Por Luis Méndez (
Eurity, Madrid)
He podido constatar en repetidas ocasiones, entre sorprendido e indignado, que los medios de comunicación españoles cargan las tintas editoriales cuando se trata sobre todo de cuestionar la legitimidad de gobernantes de países latinoamericanos donde el capital español se ha instalado de manera significativa, desde Venezuela a Argentina, pasando desde luego por Bolivia. Y en este paquete monetario también está incluido el desembolso efectuado en aquellas tierras por grupos mediáticos españoles que en los últimos años han apostado por la expansión foránea ante los cada ver mayores apretones domésticos.
[Sigue +/-]El menor desliz de algunos dirigentes latinoamericanos sirve a los respectivos equipos de pensamiento para enmendar la plana allende el océano; y cuando el error es manifiesto, según las entendederas de los editorialistas, se ceban las cañoneras y se enfilan hacia el gobernante insensato con una saña digna de una cuadrilla de gurkas. Sin ir más lejos, ahí están los duros calificativos que, periódicos españoles que disienten en lo cotidiano, emplearon a mansalva en sus páginas de opinión para descalificar a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, con motivo del reciente enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Banco Central a propósito del pago de la deuda externa. Sin entrar en honduras, es subrayable el tono irrespetuoso y excesivamente agresivo que emplearon la mayoría de los medios para referirse a la conducta de la Presidenta argentina que, según ellos, incurrió en una falta de lesa democracia y que por obra y gracia de estos plumillas, nada inocentes por cierto, se aleja a marchas forzadas del paraíso. Surgieron sin más términos como déspota, tirana o autoritaria, por supuesto debidamente aderezados por todos los ingredientes posibles, menos el del contexto y el análisis riguroso, para encasillar decisiones que sencillamente corresponde a los argentinos evaluar en toda su extensión y alcance, sobre todo porque hablamos de dirigentes que fueron elegidos democráticamente en las urnas. Cabe siempre el análisis y la crítica, argumentada; pero no procede la inhabilitación sistemática que observamos en editoriales de medios españoles sobre gobernantes de países que, casualmente y como he precisado antes, cobijan buena parte del capital español invertido en América Latina y que se supone en riesgo por conductas que desde esta orilla se tachan de irresponsables y antidemocráticas con una ligereza que produce escozor en la piel más curtida. Es evidente que en seis párrafos difícilmente se puede abordar realidades tan complejas como las que nos atañen. Sin embargo, como no es ese el objetivo de la copla, bienvenido el destripamiento en caliente. Este tipo de injerencias mediáticas contaminan mucho más que esclarecen y desde luego no ayudan en nada a mejorar la imagen de España y de sus empresas en esas tierras. Y lo que me parece también grave: destilan un resabio colonial que debía estar ampliamente superado. Claro, que se corresponden a la perfección con ese estilo chulesco de nuevos ricos, nuevos demócratas y nuevos europeos que se instaló antaño en este país para quedarse y afearnos como colectivo.