales sobre derechos humanos", afirma el diario. Por eso, "se debería permitir a Garzón volver a ese trabajo lo antes posible".

The Economist

El resto de la prensa internacional también se hace eco del proceso contra el juez español. "El Generalísimo Francisco Franco, dictador de España durante 36 años, seguramente se estará riendo en su tumba", empieza un artículo del semanario económico británico The Economist titulado 'Judge not': no Juzgues.

"El caso es otra prueba de la tendencia de Garzón a actuar como pararrayos de los temas que más inquietan al país", dice el artículo. "La corrupción, el terrorismo, el delito organizado y, ahora, el fantasma del violento pasado español han pasado bajo el escrutinio del magistrado, de 54 años. Su decisión de probar las atrocidades franquistas se tomó varios años después de que las familias de las víctimas comenzasen sus propias investigaciones, desenterrando las fosas comunes dejadas por los escuadrones de muerte y exponiendo las injusticias de un doloroso periodo que el resto del país había envuelto en silencio. Los detractores de Garzón sostienen que está más interesado en promoverse a sí mismo que en la causa de la justicia".

Le Monde

El diario francés, en un artículo firmado por el periodista Jean Jacques Bozonnet, resume las actuaciones contra Garzón del siguiente modo: "El proceso del juez se basará en argucias de procedimiento, pero lo que atrae a la prensa es su dimensión política"

Süddeutsche Zeitung

El diario alemán publica un artículo de opinión de Javier Cáceres titulado 'Víctima de los poderosos'. "Al margen de que esta postura la defienden reconocidos juristas y, por lo tanto, la acusación de prevariación contra Garzón quedaría neutralizada, el hecho de que Garzón vaya a sentarse en un banquillo debido a una acusación presentada por los herederos ideológicos de Franco, entre ellos el partido fascista Falange, resulta escandaloso", dice. "El caso de Garzón es además un nuevo ejemplo de la nefasta politización de la justicia española. Así pues, lo que se está estatuyendo con Garzón debe servir como ejemplo: Nadie se enfrenta con los poderosos sin ser castigado por ello".

Amnistía Internacional considera "insólito" que Garzón sea juzgado por buscar la verdad



Por Amnistía Internacional (España)

El juez Baltasar Garzón puede ser juzgado por un presunto delito de prevaricación por investigar las desapariciones ocurridas durante la Guerra Civil y la dictadura franquista.

Amnistía Internacional considera insólito que un magistrado pueda ser juzgado por buscar la verdad, la justicia y la reparación para más de 100.000 personas desaparecidas durante la Guerra Civil española y la posterior dictadura franquista.

La Ley de Amnistía de 1977 ha sido invocada para perseguir al único juez que ha intentado dar respuesta a víctimas de desaparición forzada y sus familias. Si este juicio se produce será el primer caso del que tenemos noticia, en todo el mundo, de que un juez es llevado al banquillo por intenta conseguir verdad, justicia y reparación para estas víctimas. Es un mensaje tremendo para otros jueces que lo intenten, en España y en el resto del mundo.

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Las leyes de Amnistía en un país no pueden entrar en contradicción con las normas internacionales de derechos humanos, y éstas dicen claramente que el crimen de desaparición forzada no es amnistiable, es imprescriptible, y que entorpecer su investigación es un delito.

Los familiares de los desaparecidos tienen derecho a conocer las circunstancias de su muerte, el paradero de sus seres queridos y poder ofrecer un entierro digno. Por ello, Amnistía Internacional, que trabaja por los derechos de la víctimas, se pronuncia en defensa de la legalidad internacional. El motivo ha sido el hecho que el Magistrado instructor en su auto de 3 de febrero expresase que el delito era no haber aplicado la Ley de Amnistía de 1977 a las desapariciones forzadas. La legalidad internacional es muy clara al respecto y sostiene que estos delitos no se pueden someter ni a prescripcion ni a amnistías ni a ningún tipo de mecanismo de impunidad.

Para Amnistía Internacional la mayor preocupAción de este proceso es que se está poniendo en juego uno de los principios mas importantes de la legalidad internacional y con ello los derechos de las víctimas.

El Estado español es responsable ante las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo

España tiene el deber de poner fin a la prolongada injusticia de la que han sido objeto las víctimas de desaparición forzada y otros crímenes y sus familiares, llevando a cabo las investigaciones necesarias para dar con el paradero de los restos de estas personas, y esclarecer las circunstancias en que tan graves abusos se produjeron.

De acuerdo con el Derecho Internacional, los crímenes contra la humanidad no son susceptibles de amnistía, indulto o prescripción. Es decir, el Estado español no puede sustraerse a la obligación de investigar estos crímenes, y debe poner fin a la impunidad garantizando a las víctimas y a sus familiares su derecho a la verdad, la justicia y la reparación integral.

No es posible que los Tribunales españoles – en base a sus obligaciones bajo el derecho internacional - hayan asumido su competencia para investigar y perseguir los crímenes más graves de derecho internacional cometidos en países como Chile y Argentina, en cuyas causas han sostenido que las leyes de amnistía así como cualquier otra medida análoga carecen de validez en España, y se abstengan de investigar crímenes similares cometidos en su propio país.

Más información en nuestros informes:

La obligación de investigar los crímenes del pasado y garantizar los derechos de las víctimas de desaparición forzada durante la Guerra Civil y el franquismo. (noviembre de 2008).

Víctimas de la Guerra Civil y el franquismo: No hay derecho. (noviembre de 2006).

Poner fin al silencio y a la injusticia. La deuda pendiente con las víctimas de la Guerra Civil española y del régimen franquista (enero de 2005)