Por Ezequiel Fernández Moores (La Nación, Buenos Aires)
Barack Obama pujará por Chicago; los poderosos Joao Havelange y Juan Antonio Samaranch, ancianos ex patrones del deporte mundial, recordarán viejos favores a cambio de votos para Río de Janeiro y Madrid, respectivamente, y Tokio insistirá en el filón asiático. Pero la votación de este viernes en Copenhague, entre las cuatro ciudades finalistas que competirán por la sede de los Juegos Olímpicos de 2016, no tendrá esta vez a un conocido miembro de "la gran familia del deporte". Se trata del mexicano Rubén Acosta, que en mayo de 2008, tras 24 años en el cargo, renunció como presidente de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB). Se fue tras ganar unos 30 millones de dólares en concepto de comisiones por contratos de patrocinio y de TV que sólo él podía autorizar.
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Exhibe su amistad con Havelange y Samaranch y disfruta del cargo de "presidente honorario vitalicio" de la FIVB. Su historia interesa no sólo porque desnuda la obscenidad del poder, sino también porque afecta muy de cerca a la Argentina. El hombre que hace hoy siete años denunció a Acosta, Mario Goijman, ex presidente de la ex Federación Argentina de Voleibol (FAV), está arruinado moral y económicamente.
Los 30 millones que Acosta recibió en concepto de comisiones suenan desproporcionados respecto del casi millón de dólares que Goijman perdió a partir de su denuncia: 350.000 para los abogados suizos, 200.000 por más de treinta viajes a Lausana por juicios y audiencias y 250.000 que puso de su bolsillo cuando la organización del Mundial de Argentina 2002 se iba a pique por el estallido de la crisis de 2001, según un préstamo que hizo a la FAV ante escribano y con aprobación de todos los consejeros. Hoy no tiene dinero para pagar deudas ni seguir su demanda. Le remataron el automóvil, ordenaron la liquidación de parte de su casa y no puede salir del país. En julio pasado pensaba viajar a Inglaterra, invitado otra vez a Play the Game, la organización danesa que en 2005, desafiando amenazas judiciales de la FIVB, le dio a Goijman un premio especial por haber denunciado al inescrupuloso señor Acosta. La justicia argentina lo bajó del avión. Goijman siempre creyó que cumpliría las deudas cuando la FIVB le pagara a la FAV la comisión del diez por ciento por haber logrado el contrato de televisación de cuatro millones de dólares del Mundial 2002 con la cadena ESPN. No sabía que el único que podía cobrar esa comisión era Acosta.
Goijman cometió errores en su cruzada. Su estilo personalista, a veces arrogante, conspiró tal vez contra él mismo. Pero el informe oficial de la reunión que el Consejo de Administración de la FIVB celebró en abril pasado en Lausana y que tengo ante mis ojos es revelador: dirigentes que no se atreven a acusar al ex presidente que aplaudían hasta mayo pasado, que temen consecuencias legales y prefieren decir que sólo ahora advierten cómo funcionaba "el sistema Acosta", el mismo que Goijman había denunciado en 2002. "El Sr. (Miroslav) Przedpelsky opinó que debíamos actuar con cautela, ya que los ojos del mundo entero y los medios de comunicación observan a la FIVB y no debemos admitir que cometimos un error en el pasado", dice la página 25 del informe, en la cual, párrafos más abajo, el vicepresidente André Meyer revela ante una pregunta del brasileño Ary Graca que el total de comisiones pagadas por la FIVB supera en realidad los 33 millones de dólares. Se trata del mismo Graca que en 2002 no sólo aplaudió la expulsión de Goijman como miembro de la FIVB, sino también la del peruano Luis Moreno, que era presidente de la Confederación Sudamericana y se negaba a ejecutar la cabeza del argentino. "Fui expulsado en 24 horas porque querían atemorizar al resto", me dice Moreno desde Lima. También avaló la política de la "guillotina" el dominicano Cristóbal Marte Hoffiz, quien sólo ahora parece descubrir que ya en 2004 el COI había advertido que las comisiones cobradas por Acosta violaban los reglamentos olímpicos. La Comisión Etica del COI debió pronunciarse sobre el caso en 2004 por una carta-denuncia que le fue enviada por el propio Goijman. Al COI no le gustó que Acosta extendiera las sanciones a las propias selecciones de la Argentina y que, supuestamente, se quedara con parte del dinero de los Juegos Olímpicos. Pero el abogado de Acosta, Michel Rossinelli, contragolpeó y advirtió que él podía dar más detalles sobre supuestas comisiones que el COI habría pagado entre 1996 y 2002 a una agencia de nombre Meridien. La "familia olímpica" entendió el mensaje y la sangre no llegó al río.
