martes, 23 de marzo de 2010

Curado en salud



Por Jorge Elías (La Nación, Buenos Aires)

Para los mayores de 65 años existe el Medicare, gestionado por el Estado. Para las familias con ingresos modestos, así como para los niños, las embarazadas y las personas con capacidades especiales, existe el Medicaid. Entre un sistema de salud y el otro hay una legión de 46 millones de personas que, de necesitar un médico o un tratamiento, deberá pagarlo de su bolsillo o contraer una deuda acaso tan pesada como una hipoteca y otra legión de 25 de millones de personas que, sofocada por el alto costo de los seguros, toca madera ante la eventualidad de caer en cama y requerir algún servicio no previsto en su plan.

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Tanto ha insistido Barack Obama con la mentada reforma sanitaria que, una vez firmada en los jardines de la Casa Blanca, habrá logrado más que Bill Clinton en idéntico período, sus dos primeros años de gobierno. Habrá completado el circuito iniciado por Theodore Roosevelt, republicano, a comienzos del siglo XX, y continuado con la creación de la seguridad social durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt, demócrata, en 1935. Tras los vanos intentos de Harry Truman, muchos años después, Richard Nixon, republicano, pocos progresos verá antes de verse obligado a renunciar por el caso Watergate.

En el ínterin, la mitad de las bancarrotas privadas de los Estados Unidos tiene un origen imposible, o increíble, en otras latitudes: los gastos médicos. Si el ex presidente argentino Arturo Illia se pregunta en la cama de un hospital público "quién va a pagar todo esto", como nos recuerda la obra teatral de Eduardo Rovner, ¿qué puede preguntarse un norteamericano de clase media en igual o peor condición?

Esa es la esencia de la batalla librada del Capitolio: no es entre demócratas y republicanos, sino entre aquellos que, pertenezcan a un partido o el otro, piensan que el sector privado o el público debe hacerse cargo del asunto. Las diferencias no son económicas, sino filosóficas, aunque el aumento de la incidencia del Medicaid y el Medicare en el déficit presupuestario sea cada vez más notorio y vertiginoso por el envejecimiento de una parte de la población, por un lado, y por el empobrecimiento de otra parte, por el otro.

La falta de un sistema de cobertura universal, usual en casi todo el mundo, permite cometer abusos a algunas aseguradoras que, de pronto, exigen adelantos de dinero para suministrar determinados tratamientos. Sobre todo, si no están previstos en el plan contratado. El empleador, en compañías medianas y grandes, paga una porción de la cuota; de la otra suele hacerse cargo el empleado. En los últimos años, la cuota ha crecido cuatro veces más que el salario.

¿Qué se propone Obama con su reforma sanitaria, caballito de batalla de su campaña electoral? Reducir los costos de los planes; garantizar a la gente que cada uno elegirá el suyo, incluido uno público, y mejorar la calidad de las prestaciones.

La ley finalmente sancionada en la Cámara de Representantes es la que aprueba el Senado en Navidad, antes de que los demócratas perdieran la banca del difunto Ted Kennedy en Massachussets. Eso sucede en enero, con la victoria del republicano Scott Brown. Como ese proyecto ha superado esa instancia en tiempos de mayor holgura demócrata, el arduo trámite en Representantes, con 219 votos favorables y 212 en contra, sólo necesita ahora la firma presidencial para ser ley y hacer historia.

Mi reino por una ley. Lejos está de verse en forma inmediata el cambio, más allá de que sea el resultado de nueve meses de gestación durante los cuales leales como Rahm Emanuel, jefe de Gabinete, han mirado con cierto recelo al Salón Oval por el empeño, quizás el capricho, de Obama en lograr aquello que ni Clinton y Hillary han podido en sus primeros años de gobierno, en los noventa. Por esa causa pierden las elecciones de medio término y la mayoría de número en el Capitolio en 1994.

Esta vez, el lobby farmacéutico gasta en un solo año, 2009, más de 26 millones de dólares en pulverizar el plan de Obama y los alternativos por temor a una caída de los precios y la posibilidad de que favorezcan el uso de genéricos. Las aseguradoras, a su vez, gastan nueve millones de dólares.

Tan importante es para Obama la ley que invierte en ella 55 discursos, casi 100 reuniones con representantes (diputados) de ambos partidos y cancela, a último momento, una gira por Indonesia y Australia, algo inusual en un presidente de los Estados Unidos, para no perderse la votación en Representantes. ¿En qué cede para lograr la aprobación? Emite una orden ejecutiva por la cual, a pedido de los legisladores demócratas que están en contra del aborto, reitera la prohibición de usar fondos federales para ese fin, excepto en casos extremos.

En 2014, cada norteamericano deberá tener un seguro de salud o pagar una multa anual de 95 a 695 dólares por persona o de hasta 2085 dólares por familia. Desde ese año, las aseguradoras no podrán negarles cobertura a personas con "condiciones médicas preexistentes". Los padres de familia, a su vez, podrán incluir a sus hijos de hasta 26 años en las coberturas que reciban de sus empleadores.

Esto no supone imponer una suerte de Estado de bienestar a la europea, sino, en el caso de Obama, recrear su eslogan de campaña, "Yes, we can!", con una promesa cumplida: "Nos hemos revuelto contra las influencias indebidas y los intereses especiales. No nos rendimos ante la desconfianza, el cinismo o el miedo. En lugar de eso, demostramos que todavía somos un pueblo capaz de hacer grandes cosas".

Es un asunto personal: Obama ve pelear contra las aseguradoras a su madre, enferma de cáncer. En la cruzada dilapida capital político: de más de un 70 por ciento de adhesión popular baja a menos del 50. En febrero, mientras los demócratas pierden elecciones, convoca a los suyos y los republicanos para hallar una solución bipartidista. Es más fácil mezclar agua y aceite. Está ahora curado de espanto. O, con el hecho consumado, curado en salud.