sábado, 3 de octubre de 2009

Un abismo separa a Brasil de la Argentina


Por Andrés Burgo (Crítica de la Argentina)

“Y qué quéres, si somos una república de tercera”, maldecía ayer ante Crítica de la Argentina un hombre que trabaja desde hace varios años en la conducción del deporte nacional. “¿En serio me preguntás por qué Brasil y Río de Janeiro sí pueden organizar el Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos 2016, y la Argentina y Buenos Aires ni siquiera figuran? ¿Te hubieses imaginado, por ejemplo, a Macri y los Kirchner trabajando juntos para la candidatura olímpica y después a los abrazos en Dinamarca? ¿Imposible, no? Bueno, ésa es sólo una razón: hay cien más”, repreguntó el especialista.
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En Brasil, el deporte es una cuestión de Estado: hay un ministerio a cargo del tema. En la Argentina, no. Sólo una secretaría con un presupuesto testimonial, de 33 millones de dólares, de los cuales sólo 11 son para el alto rendimiento. Y Brasil, que entendió que los Juegos Olímpicos trascienden lo deportivo y son un símbolo geopolítico del mundo moderno (China lo interpretó a la perfección el año pasado), dio con Lula a la cabeza el golpe de gracia que lo confirma como un líder regional cada vez más distanciado. No fue azar, más allá de que las circunstancias jugaron a su favor (Madrid no podía ganar porque desde 1952 no se hacen dos Juegos seguidos en un mismo continente, a Tokio le jugó en contra que Pekín ya organizó en 2008 y Chicago no presentó un gran trabajo). Lo de Brasil fue una planificación deportiva y estatal: en 2002 organizó los Juegos Odesur que la Argentina había rechazado por la crisis del año anterior, en 2007 recibió unos magníficos Panamericanos, en 2014 tendrá el Mundial y en 2016, los Olímpicos.

En el Comité Olímpico Argentino y en la Secretaría de Deportes admiten que el mundo ve a Brasil como un país fiable, a diferencia de la Argentina. Hoy parece increíble que, en 1997, Buenos Aires le haya ganado la votación preliminar a Río para intentar organizar los Juegos 2004, que después fueron para Atenas. ¿Qué habría pasado si ganaba Argentina y en el medio ocurría lo que al final pasó, el espanto de 2001? Le hubiesen sacado la candidatura, seguramente. Ahora ya no hace falta: Argentina se elimina sola.