domingo, 30 de agosto de 2009

Así torturaba la CIA


Por David Alandete
(El País, Madrid)

El preso está desnudo. Sólo lleva una capucha. Se le retiene sentado, esposado de manos y pies. Lleva horas en la celda. Sin ver. Sin saber lo que pasa a su alrededor. El interrogador de la CIA entra, sigiloso, con una pistola. Abre el tambor y lo gira varias veces junto al oído del detenido, para que sepa que hay un arma de por medio. Le pide información. El preso sigue callado. El agente sale, y entra con un taladro eléctrico. Otros interrogadores han puesto al preso de pie, esta vez en medio de la celda. El interrogador enchufa el taladro y juega con él, acercándoselo al preso oído, advirtiéndole de que le puede taladrar una pierna. De lo mucho que duele.
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La desorientación es total. Las celdas están iluminadas las 24 horas del día. La temperatura ambiente, manipulada, para hacer que los presos pasen calor o frío. Se les desnuda. Se les encapucha. Se les ducha con agua fría. En las duchas, entran agentes que les friegan el cuerpo con los mismos cepillos que se usan para limpiar suelos. Se les obliga a arrodillarse y, una vez están de rodillas en el suelo, se les empuja para que caigan con todo su peso sobre su espalda. Se les enfunda en pañales. Se les ridiculiza y desorienta. Se les restriega por los suelos. Se les humilla. No son nadie. No tienen derechos. Nadie sabe que están allí, en un lugar secreto, por razones que no se les revelan. Y lo peor, el dolor físico, está por llegar.

Es sólo una pequeña muestra de cómo torturó la CIA. Lo ha revelado esta semana un informe elaborado por el Inspector General de la agencia en 2004, en el que se da detallada cuenta de una serie de métodos inhumanos para sacar información, desclasificado por un juzgado federal de Nueva York gracias a una demanda de la Asociación de Libertades Civiles de América y Amnistía Internacional.

El grupo de interrogadores de la agencia, aprendices en el arte de la tortura, llegó lejos. En el informe se detallan casos extremos. Un agente, por ejemplo, está interrogando al preso. De repente, en el pasillo, se oye un disparo. Gritos. Carreras. Insultos. "Le has matado". "¿Qué has hecho?". El interrogatorio acaba, bruscamente. El agente acompaña al preso, sin capucha y esposado, a su celda. Al salir de la sala de interrogatorios, el detenido ve el cuerpo de un hombre, vestido como un preso, encapuchado, en el suelo. Toda la escena, un teatro de la tortura, para hacerle creer que la CIA ha matado a un compañero de cautiverio.

Al preso se le coloca, también, en el centro de su celda. Se le quitan las esposas de las manos. En su lugar, se le ata ambas muñecas a la espalda, con un cinturón. Este cinturón se liga a una cuerda o una cadena, que va enganchada a una polea del techo. El interrogador tira de ella. El preso queda suspendido en el aire, retorciéndose de dolor. Hay que parar antes de que se le disloquen los brazos.

Uno de los métodos más efectivos para obtener información es el de la llamada técnica de los puntos de presión. Se colocan las dos manos sobre el cuello del detenido. Se busca la arteria carótida. Se aprieta con fuerza, mirando a los ojos al detenido, sin titubeos, intimidando. Se aguanta, se sigue apretando, hasta que el preso dé un cabezazo o parezca que vaya a desmayarse. Entonces se le sacude, hasta que se le reaviva. La técnica se puede repetir hasta tres veces.

Estas técnicas de maltrato se probaron, entre 2002 y 2003, sobre un grupo de presos retenidos en diversas cárceles secretas de la CIA, en lugares no revelados. Entre ellos se encontraban Khaled Sheikh Mohammed, supuesto autor ideológico de los ataques contra Washington y Nueva York de 2001; Abu Zubaydah, colaborador de Osama Bin Laden y organizador de la red de transporte de terroristas de Al Qaeda, y Abd al-Rahim al-Nashiri, al que se acusa de perpetrar el atentado contra el destructor USS Cole en Yemen en 2000. Los tres están detenidos en Guantánamo.

Muchas de estas técnicas de tortura se transmitieron del Ejército a la CIA. De hecho, en el informe se admite que un psicólogo del Departamento de Defensa creó un manual de uso interno titulado Reconocer y desarrollar medidas contra la resistencia de presos de Al Qaeda a las técnicas de interrogatorio. Al Ejército, el trato a los prisioneros se le fue completamente de las manos. De la interrogación se pasó a la tortura y, de ella, al sadismo. En la cárcel iraquí de Abu Ghraib, un grupo de soldados convirtió a los presos en sus juguetes, algo que inmortalizó en una serie de fotos de la vergüenza que fueron filtradas a la prensa en 2004. En ellas se ve a soldados sonrientes, atormentando a los detenidos con palos de hierro, armas de fuego y perros; a cadáveres cubiertos en hielo; a hombres desnudos, amontonados como si fueran sólo carne.

Obama tuvo la oportunidad de revelar nuevas fotos de abusos, y así prometió que lo haría al llegar al Gobierno. Pero al ver las fotos, ominosas, cambió de opinión. "La consecuencia más directa de publicar esas fotos sería, creo, enardecer aún más los sentimientos antiamericanos y poner a nuestras tropas en peligro", dijo el presidente en una conferencia de prensa en mayo.

El informe se confeccionó, según se explica en el mismo, porque "un grupo de oficiales de la agencia de diverso rango, implicados en actividades de detención e interrogatorio, está preocupado porque, en el futuro, temen verse expuestos a procesos legales en EE UU o el extranjero y que el gobierno de EE UU puede no respaldarlos. Aunque el actual sistema de detenciones e interrogatorios de la CIA ha sido sujeto a la revisión legal del Departamento de Justicia y a la aprobación de la Administración, diverge considerablemente de la política y las prácticas previas de la agencia". Los propios agentes pensaban que nunca jamás, en la historia de la CIA, se habían corrido tantos peligros. Intuían que podrían verse en el banquillo, como ahora les puede suceder, aunque fuera con el beneplácito de Bush.

Esos agentes creían "que la revelación pública del programa antiterrorista de la CIA es inevitable y dañará seriamente la reputación del personal de la CIA y la reputación y la efectividad de la Agencia en sí misma". Washington respondía que no. Que las técnicas eran legales. Recomendaba, eso sí, que el daño infligido a los terroristas no fuera severo, que el preso no estuviera en riesgo de perder su vida. En ese caso, la información seguiría fluyendo. Mientras, a Sheikh Mohammed se le sometía a ahogamiento fingido 183 veces y se le llegaba a mantener despierto 180 horas, una semana entera. En los descansos, se le amenazaba con matar a sus hijos, que estaban bajo la custodia de soldados estadounidenses y paquistaníes.

En aquella época, en la que los agentes de la CIA experimentaban con lo que se comenzaba a conocer como "técnicas especiales de interrogación", el entonces Presidente George W. Bush emitió un comunicado, en junio de 2003, condenando la tortura: "Estados Unidos declara su gran solidaridad con las víctimas de la tortura en el mundo. La tortura en cualquier lugar es una afrenta a la dignidad humana. Nos comprometemos a construir un mundo en el que los derechos humanos sean respetados y protegidos por el imperio de la ley". Excepto, parece ser, en las cárceles secretas de la CIA.

De hecho, según el informe en el que se han revelado, detalladamente, todos aquellos malos tratos, la Casa Blanca dio autorización expresa para cometerlos. Incluso llegó a aconsejar, en diversos memorandos desclasificados en abril, cómo se debía torturar bien, para no correr riesgos. "La Oficina del Inspector General [de la CIA, autora del informe] ha colaborado estrechamente con el Departamento de Justicia para determinar la legalidad de las técnicas especiales de interrogación", dice el informe.

Los temores de los agentes de la CIA estaban justificados. Sólo ha sido necesario que llegara una nueva Administración, que ha publicado los memorandos del Departamento de Justicia -el llamado manual de la tortura de la CIA- y ha revelado, entre otras cosas, la existencia del programa antiterrorista de la agencia y que dentro de él se contrató a mercenarios para matar a terroristas. Es más, ha descubierto con pavor que el anterior vicepresidente, Dick Cheney, le ordenó a la CIA mentir al Congreso y ocultar la existencia de operaciones de captura de terroristas.

A lo largo de los meses se han ido acumulando evidencias de que la CIA pudo haber quebrantado la ley. "El propio inspector general de la CIA documentó, con una perturbadora minuciosidad, el nivel de tortura cometido y hasta qué punto se violaron las leyes", opina Anthony Romero, director ejecutivo de la Asociación de Libertades Civiles de América, que interpuso la demanda gracias a la que se reveló dicho informe.

Justo el lunes, el comité de control ético del Departamento de Justicia finalizó una revisión de cinco años de duración sobre una docena de casos de supuesta tortura ya investigados por un grupo de abogados del estado de Virginia, por encargo de Bush, y que quedaron cerrados. Ese comité decidió que debían ser reabiertos y recomendaba al fiscal general encausar a los agentes que cometieron aquellas torturas.

El hombre que recibió esta recomendación, Eric Holder, fiscal del Estado, tenía dos opciones. La primera era cumplir la promesa que había hecho previamente, en sintonía con el presidente Obama. Dejar el pasado en paz, no hurgar en los errores de la CIA, y procurar que la historia no se repitiera. Al fin y al cabo, Obama prohibió la tortura por decreto nada más tomar posesión de su cargo. En abril, en un comunicado, el propio fiscal general había dicho: "Sería injusto encausar a aquellos hombres y mujeres abnegados, que trabajan para proteger a América, por un comportamiento que fue aprobado previamente por el Departamento de Justicia".

La segunda posibilidad era reabrir los casos, con lo que aquello implicaba: poder ver a agentes de la CIA en el banquillo. Obama le había dado carta blanca a Holder. Uno de los portavoces del presidente, Bill Burton, dijo que el asunto le atañía ahora, exclusivamente, al fiscal general. El pasado lunes, en una conferencia de prensa en Martha's Vineyard (Massachusetts), donde el presidente pasa sus vacaciones, Burton recalcó que "la decisión final de a quién se investigará y quién será encausado depende del fiscal general".

Eric Holder no tardó en decidir, con su proverbial independencia. Habría investigación. Oficialmente, los agentes pueden acabar en el banquillo. "Como resultado de mi análisis de todo ese material, he concluido que la información a mi alcance me permite abrir una revisión preliminar sobre si se violaron las leyes federales con el interrogatorio de ciertos detenidos en lugares del extranjero", dijo Holder en un comunicado. "Quiero destacar que ni la apertura de una revisión preliminar ni, si así lo permiten las pruebas, el comienzo de una investigación exhaustiva, significa que se presentarán cargos necesariamente".

