Por Ezequiel Fernández Moores (La Nación, Buenos Aires)
"Los republicanos también compran zapatillas". Es una de las frases más célebres en la historia del deporte. La pronunció Michael Jordan en 1990. Querían que el ídolo hablara para frenar el triunfo electoral de Jesse Helms, un político racista, homofóbico, amigo de las dictaduras latinoamericanas, del Ku Klux Klan y del apartheid sudafricano. Pero Jordan recordó que tenía un contrato de 20 millones de dólares con Nike. Los ídolos deportivos no deben "abusar de su liderazgo" para influenciar a sus seguidores, dijeron sus defensores. Además, agregaron, "el deporte debe mantenerse separado de la política". Veinte años después, los Suns de Phoenix, sepultaron la máxima de Jordan. El play off que liquidaron el pasado domingo ante los Spurs de Manu Ginóbili significó algo más que un triunfo deportivo. Marcó un hito para los estudiosos de los vínculos entre el deporte y la política. Comparable a la negativa de Muhammad Alí a combatir en Vietnam en 1965 y al podio rebelde de México 68 de los atletas negros Tommie Smith y John Carlos.
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Arizona está convulsionada por la nueva ley antiinmigración de la gobernadora Jan Brewer, que faculta a la policía a exigir papeles a quienes pueda sospechar que son indocumentados. ¿Cómo reconocer a un indocumentado? "Por su ropa, pero especialmente por su conducta", respondió el senador Brian Bilbray, de California. Los Suns, como muchos otros, entendieron a la ley como una cacería del inmigrante latino. El patrón del equipo, Robert Sarver, acordó con los jugadores que salieran al segundo partido contra los Spurs con una camiseta que decía "Los" Suns, en español. El canadiense Steve Nash, líder del equipo, y que ya en 2003 había salido a la cancha con una camiseta que criticaba la invasión a Irak, fue otra vez la voz cantante. Robert Kerr, ex compañero y gran amigo de Ginóbili en los Spurs, y actual gerente general de los Suns, calificó de "nazi" a la iniciativa. Senadores republicanos le exigieron que se rectificara. La mayoría de los mensajes que llegaron al diario The Arizona Republic a los Suns recordaban que al menos el 60 por ciento de la población de Arizona aprueba la ley. "Shut up and play" (Cállense y jueguen), decían carteles que los propios hinchas de los Suns exhibieron ese día a sus jugadores. Fuera del estadio, unas tres mil personas marchaban con camisetas de "Los" Suns. Fue una previa inusual para la trasmisión de la TV. "Me saco el sombrero con la decisión de Sarver", expresó en estudios el ex jugador Charles Barkley ante Ernie Johnson, un periodista deportivo cada vez más incómodo con el rumbo que tomaba la trasmisión. Nash y sus compañeros sabían lo que arriesgaban. No sólo volvieron a ganar esa noche. Triunfaron también en los dos partidos siguientes. Fue un 4-0 rotundo. Jugaron como nunca antes. En el último, el domingo por la noche, a Nash le cerraron un ojo de un codazo. Terminó ofreciendo un recital.
Los Suns recibieron apoyo de los Spurs y de la propia NBA, habitualmente reacia a definiciones políticas. Hasta Barack Obama saludó su gesto. Muchos esperan ahora que también el béisbol se pronuncie. Que defienda a sus jugadores, el 27 por ciento de los cuales son de origen latino. Se pide que la Major League Baseball (MLB) desplace a Phoenix como sede del Juego de las Estrellas de 2011. Y que se declare un boicot contra el equipo local, los Arizona Diamondbacks. El patrón del equipo, Ken Kendrick, se vio obligado a admitir que había aportado dinero a los candidatos republicanos, pero aclaró que no apoya la ley. Sus defensores dieron amplio detalle de fundaciones a las que él aporta dinero y que ayudan a niños latinos. La gobernadora Brewer escribió en la página web de ESPN que no tiene sentido impulsar boicots y, mucho menos, mezclar al deporte con la política. Brewer defendió la ley, afirmó que debió actuar porque Arizona es un estado fronterizo que sufre los clanes de la droga y del tráfico de personas que actúan desde México, que Phoenix se había convertido en la ciudad de Estados Unidos con mayor cantidad de secuestros (316 en 2009), que no podía aguardar más "la inacción" de Obama y que su ley no es racial y, mucho menos, nazi.
