miércoles, 23 de septiembre de 2009

La lucha de clases aún divide a una China más próspera





Por Shai Oster
(The Wall Street Journal)

HANGZHOU—Cuando un acaudalado conductor que solía competir en carreras de autos en las calles atropelló y mató a un joven de origen humilde en mayo, también desató un conflicto de clases en esta ciudad china.

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El conductor de 20 años, Hu Bin, creció como el hijo mimado de una familia de comerciantes con el dinero suficiente para poseer diversos autos y departamentos en las arboladas avenidas de Hangzhou, una de las ciudades más prósperas de China. La víctima, Tan Zhuo, un ingeniero de telecomunicaciones de 25 años, provenía de un pueblo rural donde sus padres desempleados hicieron un sacrificio enorme para mandarlo a estudiar a una universidad de Hangzhou.

"Chicos ricos en autos de carrera de lujo convierten las calles de la ciudad en pistas de Fórmula Uno", declaraba el titular de un tabloide local un día después del accidente, dando inicio a una ola de indignación pública.

En la víspera del primero de octubre, cuando se conmemora el 60 aniversario del gobierno comunista que debía crear una utopía sin clases sociales, en China impera una sensación de ira hacia una nueva élite. La frase en mandarín "fen fu", u odiar a los ricos, ha sido acuñada para capturar el resentimiento del público.

Hace tres décadas, Deng Xiaoping dio inicio al milagro económico chino bajo el eslogan "llegar a ser rico es alcanzar la gloria", aunque le añadió una salvedad: "Dejen que algunas personas se enriquezcan primero".

Las reformas de Deng permitieron que millones de personas salieran de la pobreza, pero si bien China es hoy más pudiente, también está más dividida. Hay una brecha entre las zonas rurales y pobres y las ciudades ricas; entre las áreas más desarrolladas de la costa y las del interior y entre quienes tienen educación y los que no.

Incidentes como el accidente en Hangzhou también dejan al descubierto un malestar igual de profundo: la sensación de que los nuevos ricos, en virtud de su dinero y conexiones políticas, están solidificando su estatus en la sociedad china y bloqueando las aspiraciones de los menos afortunados.

La información ahora circula de manera instantánea entre más de 300 millones de usuarios de Internet y los deslices de los ricos despiertan rápidamente la furia de la población.

La animosidad del público se concentra en los hijos e hijas de la generación de trabajadores que lanzó las reformas de Deng, que liberaron la energía capitalista acumulada. Hu, el corredor de autos, se ha convertido en un símbolo de los "fu er dai", o ricos de segunda generación. Veinteañeros en su mayoría, se percibe que se criaron como "pequeños emperadores" dentro de una burbuja que los protegía del mundo exterior y sujetos a diferentes estándares de justicia que el resto.

El 11 de mayo, el día del funeral de Tan, más de 1.000 personas salieron a la calle en una rara muestra pública de solidaridad. Esa noche, la policía prometió una investigación exhaustiva del accidente y, una semana después, duplicó su cáculo inicial de la velocidad del auto de Bin a 138 kilómetros por hora. La policía también confirmó que el motor del vehículo había sido modificado. Ante la indignación de la población, la familia de Hu decidió compensar a los padres de Tan con unos US$165.000.

Los ánimos volvieron a caldearse en julio cuando Hu fue sentenciado a tres años de prisión, una condena ampliamente percibida como leve. En un giro inesperado, el día de la sentencia Hu lucía más robusto que en las fotos del accidente, lo que generó rumores de que su familia había contratado a un doble, algo que las autoridades niegan rotundamente.

El padre de la víctima, Tan Yue, es uno de los que duda que la persona que está en la cárcel sea en realidad Hu. La familia de Hu, a través de un abogado, rehusó comentar al respecto.

Antes de su muerte, Tan Zhuo era un ejemplo de cómo alguien proveniente de una familia humilde puede prosperar mediante el trabajo arduo y estudio, y conseguir un empleo en una empresa importante.

"Tienes que depender de ti mismo porque no tengo las conexiones ni los recursos para ayudarte", recuerda haberle dicho su padre. "Pero en esta sociedad no necesitas dinero ni estatus social para triunfar. Lo puedes hacer por tu cuenta".

Tan fue reclutado por ECI Telecom Ltd., una firma israelita de telecomunicaciones con operaciones de investigación y desarrollo en la ciudad, y ganaba unos US$14.640, o siete veces el ingreso anual promedio en China. Enviaba dinero a sus padres y pensaba comprarles una casa.

En cambio, Hu, al momento del accidente, era un estudiante de segundo año de educación física en una universidad local. Al parecer, su gran pasión eran los autos y pertenecía a un grupo de jóvenes que hacían carreras con autos deportivos modificados de manera ilegal.

En China, las clases sociales son un concepto que carga con el peso de décadas de conflicto sangriento y turbulencias políticas. El Partido Comunista de China ascendió al poder hace 60 años con la promesa de una utopía trabajadora sin clases.

En 1949, hasta un millón de terratenientes murieron en lo que sería la primera de muchas luchas de clase lideradas por Mao Zedong en su intento por purgar a los capitalistas.

Hoy en día, las campañas de propaganda del gobierno instan a la construcción de una "sociedad armoniosa". Se han prometido miles de millones de dólares para una reforma de salud y educación en un esfuerzo por alcanzar una mayor equidad.

Hasta ahora, la tasa de delincuencia de China es inferior a la de otros países emergentes, como Brasil. Y es un país más estable que India. Pero si no se hace nada, temen algunos, el sentido de impotencia puede pasar de un malestar dirigido contra las autoridades corruptas y los nuevos ricos a quejas más generales sobre todo el régimen.

Después del juicio de Hu, Tan Yue, el padre de la víctima, regresó a su pueblo con un maletín negro que contenía algunos premios académicos de su hijo, su licencia de conducir, la tarjeta que lo acredita como miembro del Partido Comunista y unas pocas fotos. Piensa usar el dinero de la compensación para cambiar de casa y comprar un seguro de salud para él y su esposa. "Ese hijo lo era todo. Ahora, no tenemos nada", dice.