sábado, 26 de junio de 2010

Alemania gana lo que España pierde



Por Eduardo Kragelund (Tiempo Argentino, 17/6/2010)

Y finalmente España tiró la toalla. En menos de un mes, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero dilapidó la imagen que cultivó en seis años de gobierno: la de guardián del Estado Benefactor. El socialdemócrata, que hasta hace días reiteraba que “por razones ideológicas” jamás adoptaría medidas contra las conquistas sociales, terminó cediendo a las presiones del establishment de la Unión Europea (UE) y decretó un típico plan de ajuste. Hay que apretarse los cinturones, explicó: congelar las jubilaciones, reducir el salario de los empleados públicos, restringir las ayudas a los enfermos y ancianos y eliminar “lujos” como el cheque bebé, una suerte de aguinaldo para el que tuviera o adoptara un hijo. Sumado a ello, se cortarán los presupuestos provinciales en 1.200 millones de euros, se reducirán drásticamente las obras públicas y se flexibilizarán las leyes que protegen el empleo en un país que ya soporta el 20% de desocupación, el doble del promedio de los estados de la eurozona. O sea, Zapatero prácticamente copió las medidas recetadas a Grecia para que el gobierno de su compañero de la Internacional Socialista, Yorgos Papandreu, pueda pagar sus compromisos y no quiebren los bancos tenedores de bonos de la deuda helénica.

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Los sindicatos españoles, aglutinados en las Comisiones Obreras (de origen comunista) y en la Unión General de Trabajadores (pro socialista), quedaron descolocados ante el programa “socialista” y salieron al cruce del que consideraron siempre como a un aliado. Denunciaron el carácter neoliberal y fondomonetarista de las medidas que no han tenido éxito en ninguna parte del mundo donde se aplicaron y anunciaron una huelga general. Pero a la hora de ponerle fecha –29 de septiembre- mostraron una llamativa cautela. Sus partidarios alegaron que no tenía sentido hacer un paro en pleno verano (julio y agosto), cuando los españoles literalmente huyen a las playas o las sierras. Pero más de un analista señaló que convocar a una huelga para tres meses después de implantado el programa que la motivó sólo puede explicarse por una razón: el miedo a que el acatamiento no sea el deseado, con o sin verano de por medio.
El gobierno del Partido Socialista Obrero Español, que según las encuestas perdió popularidad hasta el punto que si hoy hubiera elecciones ganaría el derechista Partido Popular, vendió su programa de ajuste como la única alternativa para evitar que la crisis financiera se convierta en una debacle. En su apoyo esgrime cifras y circunstancias que despiertan un justo temor. La deuda de España suma 553.000 millones de euros y cada vez es más caro financiarla porque los inversionistas creen que el riesgo de cesación de pagos va en aumento. En concreto, los intereses de sus bonos a un año casi se han triplicado en sólo tres meses. A ese ritmo, resulta difícil abatir un déficit fiscal que llega al 11% del Producto Interno Bruto, uno de los más elevados de Europa, para llevarlo al 3% en el 2013, que es el máximo tolerado por la UE.
Algo semejante sucede en el sector privado, donde el crédito es cada vez más escaso y por lo tanto más caro. Los mismos bancos que otorgaron préstamos a diestra y siniestra para sostener el jugoso “boom” inmobiliario que vivió España en los últimos años, cerraron el chorro alegando la creciente cantidad de hipotecas incobrables y la consecuente caída del valor de los bienes raíces que tienen en su haber.
El argumento central de Zapatero para convencer a sus compatriotas de que la austeridad exorcizará a España y le devolverá la confianza de los mercados también es calcado al de Grecia: se ha gastado en exceso y hay que ahorrar, aunque suponga sacrificios, para que las cuentas cierren y se pueda cumplir con los acreedores. Para el ciudadano común, quizás las cifras y los conceptos de los economistas suenen a chino. Pero si algo saben de sobra los españoles, porque lo sufrieron en carne propia con el estallido de la burbuja inmobiliaria, es lo que significa convertirse en insolvente. Sólo en el 2009, cerca de cien mil de ellos, 60% más que el año anterior, tuvieron que devolver sus propiedades por no poderlas pagar para quedarse con lo que restaba de la deuda hipotecaria mientras los bancos se resarcían con el remate de los inmuebles, sumado a las cuotas ya percibidas.
Por ello cundió la alarma cuando vieron que Grecia se desmoronaba y que España -así como Portugal e Irlanda- podía seguir el mismo camino. Y por ese misma razón también pueden llegar a parecer “lógicos” los grandes recortes al gasto público planteados por Zapatero para salir de la crisis.
Sin embargo, lo que el gobierno calla es que van a pagar justos por pecadores. El problema no es que España, Grecia, Portugal o Irlanda se hayan endeudado por andar despilfarrando dinero en bienestar social y altos salarios, como afirman en los círculos neoliberales y en la comunidad financiera internacional. Si se miran sus cifras de gasto público o de salarios se verá que están entre las más reducidas de los 15 estados más desarrollados de la UE. Por el contrario, la raíz de la crisis está en los miembros más poderosos de la eurozona, en particular en Alemania.
Las estadísticas indican que el poderío económico alemán se sustentó en los últimos años en las exportaciones y no en el crecimiento interno. Es decir, los recursos no se orientaron a fomentar la demanda del mercado alemán, sino a aumentar las exportaciones, sobre todo a la eurozona. De esta manera, la banca se encontró con las arcas repletas de euros que reinvirtió básicamente en dos rubros, según Vicenc Navarro, profesor de “Public Policy” en la universidad estadounidense Johns Hopkins. Uno de ellos fue el sector financiero de las naciones con un desarrollo menor al de Alemania, como España y otros países periféricos de la eurozona, y el otro fue el mercado de deuda de esas mismas naciones.
El negocio fue próspero hasta que sobrevino la crisis y las burbujas explotaron, subrayó Navarro en un análisis reciente. Los países “de la UE, incluyendo los periféricos, que les compraban sus productos, no podían seguir comprándolos (…). Por otra parte, los bancos alemanes poseían enormes cantidades de deuda –tanto pública como privada– que los países deudores periféricos no podrían pagar. La banca alemana tenía –y tiene–, pues, un gran problema, compartido con la banca de Francia y otros países del centro de la Unión Europea”, explicó el profesor catalán.
Lo demás es historia sabida. Grecia recibió un multimillonario préstamo del Fondo Monetario Internacional y de los países más poderosos de la UE, encabezados por Alemania, a cambio de un rígido programa austeridad. Y lo mismo está ahora a disposición de España, siempre y cuando cumpla con la consabida receta de reforma estructural. En otras palabras, el sacrificio correrá por cuenta de la población, que soportará el congelamiento de sus ingresos, la eliminación de beneficios y el desempleo. Porque el dinero del salvataje, como se suele llamar al nuevo préstamo, tiene otros destinatarios: las arcas de los países “despilfarradores” para que paguen a los bancos de las grandes potencias europeas.