¿Y el nuevo presidente chino Wei Jhizong? ¿No era él secretario legal, primero, y vicepresidente, luego, en los tiempos de Acosta? ¿Y no dijo en mayo pasado en Dubai, cuando asumió en su lugar, que Acosta era "un exitoso líder" y que seguiría su "legado" de "principios democráticos y justos"? Menos de un año después, Wei decide que nadie cobrará comisiones y que ni siquiera le pagará a Acosta los 4,8 millones de dólares que todavía se le deben por contratos ya firmados. Se venderá también el último
Mercedes-Benz que había comprado Acosta. Lo mismo que la mansión suiza de Epalinges, en Lausana, que la FIVB compró en 2001 a pedido de Acosta por 1,2 millones de dólares, sin decirle a la entidad que él ya vivía allí desde 1984, porque era la casa familiar de su esposa, la influyente Malú, actual Consejero Honorario Vitalicio de la FIVB. Acosta envió hace sólo dos semanas cartas a los miembros de la FIVB recordándoles el viejo compromiso y las acompañó de un texto de Havelange, el ex patrón de la FIFA, que lo felicita por sus 24 años de "habilidad, competencia y devoción" en el voleibol mundial. "Escuché muchas historias de corrupción dentro del deporte, pero ésta es una de las más increíbles", me dijo Jan Borgen, director de Transparencia Internacional en Noruega, cuando Goijman expuso sus denuncias en 2005 en Copenhague. Play the Game consultó ese mismo día a una decena de dirigentes del voleibol europeo. Todos avalaron las denuncias, pero se negaron a hablar públicamente. Temieron sumarse al casi centenar de despidos, una lista que incluye a Jean Pierre Seppey. El suizo era el brazo derecho de Acosta. Sabe demasiado. Su juicio contra la FIVB contiene jugosas revelaciones: amantes, cabarets, limusinas, autos lujosos, premios comprados y hasta periodistas pagos.
Acreditado como miembro de la Asociación de Periodistas Olímpicos (OJA), estará este viernes en la votación por la sede de los Juegos de 2016 el dirigente Jean-Marie Weber. El ex director de la quebrada empresa ISL es un viejo conocido de gente como Havelange y Samaranch, dos de los personajes más influyentes en la cita de Copenhague, acaso por encima del propio Obama. En un juicio celebrado en marzo de 2008 en el cantón suizo de Zug, Weber admitió que pagó más de 140 millones de dólares a altos dirigentes del deporte mundial, cuyos nombres se guardó el derecho de no mencionar. Eran "comisiones", dijeron sus abogados. "Sobornos", afirmaron los fiscales.
Dinero como el que durante muchos años recibió Acosta. "Sé que el reglamento de la OJA autoriza al Comité Ejecutivo a ofrecerle ser miembro asociado a cualquier persona cuyo trabajo profesional provoque impacto en el Olimpismo", protestó el periodista alemán Jens Weinreich al presentar su renuncia a la entidad. "¡Oh sí! Las actividades del señor Weber impactaron al deporte olímpico. Weber –completó Weinreich– es el hombre que compró al deporte con grandes valijas repletas de dinero. ¿Realmente él es uno de nosotros?"