El hecho de que Holder recalcara que aquello no significaba que fuera a haber acusaciones formales fue un intento patente de calmar a otro hombre de confianza de Obama al que le ha correspondido uno de los papeles más complicados en la nueva administración. Ese hombre es Leon Panetta, abogado de formación, profesor por vocación y veterano del Partido Demócrata. Desde el pasado mes de febrero es director de la CIA. Por distintas razones, ha acabado expresando en público lo mismo que defiende el anterior vicepresidente Cheney. Sobre todo, que sería injusto encausar a agentes de la CIA que en su día sólo actuaron con la aprobación de Washington y con el objetivo de evitarle a su país un nuevo atentado terrorista que causara miles de muertes.

En un correo electrónico filtrado por la CIA a la prensa, Panetta prometió el lunes no achicarse ante las investigaciones. "El uso de técnicas especiales de interrogación comenzó cuando nuestro país respondía a los horrores del 11 de septiembre y acabó en enero. Para la CIA, los desafíos del presente no son las batallas del pasado, sino las guerras de hoy y las de mañana. Como director en 2009, mi interés principal, en lo que se refiere a un programa que ya no existe, es estar del lado de aquellos agentes que hicieron lo que su país les pidió y siguieron el asesoramiento legal que se les facilitó". Además, apuntó al Departamento de Justicia: "La agencia buscó y obtuvo múltiples pruebas escritas que confirmaban que sus métodos eran legales".

Al fin y al cabo, el vivero de ideas de la tortura fue la Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca, adscrita al Departamento de Justicia, la entidad que emitió una serie de memorandos y envió una retahíla de cartas que autorizaron el uso de técnicas de maltrato a prisioneros, como el ahogamiento fingido. En mayo, el propio Departamento cerró una investigación interna sobre la actuación de los tres abogados de la Administración de Bush (John Yoo, Jay Bybee y Steven Bradbury) que redactaron aquellos memorandos que autorizaron técnicas extremas de interrogatorio entre 2002 y 2007.

Algunos de aquellos memorandos, hechos públicos por Obama el pasado mes de abril, son un verdadero manual de la tortura, una antología de la barbarie para el uso a discreción de los agentes de la CIA. Fueron la confirmación de que se seguiría el camino abierto por aquellos pasos que tímidamente se daban en 2002 y 2003, revelados en el informe desclasificado el lunes. En un informe de 2002, escrito por John Rizzo, se aconseja: "Con el uso del bofetón en la cara, el interrogador le da una palmada al individuo en la cara con los dedos ligeramente abiertos. Esa franja hace contacto directo con el área sita entre la punta de la barbilla y la parte inferior al lóbulo de la oreja. El interrogador invade el espacio personal del individuo. La finalidad del bofetón facial no es infligir daño físico que sea duradero o severo. Al contrario, el propósito del bofetón facial es inducir un susto, la sorpresa y/o la humillación". Y, al fin y al cabo, como se dice más adelante, "para que el dolor o sufrimiento se eleven al nivel de tortura, el estatuto requiere que sean severos".

Más consejos sobre como maltratar bien: "El confinamiento conlleva la colocación del individuo en un espacio reducido, cuyas dimensiones restrinjan la libertad de movimiento. El espacio reducido es, normalmente, oscuro. La duración del confinamiento dependerá de las medidas del contenedor. En los espacios confinados de mayor tamaño el individuo puede sentarse y levantarse. En los de menor tamaño, sólo puede sentarse. La reclusión en el espacio grande puede durar hasta 18 horas. El pequeño, no más de dos".

Aquellos memorandos de la tortura incluso llegaban a recomendar amenazas y extorsiones a la carta. Abu Zubaydah, por ejemplo, ahora preso en Guantánamo, tiene terror a los insectos. "Ustedes planean informar a Zubaydah de que van colocar un insecto punzante en su celda, pero en su lugar le van a colocar un insecto inofensivo, como una oruga. Si lo hacen, para asegurarse

[de que cumplen con la ley], deben informarle de que la punzada del insecto no produciría la muerte o un dolor severo". ¿Y sufriría excesivamente Zubaydah? "Una fobia no es una enfermedad mental", dice el informe. "No registra ninguna condición o problema mental preexistente que le haga propenso a sufrir enfermedades mentales prolongadas derivadas de los métodos de interrogación que ustedes proponen". Carta blanca.

Y todo por una misión, filtrada desde las altas esferas del poder, desde la misma Casa Blanca: defender a América. En justificación de aquellas técnicas salió el martes su padre ideológico, el ex vicepresidente Cheney. "Los documentos revelados el lunes demuestran claramente que los individuos sujetos a técnicas especiales de interrogación ofrecieron la mayor parte de datos de inteligencia de los que disponemos sobre Al Qaeda. Esos datos salvaron vidas y previnieron ataques terroristas. Esos detenidos, además, de acuerdo con los documentos, jugaron un papel en casi todas las capturas de miembros de Al Qaeda y sus asociados desde 2002". Y finaliza: "Aquella gente merece nuestra gratitud".

Por las filtraciones de la prensa nacional este mismo mes de agosto, se sabe que incluía dinero y entrenamiento para formar un equipo de agentes secretos capaz de liquidar a yihadistas de Al Qaeda por la vía rápida, matando a sus principales dirigentes, y que después de 2004 incluyó a mercenarios de la empresa privada Blackwater. Por aquel trabajo, Blackwater (ahora renombrada Xe Services) recibió "millones de dólares para entrenamiento y armamento", según publicó recientemente el diario The Washington Post.

Blackwater llegó a ser el mayor contratista de Washington en Irak, ingresando millones de dólares por misiones de seguridad privada y protección de miembros del cuerpo diplomático. El Departamento de Estado rescindió los contratos con la empresa a principios de este año, tras recibir informes que revelaban la existencia de un supuesto fraude en las facturas, algo que la empresa ha denegado en repetidas ocasiones. Previamente, el gobierno de Irak había expulsado a la empresa por la muerte de 17 civiles en una misión de protección de diplomáticos norteamericanos en Bagdad en 2007.

Panetta decidió cancelar fulminantemente el plan antiterrorista de la CIA en junio y acudió al Capitolio a informar de él a diversos representantes y senadores. "El director Panetta pensó que debía informar al Congreso, y así lo hizo, Además, sabía que el programa no había ofrecido resultados, así que lo acabó", dijo el portavoz de la CIA George Little el pasado jueves a Associated Press. "El director Panetta no le contó a ningún comité que la agencia hubiera mentido al Congreso o hubiera roto la ley".

Esta revelación le costó a Panetta un encontronazo con la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que afirmó públicamente en mayo que la CIA le había mentido a ella y a los demás legisladores. "La CIA sólo me informó una vez sobre los interrogatorios especiales, en septiembre de 2002, en mi calidad de miembro demócrata de mayor rango en el Comité de Inteligencia. Se me informó de que los asesoramientos legales del Departamento de Justicia habían llevado a la conclusión de que el uso de técnicas especiales de interrogación eran legales. La única mención sobre el ahogamiento fingido en aquellas sesiones fue para negar que se estuviera utilizando". De modo que, según la persona que ocupa el puesto de tercer rango en la sucesión de poder del país, la CIA mintió consciente y reiteradamente al Congreso.

Entonces, en mayo, Panetta hizo suyas por primera vez las heridas infligidas a la CIA por la anterior Administración, y se dispuso a curarlas con una defensa cerrada a su personal. Desmintió a Pelosi. Se enfrentó a los demócratas en el Congreso. Abrió una guerra en el partido. En un correo electrónico enviado a sus subordinados, Panetta dio garantías a los suyos el pasado 15 de mayo de que "la CIA nunca ha mentido al Congreso". Pronto, los hechos le desmintieron.

Días después se enteró de que estaba en vigencia el programa secreto para matar terroristas. Fue entonces cuando tuvo que acudir al Congreso a informar de él, forzosamente. A los dos días, en defensa de Pelosi, un grupo de demócratas de la Cámara de Representantes le envió una carta pidiéndole que se retractara de lo dicho en aquel correo electrónico enviado a sus subordinados. "Recientemente, usted testificó que tenía noción de que diversos oficiales de mando de la CIA han escondido actos de gran calado a todos los miembros del Congreso y han engañado a los congresistas durante diversos años, desde 2001 hasta esta semana", dijeron. "En vista de su testimonio, le pedimos que corrija públicamente su comunicado".

En ese estado, maltrecho, está la CIA. Herida por una Administración que la utilizó a su antojo para torturar y probar experimentos con los presos, los derechos humanos y la dignidad de las personas. Cheney defiende aquellos años truculentos. Desde que dejó el gobierno no se ha cansado de repetir que aquellos interrogatorios aportaron mucha información valiosa que salvó miles de vidas. Y refiere, una y otra vez, a los informes que van viendo la luz.

"La información extraída a los detenidos ha ayudado a identificar a terroristas", según el documento de 2004. "Por ejemplo, información de Abu Zubaydah ayudó a identificar a José Padilla y a Binyam Muhammed (que planeaban detonar una bomba sucia de uranio en Washington o Nueva York). Riduan Hambali Isomuddin proporcionó información que llevó al arresto de otros miembros de Al Qaeda antes no identificados en Karachi. Todos habían sido designados como pilotos para un ataque aéreo en EE UU".

En las páginas finales del informe, se relata todo un rosario de ataques terroristas frustrados, el misal de Dick Cheney para justificar la tortura: planes para el bombardeo del consulado norteamericano en Karachi; estrellar un avión en el aeropuerto de Heathrow, en Londres; descarrilar un tren y hacer explotar simultáneamente diversas gasolineras en EE UU; cortar los cables de suspensión de diversos puentes de Nueva York para derrumbarlos, y un ataque calcado al del 11 de septiembre de 2001 pero en Los Ángeles.

No ha habido un atentado en suelo americano desde 2001. Sobre las razones, hay ahora dos versiones en juego. Cheney y la anterior Administración asegurando que es así, en gran parte, gracias a la CIA. Eric Holder y los líderes de la mayoría demócrata en el Congreso, que opinan que hay razones que pueden sustentar el argumento de que el país es más seguro a pesar de la tortura de la CIA.

Obama ha evitado pronunciarse sobre este nuevo informe o sobre la reapertura de investigaciones de Holder. Pero le ha dado un golpe mortal a las actividades antiterroristas de la agencia. La semana pasada creó, a recomendación de una comisión que formó un día después de tomar posesión de su cargo, un nuevo equipo de élite que se encargará de interrogar a los terroristas detenidos.

