viernes, 26 de febrero de 2010

Espías en conflicto



Por Raymundo Riva Palacio (Eje Central)

Un escándalo fue desatado por el diario The Washington Post al informar este miércoles que ambos gobiernos alcanzaron un acuerdo para que agentes estadounidenses realicen labores de inteligencia en el centro de comando de la Policía Federal en Ciudad Juárez. Sin demora, México y Estados Unidos negaron la información, que en realidad es un debate ocioso. Desde hace tiempo agentes estadounidenses operan en México, tienen en nómina a jefes policiales mexicanos y han infiltrado el corazón de los cárteles de la droga.

Sin existir un acuerdo formal que implique modificaciones legales que permitan a los agentes estadounidenses a realizar acciones operativas extraterritoriales, ambos gobiernos han intercambiado información de inteligencia sensible por largo tiempo. Pero también, agentes estadounidenses han realizado operaciones tácticas en México, con y sin autorización del gobierno mexicano, desde hace más de 30 años.

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Agentes estadounidense realizaron vuelos de apoyo junto a militares mexicanos durante la campaña de erradicación del opio en Guerrero, donde incluso murieron dos agentes de la DEA, cuando chocó su avioneta cerca de Acapulco en 1976. Agentes de la oficina de Inmigración y Aduanas encubrieron en 2005 a uno de los responsables de los feminicidios en Ciudad Juárez, porque era un informante del Cártel de Juárez. Y cuatro años antes, tras el atentado terrorista en Estados Unidos, Washington envió a decenas de agentes encubiertos a México para detectar más agresores y eventuales futuros ataques a su territorio. El gobierno mexicano no fue enterado porque no confiaban en él.

La relación de ambos gobiernos es vasta y en ocasiones rebasa la imaginación. Por ejemplo, la CIA capturó a Ye Gon –en México o Estados Unidos- y lo llevó a Vancouver, donde pudo interrogarlo sin los límites que establece la ley estadounidense, dos meses antes de que “apareciera” en un suburbio en Washington y lo detuviera la DEA. En ese tiempo, la CIA le permitió hablar con él a José Luis Santiago Vasconcelos, quien era subprocurador de Asuntos Jurídicos y Relaciones Internacionales de la PGR, y se trasladó a Vancouver. Poco después dijo que los interrogatorios de la CIA habían “secado” a Ye Gon.

La CIA y el FBI han entrenado a policías mexicanos responsables de la lucha contra el narcotráfico. Inclusive, el comando de élite de la Marina que cazó y mató a Arturo Beltrán Leyva en diciembre pasado, tenía dos semanas de haber regresado de Estados Unidos, y según fuentes políticas, la información de dónde se encontraba el entonces jefe máximo del Cártel de los hermanos Beltrán Leva la proporcionó Washington con la presión no sólo para que fueran por él, sino que fuera esa unidad de élite la que realizara el ataque.

Las agencias de inteligencia estadounidense han tenido como uno de sus principales objetivos en México la infiltración de los cárteles de la droga. Uno de los casos desconocidos por la opinión pública es la penetración de las organizaciones del recientemente fallecido Beltrán Leyva y Heriberto Lazcano “Z-1”, jefe de Los Zetas. En el mismo momento en el cual estaban construyendo la alianza que modificó el mapa de los cárteles de la droga en México en la primavera de 2008, un agente de la DEA estaba mandando la información en tiempo real a través de mensajes de texto de su celular.

Los agentes estadounidenses suelen contratar a personal mexicano, como servicio de apoyo, o como informantes. El caso más notorio de doble empleo es el de Alfredo Zavala Avelar, piloto de la Secretaría de Agricultura que trabajaba con el agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, asesinados en 1985 luego de revelar la existencia del rancho “El Búfalo”, en Chihuahua, una maquinaria de producción de marihuana del Cártel de Guadalajara. Son muy reacios a contratar jefes policiales, porque su experiencia no ha sido positiva. Una experiencia muy dramática fue en la “Operación Limpieza”, cuando descubrieron que un informante del Cártel de Sinaloa trabajaba en el área de narcotráfico en la Embajada de Estados Unidos en México. Los testigos protegidos que aportaron detalles de esa operación fueron interrogados en Estados Unidos, porque no confiaban en la PGR.

Pero al mismo tiempo, la PGR, cuando menos en tiempos del procurador Eduardo Medina Mora, se excedió en sus servicios y rompió leyes mexicanas sin castigo alguno, al autorizar que agentes de la DEA presenciaran interrogatorios a jefes policiales presuntamente vinculados al narcotráfico, y en cuando menos una ocasión les permitió que formularan preguntas. Medina Mora protegió también a Édgar Bayardo, asesinado en diciembre pasado, quien tenía tres patrones: la Policía Federal, a la Agencia de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos, y el Cártel de Sinaloa.

El trabajo que realizan las agencias de inteligencia estadounidenses en México ha culminado en varias de las operaciones más exitosas que ha tenido el gobierno mexicano en los últimos años en contra de los cárteles de la droga. Fue la DEA la que alertó a la Marina mexicana en 2007 del cargamento de seudoefedrina que condujo a Zhenli Ye Gon, el importador de precursores químicos para Joaquín “El Chapo” Guzmán, y también lo que logró la detención de Javier Arellano Félix, “El Tigrillo”, en 2006, en una operación conjunta con la Guardia Costera de Estados Unidos, supuestamente en aguas internacionales, a 25 kilómetros de la costera de La Paz, en Baja California Sur.

En muchas ocasiones pareciera que los estadounidenses tienen mejor información sobre los cárteles mexicanos, que las propias autoridades mexicanas. En diciembre se colgaron el éxito de la operación contra Arturo Beltrán Leyva, y en enero, el jefe de operaciones de la DEA, Michael Braun, anticipó a The Washington Times que el arresto de Joaquín “El Chapo” Guzmán podría darse en un plazo de 90 días. Mejor vocero del gobierno mexicano, no podrían haber encontrado. Entonces,¿por qué la reacción tan fuerte e inmediata a lo revelado por el Post? Quizás porque en el momento actual el gobierno mexicano quedó desnudado y exhibido de que solo, no puede contra los cárteles.