martes, 15 de septiembre de 2009

Los aciertos y errores que ayudaron a contener una debacle financiera


Por David Wessel
(The Wall Street Journal)

Hace apenas un año, la economía global estaba sumida en un pánico financiero de tales dimensiones que, en palabras del propio presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, amenazaba con provocar un descalabro tan grave como la Gran Depresión de los años 30.

En la actualidad, la economía estadounidense dista de ser pujante, el desempleo sigue en niveles altos y la vida de grandes extensiones del sistema financiero aún depende del respirador artificial instalado por el gobierno, pero la recesión global parece cosa del pasado y los analistas debaten el ritmo y la sostenibilidad de la recuperación. Los líderes de la economía mundial respiran con alivio y hablan de las estrategias de retirada.
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El lunes, durante el aniversario del colapso de Lehman Brothers, el presidente estadounidense Barack Obama pronunció un cauto discurso de victoria en Wall Street. El mandatario declaró que lo peor de la crisis quedó atrás y exhortó a los bancos a "controlar su conducta irresponsable". El presidente también pidió a Wall Street que acepte "una auténtica reforma financiera" en lugar de combatirla y advirtió que la Casa Blanca no dará marcha atrás en su campaña para imponer nuevas normas que prevengan otras crisis financieras.

Con un mínimo de retrospectiva, la pregunta obligada es: ¿merecen los gobiernos y los bancos centrales el reconocimiento por prevenir una catástrofe? Un veredicto preliminar de parte de académicos, ejecutivos y personas cercanas al gobierno indica que sí.

Respecto a cuál de la docena de intervenciones extraordinarias (tasas de interés de casi cero, aumento del gasto fiscal, inyección de miles de millones de dólares de los contribuyentes en los bancos, amplias garantías gubernamentales) provocó el mayor impacto, hay menos consenso. "Fue un período de una experimentación enorme", reconoce el economista de la Universidad de Columbia Frederic Mishkin, quien dejó la junta directiva de la Fed en agosto de 2008. "Cuando se hace frente a una crisis de esta magnitud y se tiene la idea de que cada medida adoptada tiene que ser exactamente correcta, no se hace nada", observa.
Los expertos señalan que las medidas más exitosas son las que aprovecharon el crédito y la credibilidad del gobierno estadounidense para reparar mercados e instituciones financieras quebradas y atribuladas.

Estas iniciativas reforzaron la confianza en el sistema financiero antes de que el pánico causara daños irreparables y mantuvieron el flujo de crédito mientras los bancos y el gobierno debatían cómo apuntalar el debilitado capital de las instituciones financieras.

El Departamento del Tesoro, por ejemplo, salió a fines del año pasado a proteger a los fondos de inversión del mercado de dinero de lo que parecía una corrida bancaria del siglo XIX y la Fed pasó por encima de los bancos y los mercados para otorgar crédito a compañías industriales. Posteriormente, la Fed inyectó a la fuerza capital en los bancos y garantizó casi todos los nuevos préstamos bancarios. Luego, para sorpresa de muchos críticos, las "pruebas de resistencia" del Departamento del Tesoro permitieron que los grandes bancos adoptaran medidas cruciales para restablecer su salud.

Una pregunta será debatida por décadas: ¿debieron Bernanke y el ex secretario del Tesoro, Henry Paulson, haber evitado la quiebra de Lehman hace un año? Ambos siguen insistiendo que la firma no tenía ninguna garantía para respaldar un préstamo de la Fed. Sus críticos aseguran que habrían encontrado una forma de salvar el banco de inversión si hubiese existido la voluntad de hacerlo. Por un margen de 3 contra uno, 36 economistas sondeados por The Wall Street Journal rechazan el argumento esgrimido por Bernanke y Paulson de que no contaban con las facultades legales para efectuar un rescate.

El colapso de Lehman coincidió con y contribuyó a un pánico clásico al alentar tal desconfianza entre los bancos que se mostraron renuentes a prestarse incluso entre ellos. En las semanas siguientes, la Fed y el Tesoro se lanzaron al rescate para impedir que el gigante de seguros American International Group Inc. (AIG) corriera la misma suerte de Lehman. Paulson y Bernanke le imploraron al Congreso la aprobación de un paquete de US$700.000 millones que serían usados para comprar los activos tóxicos en poder de los bancos. Los fondos se usaron para inyectar capital en las entidades financieras.

El consenso entre los economistas privados y del gobierno es que, de no mediar estas medidas de emergencia, la recesión hubiera sido más profunda. "Los mercados financieros estuvieron a punto del colapso..." dice Anil Kashyap, economista de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago. "Si hubieran dicho 'liquiden, eliminen los excesos' hubiera sido significativamente peor".

Hay quienes disienten. El economista de la Universidad de Stanford John Taylor dice que Lehman fue una sacudida, claro, pero señala que los mercados financieros no entraron en pánico de inmediato. Fue la respuesta del gobierno, (los dimes y diretes en el Congreso previos a la aprobación de los US$700.000 millones y la retórica apocalíptica de Paulson y Bernanke) la que provocó el pánico, insiste.

Bernanke, por su parte, ridiculiza tales críticas. "Una respuesta internacional vigorosa y sin precedentes... impidió el colapso inminente del sistema financiero global", señaló recientemente. Paulson ha dicho que concuerda.