El equipo estará compuesto por agentes de diversas agencias, pero estará albergado en la sede del FBI y dirigido por un agente de ese cuerpo de policía, dependiente del Departamento de Justicia. Lo supervisará directamente la presidencia, a través de Consejo de Seguridad Nacional, y se regirá únicamente por el Manual de Campo del Ejército, que prohíbe, a todos los efectos, la tortura. Obama quería cerrar un episodio, ciertamente oscuro, en la historia CIA. Esperaba, con ello, pacificar los ánimos en la sede de la agencia, después de años de confusión y graves errores. No contaba con que su propio fiscal general iba a considerar que las heridas del pasado son todavía demasiado profundas como para poder ignorarlas.

sábado, 29 de agosto de 2009

"Elflagelodeladroga"



Por Osvaldo Bazán
(Crítica de la Argentina)


Casi no conozco a ningún adulto de menos de 55 años en las clases medias urbanas argentinas que no haya visto/tocado/fumado un porro alguna vez o que no fume regularmente, o que no esté en contacto con gente que haya visto/ tocado/fumado un porro alguna vez o que no fume regularmente.
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Casi no conozco, dentro de toda esa gente, alguien que tenga un problema de adicción. Está claro que eso no quiere decir nada más que hay mucha gente en las clases medias urbanas argentinas que fuma un porro y no se vuelve adicta. Es probable que ocurra en otros grupos sociales, no los conozco y quiero hablar sólo de lo que veo porque quiero poder dar fe de todo lo que digo. Esa gente que conozco cuando tiene ganas fuma otro y cuando no puede, no fuma y listo. No los hace mejores ni peores, no los cambia, no salen a robar ancianas ni pasean desnudos por las calles. Ni siquiera hacen ring raje. Sólo que estamos en nuestras casas, a veces fumamos un porro y después nos vamos a dormir. Quizás no a todos les pase lo mismo. Quizás haya gente que no pueda resistirse y una vez que encendió el primero sigue con otra cosa. No sé. Lo que sé es que casi no conozco a ningún adulto de menos de 55 años en las clases medias urbanas argentinas que no haya visto/tocado/ fumado un porro alguna vez o que no fume regularmente, o que no esté en contacto con gente que haya visto/tocado/ fumado un porro alguna vez o que no fume regularmente. Casi no conozco, dentro de toda esa gente, alguien que tenga un problema de adicción.

Eso es lo que conozco.

No conozco nadie que hiciera esa seguidilla marihuana, cocaína, heroína, asesino serial que tanto les gusta contar a los noticieros de América TV (eso debe ser droga dura, hacerse adicto al racismo berreta y la denuncia prejuiciosa y menor de los noticieros de América, necesitar como del aire ver cómo se le va la vida a Facundo Pastor corriendo detrás de un peruano borracho o de un vendedor ambulante de CD truchos, inyectarse la verba inflamada de Rolando Graña denostando a dos adolescentes perdidos en la previa). Me llama la atención que siendo como somos mayoría en los medios de comunicación, nosotros, los biempensantes de clase media de las ciudades argentinas, siempre hablásemos del tema “marihuana” como si nos fuera ajeno. Como si no fuera cierto que fumamos porros o conocemos gente que fuma porros, que tiene plantas, que sabe qué hacer cuando quiere fumar, que ni se mosquea ni nada cuando en una fiesta alguien pasa un faso y unos dicen sí y otros dicen no y eso no marca ninguna diferencia.

Todos nosotros somos así. Pero cuando estamos en función periodística esta verdad que vivimos todos los días no aparece, queda tapada bajo el concepto “elflagelodeladroga”. Es como si unos entes llegados de Marte largasen humo por las orejas y nosotros nunca hubiéramos tenido un encuentro del tercer tipo.

Bueno, es mentira.

Es hipocresía.

Los periodistas fumamos porros o conocemos gente que fuma porros. Está bien, quizás Pablo Duggan no, ¿pero quién quiere ser Pablo Duggan?

Elflagelodeladroga fue el corset. No escribi- mos “droga” sin anteponer “fla- gelo”. Es un concepto monogá- mico. Droga = Flagelo. Y nada más. Y no explicamos de qué hablamos cuando hablamos de flagelo, de qué hablamos cuando hablamos de droga. Así elflagelodeladroga permitió narcotraficantes florecientes, madres con dolor, hijos perdidos, porreros presos, coima institucionalizada, ignorancia que como toda ignorancia es prejuiciosa, crecimiento exponencial del peor consumo, consumo de desechos, desconocimiento científico, y plata, plata, plata, mucha plata. No hablar fue la solución que una sociedad, que no quiere ocuparse de sus problemas, encontró. Castigar al usuario y al adicto –que, al menos para mí y por la experiencia cotidiana, no son lo mismo– resultó un gran negocio para los narcotraficantes y los poderes asociados. Las instituciones, las fuerzas vivas detectaron un problema y se largaron a hacer lo que mejor saben hacer cuando hay un problema: un negocio. Las fuerzas vivas son vivas.

Cada vez me entero de más adultos de clase media urbana instruidos que cultivan sus propias plantas de marihuana para no depender de vendedores ni entrar en negocios repugnantes. Simplemente, tienen una planta, la cuidan y, sin ningún agregado químico, se la fuman. Pueden vivir sin marihuana. Se la fuman cuando tienen y cuando no, no. Las cosechas son para consumo mínimo. A ninguno de ellos jamás se les ocurriría vender su producto porque no podrían cultivar lo suficiente y, fundamentalmente, no es ésa la relación que tienen con su plantita chiquitita: “Mi I love you”, como cantan alegres los Karamelo Santo.

Han realizado demasiado bien su trabajo los poderes terrenales –la religión, la ciencia, el Estado– para que los principales placeres nos den las mayores vergüenzas. Co- mo bien cantaba el gran Roberto Carlos, las cosas que nos gustan son ilegales, inmo- rales o engordan. Siempre me llamó la atención el empeño que pusieron en hacernos avergonzar de aquello que nos da placer. A los chicos no les dejamos ver escenas sexuales porque no están preparados para recibir esa información. Se puede estar de acuerdo. A los chicos les dejamos ver cientos, miles de escenas violentas porque parece que para eso sí están preparados. Chicos: sangre sí, sexo no, les decimos y todos tan contentos.

Seguramente fumar un porro no es lo más sano que podemos hacer. Pero, ¿por qué estaríamos obligados todo el tiempo a hacer con nosotros lo más sano que se pueda hacer? ¿Cuánto de sano es esa porción chorreante de muzarela? ¿Y la costumbre de no dormir la siesta? ¿Y las cuatro cucharadas de azúcar en el café? ¿Y el café? De acuerdo, tenemos una costumbre que no es de las más sanas ¿Y? ¿Quién tiene derecho a meterse con eso? ¿Hay algo más sano espiritualmente que hacer del cuerpo y la vida propia el mapa de experiencias deseadas, mientras no se ofenda ni moleste a terceros?

¿Por qué el Estado se ocupa de lo que yo hago con mi salud y no se ocupa de las condiciones generales de salud que debe ofrecer a los ciudadanos?

En todo caso, ¿es sano que el Estado –y las empresas– ofrezca trabajo en negro y sueldos de miseria? ¿Y cuánto tiene de sana la cloaca al aire libre del Riachuelo? ¿Y qué celo pone el Estado en esos hospitales que son cartón pintado para el día de la inauguración? ¿Y los desmontes, la sojización tan denostada pero tan poco combatida, los agroquímicos que nadie controla y están envenenando tierra, aire y agua? ¿Y el país cada vez más desierto? ¿Y las mineras al aire libre? ¿Y el veto a la Ley de Glaciares? En esos temas, ¿no importa mi salud? ¿Y las chicas que mueren desangradas por los abortos clandestinos? La lista de descuido del Estado a través del tiempo sobre la salud de sus ciudadanos es enorme. Sin embargo, que ni podamos hablar sobre las sustancias arbitrariamente ilegalizadas es un eje estatal que lleva más de cien años. ¿Cómo todavía intentan que crea que se ocupan de mi salud?

Nosotros, los biempensantes clase media de las ciudades argentinas, estamos contentos con el fallo de la Corte. Se regula para el lado que nos interesa, para el lado de las libertades públicas, para el lado de la intimidad y de que no venga el Estado a meterse en mi cómoda sobremesa.

Pero nuestra confortable burbuja urbana se derrite cuando enfrenta el callejón de la desesperación sin salida del paco; a la adicción que cambia neuronas por agujeros de gruyère; al dolor sin límites del que se desmorona porque arriba no ve nada. ¿Nos matan las adicciones, no las drogas? ¿Qué es más enfermante: el consumo de porros o diez horas diarias de fútbol por tevé o veinte años de ShowMatch?

El silencio obligatorio nunca fue salud. El fallo de la Corte propone soluciones para los consumidores no adictos y empuja a los otros dos poderes del Estado a hacer algo con los que más sufren. Se comienza, por fin, a despegar el pegote elflagelodeladroga. Hablemos. Es la única manera de que las palabras tengan valor.

viernes, 28 de agosto de 2009

Premio Nóbel de Economía: Argentina no se tiene que volver a endeudar con el FMI



"Volver a endeudarse con el FMI hará que comience un ciclo de irresponsabilidad en Argentina". Quien lo afirma es el ultra ortodoxo Edmund Phelps, considerado uno de los 100 economistas más importantes de la historia y ganador del Premio Nóbel de Economía en 2006 por demostrar que los salarios dependen de la inflación y del desempleo.

Nacido hace 76 años en Evanston, Illinois, cursó sus estudios en la Universidades de Yale, Pennsylvania y Columbia, en New York, donde culminó sus estudios en 1971. Trabajó para el Departamento del Tesoro, el Comité de Finanzas del Senado y la Reserva Federal norteamericana. También para instituciones extranjeras como el Observatorio francés de coyunturas económicas.

Quizá por estar casado con la argentina Viviana Montdor desde los años '70, Phelps no es una eminencia ajena a la realidad de nuestro país. En esta ocasión, desde sus oficinas en la Universidad de Columbia, en Nueva York, el economista considerado uno de los revolucionarios de la teoría económica clásica conversó con Criticadigital y remarcó la poca capacidad de nuestro sistema económico para ofrecer "recompensas al trabajo" y un clima desfavorable a los negocios y la innovación.
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- Argentina reanudó su contacto con el FMI. ¿Cree positivo que Argentina vuelva a recibir un préstamo del organismo?

- Sería un mal paso del Gobierno solicitarlo. Argentina debe esforzarse por demostrar que está decidida a dirigirse sobre bases fiscales sólidas y a pagar sus deudas. Endeudarse incrementará las dudas acerca de su buena voluntad para hacerlo e incluso sobre la capacidad de saldar sus deudas en el futuro, incluyendo las acreencias con el Club de París. Un nuevo préstamo del Fondo hará que comience un ciclo de irresponsabilidad que fue letal en el pasado para la economía de este país.

- Volvió el debate sobre la pobreza. ¿Por qué históricamente Argentina no logró traducir el crecimiento económico en mayor distribución?

- No creo que el problema de la pobreza sea el gran tema a resolver por los argentinos. La falla está en la incapacidad de encontrar un sistema económico que ofrezca recompensas por el trabajo.

- ¿Qué papel juega la política en ello?

- Argentina es conocida por no ofrecer buenas condiciones para los inversores, especialmente para aquellos que desean iniciar un negocio. Por ejemplo, las dificultades que se presentan en el rubro de la construcción, con la contratación y despido de trabajadores, el registro de la propiedad y las dificultades para importar y exportar. Es un rango de cosas que se deben aceitar.