En lugar de triples o home runs, el deporte pasó a hablar de "progres" o "nazis". Así debe ser, afirma el periodista y escritor de deportes Dave Zirin. Califica de hipócrita a Kendrick, el patrón de los Diamondbacks. Por un lado dice que no apoya la ley, pero, por otro, cederá su estadio para un mitín del senador Jonathan Paton, uno de los más furiosos defensores de la ley. Paton, agrega Zirin, tiene un estrecho vínculo con Russell Pearce, el senador ex combatiente en Irak que inspiró la ley. La TV mostró imágenes de Pearce reunido con líderes neonazis como J.T.Ready y John Birch y un correo electrónico antisemita que el senador reenvió en 2006 a sus seguidores. La revelación incomodó a quienes defienden la ley y se indignan con el calificativo de "nazi". Kerr no fue el único que lo utilizó. "No puedo imaginarme a Arizona utilizando las técnicas de la alemania nazi y de la Rusia comunista para perseguir a los sospechosos", expresó Roger Mahony, arzobispo de Los Angeles. ¿Acaso no fue justamente Arizona el estado que resistió largos años a aceptar el día feriado en homenaje a Martin Luther King? ¿Y no fue acaso la presión del deporte la que ayudó a cambiar esa postura? La National Football League (NFL, football americano) quitó a Arizona su condición de sede del Superbowl de 1993. La decisión, se dijo entonces, fue clave para que un año después los votantes de Arizona aprobaran finalmente adherir al feriado en honor al luchador por los derechos civiles asesinado en 1968. Los manifestantes que protestan ahora ante cada juego de los Diamondbacks pretenden que la MLB (béisbol) haga lo mismo con su Juego de las Estrellas de 2011. Quieren que el deporte se sume a otros sectores que ya comenzaron a boicotear a Arizona. ¿Acaso no fue un beisbolista, Jackie Robinson, un pionero que en 1947 rompió barreras raciales?
También la Major League Soccer (MLS, nuestro fútbol), que tiene a más del cuarenta por ciento de sus jugadores nacidos en Latinoamérica, evalúa si deberá excluir a Phoenix como subsede si la FIFA designa en diciembre a Estados Unidos como país organizador del Mundial 2018 o 2022. "Odio decirlo, pero ¿por qué debería darle un valor especial a la opinión política de un deportista que gana millones? El deporte cruza razas, colores y política y dos hinchas de un mismo equipo, aún cuando piensen lo opuesto, pueden hablar allí un lenguaje común. Cuando los atletas llevan al deporte las divisiones de afuera destrozan una ilusión, como cuando Jim Carrey encontró que su vida era el Truman Show", escribió el periodista Greg Salvatore. "Les pagamos para que nos sirvan de escape", coincidió su colega Skip Bayless. El deporte, dicen sus estudiosos, suele disfrazar de neutralidad posturas conservadoras. Y está cada vez más atado a sus patrocinadores. La asunción de Obama, sin embargo, desató fanatismos y leyes como las de Arizona. Consciente del peligro, Obama recomendó hace unos días leer qué dicen los que piensan distinto. "Puede que te hierva la sangre, pero es esencial para una eficaz convivencia".
El mercado laboral de Estados Unidos, contaba hace unos días el periodista Andrés Oppenheimer, demanda hasta 500.000 trabajadores no cualificados por año. El actual sistema inmigratorio autoriza apenas 5.000 visados anuales. Hay gente que lleva veinte años pidiendo su visa. Terminan entrando ilegalmente. Once millones de inmigrantes carecen de papeles en Estados Unidos. Casi medio millón están en Arizona, ex territorio mexicano. Una crónica reciente recordó la letra de "Somos más americanos", un corrido que cantan Los Tigres del Norte. "Ya me gritaron mil veces que me regrese a mi tierra porque aquí no quepo yo. Quiero recordarle al gringo: yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó…Ellos pintaron la raya para que yo la brincara y me llaman invasor… Nos quitaron ocho Estados. ¿Quién es aquí el invasor? Soy extrajero en mi tierra. Y no vengo a darles guerra. Soy un hombre trabajador". Del hombre trabajador, justamente, depende la pasión del deporte. Michael Jordan no tenía razón. "El deporte –escribió Paola Boivin en The Arizona Republic- sirve para algo más que para vender zapatillas".