- ¿La poca credibilidad de las estadísticas oficiales es una de esas cosas?

- Seguro que causa cierta incertidumbre, pero creo que es simbólico. Lo más determinante es que el inversor sienta que al Gobierno no le parezca importante producir y publicar una estadística confiable. Ya es suficientemente malo el panorama que provoca la crisis actual; ya hay suficiente incertidumbre sobre el futuro económico. Si además, el Gobierno no es claro en cuanto a las estadísticas, aumenta la sensación de desconfianza e incertidumbre.

- ¿Y la inflación?

- Tampoco creo que sea el gran problema a solucionar, hoy por hoy. El mayor inconveniente es, insisto, el mal clima para los negocios, que se traduce en falta de innovación.

- ¿Cómo lee la fuga de más de 40 mil millones de dólares de Argentina este año?

- Pone de manifiesto perfectamente el declive en la economía argentina en comparación con otros competidores. Si bien Argentina no está primera en corrupción, está en el puesto 109, según el “Indice de Percepción de la Corrupción” (Banco Mundial), en el que se clasifica a 180 países. Esto es muy malo desde todo punto de vista. Sobre todo, en comparación con otros países de América Latina como Chile, que está en el puesto 23, o Costa Rica, que está en el 47. Hay una sensación general de que no se está haciendo las cosas tan bien como Brasil, Chile y Colombia.

- Aldo Ferer, uno de los principales referentes económicos de las administraciones Kirchner, habla de “vivir con lo nuestro”. ¿Es imprescindible el capital extranjero para el desarrollo?

- El capital extranjero es muy importante porque generalmente trae know how. El conocimiento práctico que viene como valor agregado de una inversión. En segundo lugar, los argentinos no necesariamente invierten en su propio país. ¿Porqué deberían invertir en su propio país si es tan complicado? Por ende, lo pueden hacer en cualquier lugar del mundo que les dé mejores condiciones. Esto hace que trabajar en Argentina sea muy poco reconfortante.

- Uno de los pocos sostenes que le quedan al Gobierno son los sindicatos. ¿Cree que sumarlos a la mesa de discusión sobre el desarrollo es positivo?

- No se por qué los gobiernos son sospechados de no representar a los trabajadores. La abrumadora mayoría de votantes en países democráticos proviene de la clase trabajadora. Entonces no entiendo la figura del sindicato, cuando se supone que es el Gobierno el que debe velar por los intereses de los asalariados.

LO BUENO Y LO MALO. Para Edmund Phelps, la capacidad Argentina de seguir con oportunidades tras los avatares de las crisis internacionales se funda en el "tradicional nivel de su sistema educativo", en "la capacidad de mantenerse al margen de los conflictos bélicos" y en "la riqueza natural de la región".

Sin embargo, critica que "el sector de negocios no está bien posicionado, no hay generación de empleo, el desempleo está muy por encima de los valores aceptables, y los salarios no son tan altos como debieran".

"Mientras se hagan foco en la pobreza y en despilfarrar dinero para reducir las estadísticas, se estará haciendo un pésimo uso del dinero público", concluyó.

jueves, 27 de agosto de 2009

Las torturas de Bush


Editorial del diario El País (Madrid)

El presidente Obama tendrá que enfrentarse a las secuelas jurídicas de la "guerra contra el terror" pese a su reiterada voluntad de mirar hacia el futuro. Así lo ha decidido un tribunal federal que, a principios de semana, exigió desclasificar un informe de la CIA elaborado en 2004 sobre los distintos métodos de tortura aplicados por miembros de la agencia a los detenidos sospechosos de terrorismo. A la vista del informe, el fiscal general, Eric Holder, no tenía otra salida que investigar los casos de tortura de los que tiene noticia cierta.
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Los republicanos han acusado a la Casa Blanca de llevar a cabo una venganza contra la anterior Administración, mientras que, entre los demócratas, surgen voces que le reprochan el intento de evitar que los responsables políticos de las torturas, así como los ideólogos jurídicos, comparezcan ante la justicia, convirtiendo en inevitable chivo expiatorio a los agentes sobre el terreno. Ni unos ni otros están del todo en lo cierto. Los republicanos, porque parten de la idea de que se enfrentan a una decisión política del Ejecutivo, no a un proceso impulsado e instruido en instancias judiciales independientes. Los demócratas, porque, de seguir apareciendo pruebas, no será la Casa Blanca quien decida dónde deben detener los tribunales su investigación. Por más que Obama se muestre políticamente reticente a depurar responsabilidades por la "guerra contra el terror", el Estado de derecho que trataron de burlar Bush y los neoconservadores se ha puesto de nuevo en marcha en EE UU.

Durante la campaña electoral, y también durante sus primeras semanas en la Casa Blanca, Obama se comprometió a terminar con las prácticas antiterroristas de su predecesor. La tarea se ha revelado más compleja de lo esperado, y no sólo porque, como se ha visto en Guantánamo, resulte más sencillo crear un limbo jurídico que acabar con él. Obama se enfrenta, sobre todo, a una grave polarización de la opinión pública y a una fractura sin precedentes en el seno de los organismos de seguridad, que puede repercutir en su eficacia. Es, sin duda, parte de la herencia recibida, pero eso no le exime de tener que resolverla.

Al mismo tiempo que el fiscal Holder activaba la investigación sobre algunos casos de tortura bajo la Administración de Bush, la Casa Blanca anunciaba nuevas decisiones sobre el tratamiento a los detenidos por terrorismo. Algunas están a la altura de las expectativas que creó el propio Obama. Otras, en cambio, parecen quedar lejos, como el traslado de prisioneros a cárceles fuera de EE UU para ser interrogados. Obama ha establecido más garantías contra la tortura que durante el periodo de Bush, pero lo inaceptable es la existencia misma de estas prisiones. Si la nueva Administración pretende reconducir la lucha antiterrorista a los límites de la ley, no se entiende que mantenga en el extranjero unas cárceles cuya única razón de ser consiste en poder burlarlos.

La caída en el comercio global parece tocar fondo


Por Paul Hannon y John W. Miller
(The Wall Street Journal)

Nuevos datos sugieren que el declive en los flujos mundiales de comercio podría haber tocado fondo, una condición clave para que la economía global supere la recesión.

Los volúmenes de comercio crecieron 2,5% en junio respecto a mayo, la mayor alza mensual desde julio de 2008, según las cifras divulgadas el miércoles por la Oficina de Análisis de Políticas Económicas de Holanda, un instituto independiente de investigación. La encuesta se basó en información provista por los gobiernos de 23 economías desarrolladas y 60 en desarrollo.
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A pesar del aumento registrado en junio, la tendencia general del comercio mundial sigue siendo desoladora. Las exportaciones de potencias de la talla de Alemania y Japón cayeron más de 30% durante los cinco primeros meses del año.

La Organización Mundial del Comercio proyecta una contracción del comercio superior al 10% este año, una perspectiva que comparten varias navieras y autoridades de puertos. La naviera danesa AP Moller Maersk A/S anunció el viernes una pérdida para el primer semestre y espera que su negocio se mantenga débil durante el resto del año.

La reactivación del comercio es un paso esencial para que las economías vuelvan a crecer, puesto que la demanda interna sigue siendo débil, en especial en Estados Unidos y Europa.

Algunos economistas advirtieron que no se debe exagerar el optimismo por el incremento del 2,5% de junio. A mediados de año, "puede haber un alza estacional debido a las compras de Navidad, por ejemplo", dice Philip Damas, analista de la firma de Londres Drewry Shipping Consultants.

Sin embargo, hay claras señales de que lo peor ya pasó.

"Otra vez hay demanda y ha llegado la hora de reponer esos inventarios", dijo Safadi, quien añadió que la OCDE proyecta "un regreso" del financiamiento comercial.

La reactivación de los flujos de comercio representa un elemento detrás de la reanudación del crecimiento en una serie de economías desarrolladas y que dependen en gran medida de las exportaciones.

Alemania, que durante la mayor parte de la década fue el mayor exportador del mundo, registró un crecimiento económico de 0,3% en el segundo trimestre. En ese mismo período, las exportaciones de Japón avanzaron 12,3% frente al primer trimestre, luego de caer 28,8% en los tres primeros meses del año.

Según la Oficina de Análisis de Políticas Económicas de Holanda, conocida por sus siglas en holandés CPB, el declive en relación al trimestre anterior en el comercio mundial para el período abril-junio fue de sólo 0,7%. Esa es una caída mucho más pequeña que la del primer trimestre, de 11,2%, y la del cuarto trimestre, de 7,1%.

Fortaleza en América Latina

La reactivación de los flujos de comercio en junio fue especialmente robusta en América Latina. Las exportaciones de los países de la región subieron un 14,3% al paso que sus importaciones se incrementaron un 11,9%.

Gran parte del aumento en las exportaciones de América Latina se produjo debido a un aumento en la demanda de materias primas de China, un mercado de enorme importancia para la región. China compró bienes básicos como parte de un gigantesco gasto en estímulo y en préstamos bancarios, un crecimiento que podría empezar a disminuir.
Simon Evenett, un economista de la Universidad de Saint Gallen en Suiza, señala que el motivo más probable de una mejora global en junio "es que las compañías están empezando a reemplazar el inventario que recortaron el año pasado, ya que nadie cree realmente que el consumo se haya
recuperado".

La CPB también afirmó que los precios del comercio mundial medidos en dólares estadounidenses aumentaron 1,6% en el segundo trimestre, después de caer marcadamente durante los tres meses previos. La CPB afirmó que el rebote se debía a un aumento del 29,4% en los precios de la energía, y un incremento del 10,6% en los precios de otros commodities.

En otros indicadores de estabilidad, las tarifas de carga para enviar contenedores y materias primas a granel, como trigo y carbón, se elevaron después de tocar sus pisos históricos a fines del 2008.

Muchos economistas afirman que el comercio mundial tiene una gran cantidad de terreno por recuperar.

El miércoles, la firma de consultoría Capital Economics señaló que la empresa no prevé que el comercio mundial "regrese a los niveles previos a la crisis antes de fines de 2001 como mínimo".

Las suicidas de Afganistán


Por Juan Gelman
(Página 12, Buenos Aires)

Hay de dos clases: las terroristas que no encuentran otro modo de luchar contra el invasor y las que se suicidan prendiéndose fuego. Las primeras son pocas, las últimas, muchas, y no encuentran otro modo de evadirse del sometimiento y la humillación imperantes que continúan bajo el gobierno “democrático” de Hamid Karzai, sostenido por EE.UU. y la OTAN. Según la Asociación de Cooperación para Afganistán (ACAF) –una ONG creada en 2002 para dar a conocer en Cataluña la situación de la mujer afgana luego del derrocamiento del régimen talibán–, en el 2005, y sólo en la región de Herat, unas 500 mujeres se autoinmolaron rociándose líquidos inflamables y prendiéndose fuego en público como forma de protesta. Se estima que en el 2006 la cifra superó las 600: la edad del 70 por ciento de ellas oscilaba entre los 12 y los 25 años (www.bottup.com, 27/5/09). Nadie se desesperaría si no esperara, decía Giacomo Leopardi. Si no esperara en vano.
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Malalai Joya eligió otro camino: pelear por su verdad. Nace cuatro días después de la invasión soviética a Afganistán, su padre se incorpora a la lucha contra el invasor y su madre, a cargo de diez hijos, los lleva a campos de refugiados en Irán y Pakistán. A fines de los ’90 regresa a Afganistán, organiza una escuela clandestina para niñas bajo las narices de los talibán –algo sumamente peligroso– y milita en grupos pro derechos de la mujer, igualmente clandestinos. Joya relata estos y otros aspectos de su vida en Raising My Voice (Ramdom House, julio de 2009). Su mensaje es claro: “Hoy el pueblo afgano vive trágicamente en sandwich entre dos enemigos: los talibán, por un lado, y las fuerzas EE.UU./OTAN y sus señores de la guerra amigos por el otro”.

El derrocamiento de los talibán en el 2001 no interrumpieron la labor educativa de esta joven valiente ni su actividad en defensa de la mujer. En el 2005 se convierte en el miembro más joven del Parlamento afgano. Sus discursos son de fuego: denuncia que el 60 por ciento de los diputados son señores de la guerra, traficantes de droga, incluso talibanes que la gente votó bajo amenaza o por compra del sufragio, y que deben ser sometidos a la Justicia internacional por sus crímenes. Es abucheada, insultada, amenazada y sufre cuatro intentos de asesinato que estuvieron muy cerca de cumplir el objetivo. En el 2007 le suspenden la banca: había proclamado que el Parlamento afgano “democrático” era peor que un establo, “porque al menos en un establo tenemos animales como la vaca, que es útil porque nos da leche, y un burro, que puede transportar carga”. Incluso hoy Joya no puede dormir dos noches seguidas en la misma casa. “No estoy segura de cuántos días de vida me quedan”, dijo a The Independent.

Las opiniones de Joya son tajantes: “En Afganistán no hay democracia, es una farsa. Mientras en el Parlamento haya representantes de la Alianza del Norte (mujaidines), aliados de EE.UU. en la guerra contra el terrorismo, pero completamente antidemócratas, en Afganistán no habrá derechos para las mujeres. Son violentos y elementales, peores que los talibán, igual de extremistas, completamente misóginos, y les da miedo el secularismo porque con él no podrían cometer crímenes contra nosotras en nombre del Islam” (www.elpais.com, 1/7/07).

La más reciente farsa democrática en Afganistán fueron los comicios del jueves pasado. Hay 235 denuncias de fraude y algunas podrían –dicen– cambiar el resultado de la votación. De todos modos, voceros oficiales anuncian ya un triunfo aplastante de Karzai, aunque las encuestas previas a las elecciones no lo daban por ganador sin segunda vuelta. Una raya más qué le hace al tigre.

Se piensa en Occidente que en Afganistán sólo hay dos posibilidades: o gobiernan los talibán o gobierna el sistema tipo Karzai, infestado de señores de la guerra, narcotraficantes y fundamentalistas que colaboran con Washington y que recibieron millones de dólares para llegar al lugar que hoy ocupan. El Wall Street Journal ha identificado como tales a Ismail Khan, actual ministro de Energía; a Gul Agha Shirzai, gobernador de la provincia de Nangharhar; a Atta Mohammed Noor, gobernador de la provincia de Balkh (online.wsj.com, 20/3/09). Malalai Joya propone, en cambio, que el país debe practicar una política progresiva e independiente. Demanda, sobre todo, ayuda humanitaria real: EE.UU. gasta en la guerra 100 millones de dólares cada día y sólo destina unos 7 millones diarios a la reconstrucción del país, de los que la mayor parte se pierde en los trasiegos de la corrupción y nunca llega a los damnificados.

Los talibán, entre tanto, controlan bastante territorio. El almirante Michael Mullen, presidente del Estado Mayor Conjunto estadounidense, reconoce que “la insurgencia mejora y es más sofisticada” y se muestra preocupado por el debilitamiento del apoyo de la opinión pública norteamericana: una encuesta de Washington Post y ABCNews muestra que la mitad de los consultados considera que no vale la pena continuarla (AP, 26/8/09). Pero la Casa Blanca ha enviado y enviará más tropas a esta “guerra necesaria”. Algunos analistas se preguntan si Afganistán se convertirá en el Vietnam de Obama.

Lo legal y lo legítimo en el uso de drogas



Por Pedro Lipcovich
(Página 12, Buenos Aires)

Procuraré distinguir entre dos órdenes referidos al uso de las sustancias psicoactivas comúnmente denominadas drogas: el de lo legal-ilegal y el de lo legítimo-ilegítimo: es sabido que hay sustancias cuyo uso es legal, y otras de consumo ilegal; trataré de mostrar que una sustancia psicoactiva, más allá de su legalidad o no, puede ser objeto de usos legítimos o ilegítimos.
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Partiré de un ejemplo. Hace un tiempo, se anunció oficialmente que los médicos de las Fuerzas Armadas de un país desarrollado habían incluido el tetrahidrocanabinol –THC, principio activo de la marihuana– entre los fármacos utilizados para tratar el denominado “estrés postraumático” en militares. Se trata de un uso legal del THC: ¿es un uso legítimo? Esta pregunta hace necesaria otra: ¿en qué consistirá propiamente lo que el ejército de ese país llama estrés postraumático? Lo que el médico militar denomina “estrés postraumático” puede corresponder al dolor, la culpa, el desgarramiento de una persona que ha participado de acciones abominables contra poblaciones civiles. En esta óptica, lo que para el médico militar es una disfunción, una especie de enfermedad, resulta ser la persistencia de un principio ético: por suerte existen soldados que padecen ese “estrés”, porque en ellos, y no en los que duermen sin problemas, puede cifrarse alguna esperanza.

Tratar ese desgarramiento ético a la manera de una “disfunción”, mediante una sustancia psicoactiva utilizada como psicofármaco, no es legítimo, aunque pueda ser legal. Y se puede prever que este uso ilegítimo dará lugar fácilmente a una conducta adictiva: ¿qué cantidad de THC –o de antidepresivos o de ansiolíticos o de anfetaminas o de alcohol– será necesaria para suturar aquel desgarramiento en la existencia del que ha cometido crímenes? Una cantidad que tiende a infinito. La noción de uso ilegítimo –así planteada en una dimensión ética– no equivale a la de uso adictivo –que se ubica en un orden fenoménico– pero, como se ve, hay una relación entre ambas: los usos ilegítimos tienden a promover consumos adictivos.

¿Cuál sería, en contraposición, un ejemplo de uso legítimo? Podríamos construir uno siguiendo el caso de esas mismas Fuerzas Armadas. Sucede que en ese país hay personas, incluyendo a ex soldados, que se movilizan, mediante diversas formas de resistencia civil, para cuestionar acciones en las que, durante su servicio militar, hubieron de participar. Estas movilizaciones cívicas, además del efecto político que puedan producir, también son maneras de procesar psíquicamente ese dolor, esa culpa. Se advierte que este procesamiento no requiere el uso de sustancias psicoactivas. Pero se puede imaginar una escena en la que, finalizada con éxito la jornada de resistencia cívica, el ex soldado se permita celebrarlo: con buena comida, con un poco de alcohol... o de marihuana. Este uso celebratorio de la sustancia psicoactiva es legítimo, con independencia de que sea o no legal: porque, en este caso, la sustancia no actúa para hacer cortocircuito a requerimientos éticos –y a requisitos de elaboración psíquica–. La sustancia contribuye a celebrar aquello que se ha obtenido por otros medios. Es la función ancestral de la fiesta. Y el uso celebratorio no es adictivo porque la celebración es, por su propia naturaleza, un hecho puntual y condicionado al cumplimiento de otras funciones.

La distinción entre usos legítimos e ilegítimos vale, por supuesto, para diversas sustancias psicoactivas. Por supuesto, lo legítimo y lo legal pueden coincidir, y una sustancia en la que esto sucede es la cocaína: el coqueo, en zonas de Latinoamérica que incluyen el noroeste argentino, es legal; también es legítimo, en cuanto cuenta con una legitimación social, tradicional, histórica, que incluso tiene raíces religiosas. Claro que se trata de la hoja de coca, no de otras presentaciones como el clorhidrato de cocaína. Y esa legitimación social muestra cómo aquella frase que hace un tiempo tuvo difusión, “maldita cocaína”, es histórica y socialmente inexacta, lo cual a su vez permite vislumbrar cómo la demonización de la sustancia se inscribe en una concepción errónea de las conductas adictivas. Este ejemplo nos acerca también a la idea de que la presentación de una misma sustancia puede tener que ver con sus perspectivas de uso legítimo o ilegítimo: hay un uso legítimo para la hoja de coca, pero quizá no pueda haberlo para la pasta base, el paco.

Esto nos acerca a otro ejemplo, referido a las bebidas alcohólicas destiladas. Esta presentación del alcohol era desconocida por los pueblos americanos antes de la llegada de los europeos. Los conquistadores introdujeron y difundieron el uso de bebidas destiladas entre esos pueblos, para promover deliberadamente el abuso y así debilitar los lazos sociales y facilitar la dominación. Este uso del alcohol era legal, de acuerdo con las leyes de los conquistadores, pero es fácil advertir que, en términos éticos, no era legítimo

Sostengo que, con referencia a la ley, es posible discernir tres niveles con respecto al uso de sustancias psicoactivas. El más inmediato concierne al eje penalización-despenalización: aunque el uso de una sustancia sea ilegal, incluso aunque sea ilegítimo, es posible cuestionar la penalización de su consumo. Sabemos que este nivel es muy importante en términos sociales y de derechos humanos: en nuestro país, por ejemplo, miles de personas, pertenecientes a los sectores más débiles de la población, han sido castigadas (y quizá conducidas a fijarse en conductas adictivas) a raíz de la penalización del consumo.

Otro nivel de referencia a la ley es el que discute la legalidad o ilegalidad, para cada sustancia y presentación. Como sabemos, las valoraciones varían según las culturas, pero también existen criterios toxicológicos que no deberían desestimarse: no hay por qué suponer a priori que todas las presentaciones de todas las sustancias psicoactivas debieran ser legalizadas.

Y hay un tercer nivel de relación con la ley, el que me interesó especificar hoy, que examina la legitimidad o no del uso de una sustancia. Este nivel concierne, no ya, como los anteriores, a la ley jurídica, sino a la ley en su dimensión ética. Observemos que llevar a este nivel la discusión de las conductas adictivas tiene el interés de situar el tema más allá de los parámetros médicos; más allá de su medicalización. Volviendo al ejemplo del que partimos, recordemos que, desde el punto de vista del médico militar, el soldado que está mejor es el que duerme bien y no padece esa “disfunción” que puede producirse cuando el sujeto se responsabiliza por sus actos; pero, en términos éticos, el disfuncional puede ofrecer una esperanza. No me he propuesto hablar de abordajes terapéuticos para conductas adictivas. Suponiendo que tales abordajes existan, sólo han de ser válidos si se plantean en el nivel de la legitimidad-ilegitimidad del consumo, esto es, en el plano ético; allí donde se inscribe la libertad, problemática, de cada sujeto.

Unasur: la cumbre de la discordia



Por Jorge Elías (La Nación, Buenos Aires)

martes, 25 de agosto de 2009

La apuesta de China en América Latina


Por Hugo Restall (The Wall Street Journal)

Los estadounidenses tienden a ver el ascenso económico de China a través del prisma del déficit comercial bilateral y la competencia que representa para los empleos manufactureros. Pero la verdad es que las instituciones chinas están comprando participaciones accionarias y otorgando préstamos para fortalecer su influencia en el sector de recursos naturales. América Latina es la arena más importante para las inversiones de China.

Algunos analistas presentan la incursión de China en Latinoamérica como una amenaza en el "patio trasero" de Estados Unidos. En realidad, el creciente comercio entre China y los países latinoamericanos representa una oportunidad si Washington sabe jugar sus cartas.
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Hay varias razones para estar optimista sobre la creciente participación de China en América Latina. La más obvia es que su interés en la región es más pragmático que ideológico. La meta es estimular un crecimiento económico doméstico a través de la apertura de nuevos mercados y un flujo garantizado de insumos necesarios.

Intervenir en política no es parte del juego. Incluso cuando Beijing tiene buenas relaciones con detractores de EE.UU., como el presidente venezolano Hugo Chávez, se cuida de no fomentar sus actividades desestabilizadoras.

De todos modos, parte del atractivo del capital chino es que viene con pocas condiciones algo que, naturalmente, tiende a socavar la influencia que EE.UU. ha disfrutado en el pasado como el mayor socio comercial e inversionista de la región. La llegada de China, que coincide con el ascenso de Chávez y el presidente de Bolivia, Evo Morales, hace que sea más difícil contener el daño de estos gobiernos populistas de izquierda.

EE.UU., no obstante, mantiene una influencia considerable en la región. China representa apenas un 6% del comercio de la región. El comercio y la inversión china generan más atención porque es ahí donde está el crecimiento.

La herramienta principal de Beijing en la región son las cuantiosas reservas en dólares que guarda el Banco de Desarrollo de China. En momentos en que el capital no es abundante, especialmente en los mercados emergentes, las instituciones chinas pueden hacer una diferencia fundamental al financiar nuevos proyectos. El Banco Interamericano de Desarrollo tiene pocos fondos disponibles a estas alturas.

Aunque pareciera que China tiene el sartén por el mango, ha tenido que ofrecer préstamos a tasas preferenciales y a 20 años para conseguir suministros de petróleo y otras materias primas a precios de mercado. Aunque los precios de los commodities están bastante lejos de sus máximos, parece que los productores aún tienen cierta influencia debido al aparente apetito insaciable de China por los minerales y al temor de que su suministro pueda verse afectado si acude al mercado abierto.

De hecho, la política estatal por Beijing de comprar y asegurar provisiones de materias primas tal vez no sea tan pronunciada en unos cuantos años si el tiro sale por la culata. Considere el hierro. El mineral sin refinar se ha estado acumulando este año en los puertos chinos, a medida que las empresas incrementan su capacidad y los comerciantes se abastecen en anticipación a un alza en los precios. Pero el paquete de estímulo de China, que catapultó el gasto en infraestructura y, por lo tanto, el consumo de acero, disminuirá en los próximos dos años. Los urbanizadores también experimentan un frenesí de construcción, aunque podría tratarse de una burbuja. La caída en los precios de las acciones en Shanghai sugiere que la recuperación de China no es tan robusta como se creía en un principio.

No sería la primera vez que las inversiones del gobierno resultan fallidas. China Investment Corp., el fondo soberano de US$200.000 millones, registró altas pérdidas cuando invirtió en Blackstone y Morgan Stanley en 2007. Esa debacle, sumada al daño provocado por los altos precios del petróleo y del mineral, podría haber contribuido a la actual política que prioriza las inversiones en materias primas.

Además, mientras más invierte China, más alto es el riesgo de que se produzca una reacción contraria. Ya hay susurros de intereses creados en América Latina de que Beijing es una potencia neocolonial, que compra materias primas e inunda la región con productos manufacturados baratos. Está claro que la competencia de bienes chinos ha tenido un impacto mucho mayor en América Latina que en EE.UU., al golpear a las industrias textiles de Brasil, Argentina y México. Esto ha provocado una ola de demandas anti-dumping.

Pese a todos los discursos de fraternidad entre los países del sur, la verdad es que las economías en desarrollo compiten entre sí porque sus ventajas comparativas son similares. Es por eso que EE.UU. podría indisponer a las otras dos partes en esta relación triangular.

EE.UU. aún puede unir a la región al ofrecer a América Latina un mayor acceso a sus mercados y otorgarle a sus vecinos una ventaja en la competencia con China. Tras el fracaso de las negociaciones de un Área de Libre Comercio de las Américas en 2005, la única manera de avanzar en la apertura de los mercados fue la firma de acuerdos muchos más limitados.

Pero a medida que la huella de China se expande en la región, podría convocar nuevamente a los negociadores. Ese sería un resultado favorable para todo el hemisferio.

La recesión de EE.UU. también ha creado ganadores


Por Leslie Scism, Matthew Dolan, Ann Zimmerman y Michael Corkery
(The Wall Street Journal)

Después de haber dejado atrás legiones de víctimas, la recesión de Estados Unidos está forjando una clase de triunfadores.

En lo que va del año, Goldman Sachs Group Inc. le está dando una paliza a Morgan Stanley en la compra y venta de valores. J.P. Morgan Chase & Co. está captando depósitos —la sangre que corre por las venas de un banco—, mientras las instituciones más débiles se tambalean. La prácticamente desconocida Golub Capital encabeza la lista de prestamistas a empresas, por delante de la alicaída CIT Group Inc. y de GE Capital, la filial financiera de General Electric Co. Ford Motor Co., por su parte, le está quitando clientes a General Motors Corp. y Chrysler LLC.
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Estas empresas aún no son invulnerables y la economía estadounidense todavía no ha sido dada de alta. No obstante, comparten algunas características (como mayor efectivo que sus rivales, la disposición a gastarlo y de dar el zarpazo cuando lo estiman conveniente) que les otorgan ventaja, al menos por el momento.

New York Life Insurance Co. fue azotada con fuerza por la crisis financiera. Su portafolio de inversiones registró una pérdida de US$3.500 millones el año pasado, lo que para el grupo se tradujo en una pérdida para el año. Sin embargo, gracias a sus inversiones relativamente conservadoras, salió mucho mejor parada que competidores como American International Group (AIG), que tuvo que ser rescatada por el gobierno.

New York Life se lanzó al ataque. Sus 11.000 agentes de seguros recibieron un claro mensaje: en medio de la crisis tenían una "obligación moral" de explicar la fortaleza de la firma a los clientes. Los agentes recibieron un documento que enumeraba las debilidades de los rivales y abundante material que explicaba en detalle la salud de sus finanzas y sus calificaciones triple A. La aseguradora aumentó su gasto en publicidad y contrató a decenas de vendedores para promover sus anualidades en los bancos.

Oportunidades fértiles

En el primer trimestre, New York Life sobrepasó a AIG, Hartford Financial Services Group Inc. y Lincoln National Corp. como el mayor vendedor de seguros de vida y anualidades en EE.UU. Su participación de mercado ascendió a 5,4% en el trimestre, frente al 3,6% registrado en el mismo lapso del año anterior, según la información de A.M. Best Co. analizada por The Wall Street Journal. "En una época normal, no se vería esta clase de aumentos en la cuota de mercado", afirma Larry Mayewski, de A.M. Best.

Las recesiones "son terrenos de oportunidad muy fértiles," señala Nancy Koehn, historiadora de negocios y profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Los beneficiados son los más aptos en "ocupar el espacio que dejan los competidores" y en estar al corriente de los cambios en la conducta de los consumidores cuando se ajustan el cinturón, asevera.

Durante la Gran Depresión de los años 30, por ejemplo, las adaptaciones del fabricante de sopas Campbell Soup Co. desembocaron en nuevas líneas que siguen siendo populares en la actualidad, como la sopa de fideos con pollo. El esmalte de uñas que Revlon Inc. lanzó en los años 30 se transformó en uno de los mejores ejemplos de que los consumidores están dispuestos a darse lujos pequeños y asequibles en una recesión.

Bain & Co. analizó 750 empresas justo antes y después de la recesión de 2001 en EE.UU. y las clasificó por crecimiento de sus ventas, márgenes de ganancia y retorno para los accionistas. El estudio demostró que más empresas experimentaron cambios significativos (en ambas direcciones) entre 2000 y 2002 que entre 2003 y 2005, un período más estable. Los ganadores no son "quienes asumen riesgos a tontas y a locas", afirma Darrell Rigby, socio de Bain, sino los que están preparados para "tomar riesgos prudentes".

El caso de Ford

Un factor clave para sobrevivir durante una recesión es el acceso al efectivo, algo que quedó de manifiesto el año pasado cuando Wall Street colapsó y el acceso al crédito se secó. La crisis financiera pilló mal paradas a Chrysler y GM, a pesar de sus recortes de costos. Ford no parecía estar muy lejos. Las tres grandes automotrices estadounidenses enviaron a sus máximos ejecutivos al Congreso en octubre del año pasado para pedir un rescate gubernamental.

Unos meses después, sin embargo, Ford siguió su propio camino y archivó su solicitud de una línea de crédito del gobierno por US$9.000 millones. Optó, en su lugar, por reestructurar su deuda.

Ford ya tenía una ventaja. En 2006, contrajo una deuda de US$23.500 millones al hipotecar casi todo lo que tenía algún valor, incluso el logo azul de la compañía. Pero, en opinión de los analistas, cuando en 2008 se congeló el mercado de crédito, fue precisamente el hecho de que dispusiera de esos fondos lo que salvó a Ford de la bancarrota y de la inyección fiscal que recibieron GM y Chrysler.

Ford rápidamente elaboró una campaña publicitaria que resaltaba su independencia. El mismo día en que GM anunció que se declararía en bancarrota, Ford reveló planes para incrementar su producción de automóviles.

Los resultados no se han demorado. Ford alcanzó una participación de 15,9% en julio en el mercado de ventas de vehículos livianos, un alza de 2,2% respecto al mismo período del año anterior. La participación de GM, en cambio, cayó 1,6% mientras que la de Chrysler subió levemente, a 8,9% gracias a los reembolsos que ofreció además del programa gubernamental de "efectivo por chatarra".

viernes, 21 de agosto de 2009

Socialismo, esa mala palabra


Por Carlos Chirinos, corresponsal (BBC Mundo)

Washington.- "No quiero que en mi país triunfe el comunismo", repetía en medio de un desbocado llanto una mujer durante una asamblea popular realizada a mediados de agosto en un pequeño pueblo de Pensilvania, en el noreste de Estados Unidos.

"Fuera los 'commies' (comunistas)", gritaban otros exaltados participantes de la reunión en la que no se discutía un cambio de filosofía política dominante en el país, sino la iniciativa de reforma del sector salud que promueve el presidente Barack Obama.
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Esa reforma ha sido etiquetada como "socializante" por grupos conservadores, siguiendo la idea cultivada durante la campaña electoral de 2008 de que Obama es un "socialista", lo que para muchos conservadores estadounidenses equivale a decir "comunista", algo que para ellos es mucho peor.

"Socialismo es básicamente comunismo en movimiento lento", escribía Wes Vernon, un veterano reportero de Washington que mantiene una columna en "Renovar Estados Unidos", un sitio en internet de tendencia conservadora que se define como expresión de un movimiento comunitario.

Vernon es parte de una legión de periodistas y analistas de derecha que asegura que la reforma de salud busca crear un sistema controlado por el gobierno en el que se desplazarán a los prestadores privados de servicios, es decir, es un "plan socialista".

Miedos de la Guerra Fría

La Casa Blanca ha tratado de explicar que la reforma no implica desaparición de empresas privadas o que el gobierno no tendrá injerencia en el servicio de salud que reciban los ciudadanos, pero el temor al "socialismo" es tan fuerte que tiene a más de uno dudando de las verdaderas intenciones gubernamentales.

"Hay una razón profundamente histórica y es que en Estados Unidos siempre ha habido una gran desconfianza respecto al poder del gobierno", le aseguró a BBC Mundo el economista y comentarista político Isaac Cohen.

El economista estima que eso se palpa en el diseño político del país, una federación regida por una Constitución con rigurosos balances de poder, diseñada para contrarrestar los excesos de la monarquía británica de la que se independizó.

Sin embargo, Cohen afirmó que los temores que afloran actualmente tienen su raíz en la historia política más reciente.

"Ese es un legado de la Guerra Fría (…) Lo que es sorprendente es que se están utilizando las tácticas de infundirle miedo a la gente que se usaron durante la Guerra Fría. Creo que el debate en salud está dirigiéndose hacia eso, hacia infundirle miedo a las personas".

La tercera ola

En noviembre de 2008, apenas elegido Obama como presidente, el periodista Wes Vernon escribía que el país "puede estar a punto de embarcarse en la tercera (y quizás final) ola de socialismo".

Según Vernon, la primera fue en 1933 con el "Nuevo Trato", la política con la que el presidente Franklin Delano Roosevelt sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión, introduciendo controles gubernamentales a las hasta entonces ilimitadas prácticas empresariales y financieras.

La segunda fue la "Gran Sociedad", el plan de gobierno de Lyndon Johnson para combatir la pobreza y promover la igualdad de las minorías en el país.

"Barack Obama parece ser alumno aventajado tanto para la rama 1933 del socialismo como para la variedad 1965", alertaba Vernon, quien como muchos intelectuales de derecha considera que aquellos presidentes demócratas "traicionaron" los fundamentos políticos del país.

Para el grueso de los estadounidenses, socialismo es lo que había en la Unión Soviética, o lo que hoy rige en Corea del Norte o en Cuba. Ejemplos posiblemente más amables como Noruega, Suecia o Finlandia no suelen surgir.

Efecto contraproducente

A Mark Weisbrot, director del Centro de Investigaciones Económicas y Política de Washington, no le extraña esa desconfianza porque "el 90% de los estadounidenses ha escuchado casi exclusivamente cosas negativas sobre la palabra socialismo".

Sin embargo, Weisbrot afirma que toda la discusión en torno al supuesto socialismo de Obama podría estar generando más compresión que rechazo hacia el término.

En abril pasado, la encuestadora de tendencia conservadora Reportes Rassmussen publicó el resultado de un trabajo telefónico según el cuál "sólo" el 53% de los estadounidenses preferían el capitalismo al socialismo.

Aunque el informe no aclara qué debe entenderse como socialismo o el método usado en la encuesta, destaca que entre los más jóvenes esa cifra se dividía casi a partes iguales, un tercio a favor y un tercio en contra.

"Lo más seguro es que se trata de personas que son leales a Obama y se imaginan que si él está promoviendo el socialismo, entonces ellos también apoyan eso", afirmó Weisbrot, aunque destacó que "Estados Unidos no es como Europa o Brasil o ni siquiera Canadá, donde hay una larga tradición de políticas socialistas".

Cuando en Estados Unidos se habla de los modelos de esos países, es sólo para destacar la excesiva intervención de los gobiernos y, en el caso de la seguridad social, del riesgo de quiebra en el que están esos estados.

Y eso refuerza la creencia entre los conservadores de que evitar el socialismo "es salvar al país".

Para qué cuernos


Por Martín Caparrós (Crítica de la Argentina)

Llevo unos días en el país latinoamericano cuyo presidente tiene el mayor índice de popularidad de la región. Es raro: el fulano lleva siete años gobernando y su porcentaje de aceptación ronda el 70 por ciento, o sea: con más tiempo en el poder que los dos Kirchner juntos, más de dos tercios de sus compatriotas apoyan su gestión. Si esto fuera una radio les daría cinco minutos para llamar y adivinar quién es; podríamos incluso conseguirles algún premio –se me ocurre, en primera instancia, un libro de Aguinis para el primero que acierte, dos libros de Aguinis para el segundo, cuatro para el tercero y así de seguido. Pero es un modesto trozo de papel –o pantalla de quién sabe qué– así que sólo me queda el recurso de este breve excurso para darles el tiempo de buscar la respuesta. No, no es el cocalero audaz ni el milico retórico; no es el obrero pelechado ni el ecuatoriano indefinible; es, ladies & gentlemen, el señor Álvaro Uribe Vélez, presidente de Colombia.
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El señor Uribe es un ciudadano bajito de anteojos, cara de nada, postura de mejor alumno, elegido en 2002 porque prometía poner orden. Al principio le fue más o menos bien en el intento y, sobre todo, impresionó a su compatriotas con su imagen laboriosa: en un país donde los políticos pasan –vaya a saber por qué– por más o menos vagos, el señor convocaba a reuniones de gabinete a las 5 de la mañana, recorría su país cada semana, armaba –todos los sábados– “consejos comunitarios” de horas y horas en los pueblos más lejanos, donde los vecinos le ofrecían problemas y recibían promesas. El señor, además, convenció a su ejército de que servía para algo y, con fuerte colaboración americana, empezaron a pegarle a la guerrilla. Y al mismo tiempo conjuró parte de la violencia perdonando a los paramilitares: miles y miles de criminales se fueron a sus casas y el nivel de enfrentamiento bajó mucho. Así que, cuando estaba por terminar su mandato, el señor Uribe consiguió que el parlamento cambiara la constitución de su país, que estaba basada en esa rara idea de que nadie debía gobernar más de un período.

–¿Sabes cómo le dicen a Uribe?

–Lo que sé es que tengo que decir que no lo sé.

–Le dicen condón, porque con él también te la entierran hasta el fondo pero te sientes seguro.

El país estaba feliz y se felicitaba. En su segundo mandato, el señor Uribe y su ejército mataron a los jefes guerrilleros más importantes y liberaron al póster Betancourt. En estos años, además, se descubrió que 17 gobernadores, 120 alcaldes y uno de cada tres senadores estaban comprometidos en lo que se empezó a llamar parapolítica –los negocios conjuntos de paramilitares narcos y políticos– y que algunos de los colaboradores más cercanos del señor Uribe bailaban ese baile, y fueron presos.

También se descubrió que las agencias de seguridad del Estado espiaban y pinchaban los teléfonos de políticos, empresarios, periodistas –y pareció que el señor Uribe no era ajeno a esos cuidados. Y, finalmente, se supo que el ejército victorioso del señor Uribe engordaba las cifras de los guerrilleros que mataba con cantidad de campesinos que también mataba para hacer estadística: los llamaron “falsos positivos” –porque “positivos” era la forma de llamar a los muertos enemigos– y ya aparecieron casi 2.000 asesinados por los militares. Pero la economía se mantiene más o menos, la pobreza sigue tan pobre como siempre, la violencia y el crimen aumentan un poco porque tanto paramilitar suelto debe hacer algo para pasar el día, y la mayoría –ese setenta por ciento– sigue teniendo la sensación de que el señor Uribe es la clase de hombre fuerte que se necesita para controlar el país.

–Nosotros los colombianos necesitamos quién nos mande, si no, no funcionamos.

–¿Y si los mandan sí?

–Bueno, un poco más, hermano, un poco más.

En estos días el señor Uribe va a terminar de decidir si convoca o no a un referéndum para volver a cambiar la Constitución y poder presentarse, el año que viene, para un tercer mandato. Mientras tanto tiene de rehén a todo el proceso electoral, porque está claro que las elecciones serán completamente distintas con o sin Uribe –y entonces los demás candidatos esperan su decisión para ver qué hacen.

El señor Uribe y todo el resto saben que si se presenta gana: es ese 70 por ciento de aprobación, dos de cada tres colombianos dispuestos a volver a votar por alguien que mantiene el orden mientras sus fuerzas armadas y de seguridad asesinan y espían, mientras sus colaboradores van a la cárcel por haberse corrompido en gran escala. Según la vulgata política al uso, cualquiercualquier gobierno que haga todo eso debería ser repudiado por sus súbditos: se ve que no es así. Se ve, por ejemplo, que para muchos colombianos toda esa bulla de los derechos humanos no es tan importante frente al hecho cierto de que la Farc está en extremo retroceso. Todavía hay, por supuesto, en Colombia, muchas personas –casi todas las que conozco– que repudian esta idea del mundo: son, está visto, clara minoría.

La paradoja está servida: el gobierno con más apoyo democrático del continente es uno de los menos democráticos. Porque, probablemente, las razones que definen ese apoyo mayoritario no sean las que la democracia define como fundamentales. Porque, probablemente, la democracia no sea percibida por muchos como fundamental. Porque el cuarto de siglo de democracia en la región ha dejado tantos problemas sin resolver que muchos ciudadanos empiezan a buscar por otro lado –o, por lo menos, a desdeñar los parámetros democráticos para medir a sus gobernantes. Y sospecho que en la medida en que ciertas democracias sigan siendo inútiles para resolver esos problemas, la confianza –la creencia– en ese sistema de gobierno se va a seguir debilitando. No me preocupa tanto: yo creo que la democracia es mucho mejor que cualquier dictadura y mucho peor que otras formas posibles, sólo que todavía no sabemos cuáles son esas formas.

También creo que la gran ventaja de la democracia es que permite, más que cualquier otro modelo, la búsqueda de esas formas, del modelo que algún día la sucederá. Pero creo que cuando los colombianos prefieren un gobierno que parece alcanzar ciertos objetivos aunque no cumpla con las bases de esta democracia –cumplimiento de la constitución, uso legal de la violencia del Estado, respeto de las libertades básicas de los ciudadanos, honestidad en la administración de la cosa pública, separación entre el Estado y la delincuencia– están siendo pioneros en este modelo de “democracias de baja intensidad pero eficientes” que el fracaso de nuestros gobiernos puede prologar. Entonces me pregunto si los argentinos también preferirían algo así.

Si les interesa, el debate está abierto. Más precisa, la pregunta sería qué queremos, de verdad, de los que nos gobiernan. O, dicho de otro modo: ¿para qué cuernos los queremos?

Brasil combate la pobreza en serio


Por Diego Valenzuela (La Nación, Buenos Aires)

No es un país pobre, pero sí un país con muchos pobres: casi el 30 % de la población sufre necesidades en Brasil. También es uno de los países más desiguales del mundo: durante mucho tiempo se confió solamente en el crecimiento como arma contra la desigualdad, descuidando las políticas de redistribución.
Sin embargo, luego de 30 años de estancamiento en la situación social, entre 1970 y 2000, la historia reciente aparece alentadora gracias a una combinación de política social innovadora, urbanización de barrios pobres, movilidad en el mercado de trabajo y universalización de la educación.
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Un reciente viaje a Río de Janeiro para realizar una serie de informes acerca del combate a la pobreza me permitieron internarme en las entrañas del gigante, y de su lucha por dejar de ser terreno de exclusión social.

Una batalla ganada
Los indicadores sociales son concluyentes. Entre 2001 y 2006 hubo una baja sostenida en la desigualdad. El ingreso per cápita del 10 % más pobre sube un 11 % promedio por año (4 veces el promedio nacional, que es de 2,6 %), según un estudio de Ricardo Paes de Barro, del IPEA. En reducción de la pobreza, Brasil hizo en 4 años lo que le tomó 15 al resto de América latina: la bajó casi 10 puntos, desde 38,2 % en 2002 a 29,6 % en 2006 (son 11,2 millones menos de pobres y 9,6 millones menos de pobres extremos). En mucho menos tiempo del esperado, Brasil cumple la meta del Millenial Developmet Goals (MDG), cuya primera condición es reducir a la mitad la población viviendo en pobreza extrema para 2015.
Según el director del Instituto de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas, 27 millones de personas dejaron de ser pobres y entraron a la clase media en los últimos años. Marcelo Neri, a quien visitamos en las oficinas cariocas de este poderoso think tank brasileño, enfatiza que la clave es el significativo descenso de la desigualdad. El ingreso del 10 % más pobre subió 50 %, mientras que el ingreso del 10 % más rico subió un 7 % en los últimos 5 años.
No fue sólo consecuencia de la política social. Una macroeconomía ordenada, con un crecimiento moderado en un contexto de baja inflación, movilizó las fuerzas del mercado incorporando trabajadores al mundo de los ingresos laborales. Neri dice que en Brasil, "es como si los pobres vivieran en un país de alto crecimiento". Para bajar la desigualdad y la pobreza, además de crecer y ampliar el volumen de trabajo, se requieren políticas para que suba la participación en el ingreso de los más pobres. Allí, a diferencia de lo que ocurre en la Argentina (donde se espera todo del mercado de trabajo), se considera un derecho que todo ciudadano tenga un ingreso mínimo para vivir. Es lo que hace Brasil con transferencias directas a los más pobres: el 57 % de los brasileños viven en una familia que recibe algún tipo de ayuda, lo que representa un alto grado de cobertura de la política social. Un 23 % de los brasileños viven en un hogar al que llega el Bolsa Familia, el plan social más grande del mundo.
Bolsa en portugués significa Beca. El Beca familia llega a más de 11 millones de hogares, unas 45 millones de personas, y Lula acaba de ampliarlo. Alcanza a un 25 % de la población con un costo relativamente bajo: 0,4 % del PBI brasileño. Implica transferencias monetarias sin condicionalidades a familias en situación de extrema pobreza (60 reales para quienes no tienen ingresos) y transferencias de 20 reales más por hijo hasta un máximo de tres, a condición de escolarización, vacunas, y chequeos prenatales. El primero (sin condicionalidad) apunta al corto plazo, a la urgencia. El segundo mira al mediano plazo, a romper la pobreza inter-generacional a través de una inversión familiar en salud y educación. Contra las críticas más tradicionales, la evidencia indica que el plan no tuvo impacto negativo en el mercado de trabajo. Los beneficiarios tienen una más alta participación en el mercado de trabajo que los no beneficiarios.

En el terreno
En Río hay 13 % de pobres, pero 20 % entre chicos de 0 a 5 años. Contra lo que se cree, en las favelas no viven los más pobres, sino los trabajadores de clase media y media baja (en la jerga, sectores C y D) que necesitan estar cerca del mercado laboral para obtener ingresos.
Los programas de renta mínima como el Bolsa Familia tienen mucho mayor impacto en el norte del país que en Río, porque allí la pobreza es extrema y el mercado laboral muy débil. Es evidente que el éxito político de Lula combina el apoyo de los sectores altos y empresarios por su política económica moderada, pero fundamentalmente es consecuencia de la identificación con su historia de ascenso social y de los programas de inclusión social que han apuntalado a las familias más pobres.
La segunda forma de atacar la exclusión es la urbanización de los barrios más humildes, las favelas. En tres días pudimos visitar varias de ellas, las más populosas y peligrosas, como Rozinha, Morro do Alemao, o Vidigal (con la mejor vista de Río, sobre el morro de San Conrado, mirando a Ipanema, Leblón y el Pan de Azúcar). En ellas es "natural" encontrarse con retenes de seguridad narcos, jóvenes con armas largas en medio de la calle, con la gente pasando frente a ellos como si nada. Fuera de esta naturalización de la violencia, es notable el esfuerzo que se está haciendo para llevar el estado, los servicios, los derechos y la infraestructura básica a las favelas. Hace rato que se ha abandonado la idea de erradicación, primando la de urbanización. Es que las favelas están incrustadas en Río, muy cerca de las más famosas playas, y viven en ellas 1,5 millón de personas, el 30 % de la población de Río.
Favela Barrio es el plan para favelas menores (500 a 12500 habitantes, el estado gerencia y subcontrata a constructores por licitación y concurso), mientras que el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) es la herramienta oficial para desarrollar la infraestructura con un objetivo de inclusión social en las favelas más grandes, como Rozinha, donde viven más de 120 mil personas. En ella visitamos a una familia, y comprobamos que las casas no son tan precarias como parecen, y están bien mantenidas por dentro. Rogeria, madre de 4 hijos, explicó que gracias a la urbanización sus hijos podrán ir al centro de deportes de la Rozinha, y ella podrá llevar a sus hijos al centro de salud de la favela, en lugar de viajar dos horas a un hospital y hacer 4 horas de cola. También sospecha que la urbanización permitirá acotar el poder de la droga en la favela.
Recorrimos Alemao, Manguinhas y Rozinha con Jorge Jáuregui, urbanista argentino que vive en Río desde fines de los años ´70. Especialista en urbanización de favelas y premio de urbanismo de Harvard en el 2000, nos mostró los impactantes proyectos en marcha para convertir las favelas en barrios populares, para mejorar la condición física y psicológica de los habitantes, uniendo ciudad informal con ciudad formal.
En Morro do Alemao han abierto calles, construido viviendas, una escuela secundaria, un centro de deportes, centro de salud, guardería, y plazas. No sólo eso, ya está en marcha un teleférico que va a unir 4 morros, con 6 estaciones, para que la gente puede subir a su casa con mayor facilidad. La meta es garantizar desde estado la movilidad de los pobres, otorgándoles condiciones de vida mínimas, como las que tienen los habitantes de la ciudad formal. Es, en palabras de Jáuregui, "una inyección simbólica para los más pobres, significa decirles que es posible vivir mejor. El Estado debe dar el primer paso para animar a la gente a invertir, no sólo en sus casitas, sino en el barrio, rompiendo el imaginario de que la favela es sólo reducto de los delincuentes".

Algunas lecciones:

- Macroeconomía ordenada, crecimiento con baja inflación, son la base para aumentar los ingresos generales sin dañar el poder adquisitivo de los pobres.

- En Brasil no hay una línea de pobreza oficial, pero los organismos públicos e independientes trabajan con profesionalismo y coinciden en que el costo de la canasta básica ronda los 130/140 reales por mes por persona.

- No alcanza con el crecimiento económico. Los ingresos de los más pobres deben crecer más rápidamente para cerrar la brecha.

- La diferencia la hace la alta cobertura de la política social, que iguala el punto de partida de todos los habitantes.

- Ha sido mejor la transferencia de dinero que la tradicional entrega de bienes. Lula cambió respecto de sus ideas anteriores, más cercanas a la entrega de alimentos, para retomar y potenciar los planes de Cardoso. Cierta continuidad de políticas es esencial.
- Junto a la política social, resulta crucial la universalización de la educación entre los más pobres, lo que empuja hacia arriba el mercado de trabajo y los ingresos laborales de toda la población.

- Llevar el estado, los derechos y los servicios a los barrios pobres es condición necesaria para unir ciudad informal con ciudad formal, creando condiciones para un desarrollo más equitativo.

Rozinha
Hay 750 favelas en Río, pero las 8 más grandes concentran 40 % de los habitantes de las favelas de la ciudad. César Maia, alcalde de Río por tres períodos, opositor a Lula, apunta que "la favela no es el problema, es la solución. Estar cerca del mercado de trabajo baja los costos de transporte para los trabajadores". En su gestión se apostó fuerte por la urbanización de las favelas.
Una de las favelas más grandes de Rio es la Rozinha, con una población superior a los 100 mil habitantes (casi tantos como todos los habitantes de villas de ciudad de Buenos Aires). Está en un lujoso barrio llamado Gavea, donde viven ricos y famosos. No hay transición: uno va subiendo el morro y de golpe deja de ver mansiones (como la de Chico Buarque) y entra a la favela. Hay en ella 6000 comercios, bancos, tiendas de ropa, talleres mecánicos, videoclubes. Tienen hasta canal de televisión, TV Roc, fundado por un argentino, Dante Quinterno.
En Rozinha pueden hacerse edificios de hasta 7 pisos, aunque algunas viviendas pre-existentes superan ese límite. Hay una de 13 pisos, conocido como "el Empire State de la Rozinha". La favela tiene un ritmo frenético, gente que viene y va sin parar, motos y colectivos por callecitas angostas, música, niños jugando. El rol del mototaxi es fundamental: por 2 reales sube a los habitantes (y a algunos turistas) hasta la cima del morro, desde donde la favela ofrece las mejores vistas de Río.