jueves, 10 de septiembre de 2009

A un año del estallido de la crisis, la reforma financiera no se concreta


Por David Enrich y Damian Paletta (The Wall Street Journal)

Casi un año después de que la quiebra de Lehman Brothers estremeciera el sistema financiero, el mundo ha cambiado.
La caótica muerte del banco de inversión neoyorquino intensificó la mayor recesión de las economías desarrolladas desde la Gran Depresión de los años 30, pavimentó el camino para una mayor injerencia del gobierno en la economía y sembró dudas en la gente sobre la capacidad de los mercados para autocorregirse.
No obstante, hay cosas muy importantes que el colapso de Lehman no ha cambiado.
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La reforma regulatoria en Estados Unidos que impulsa el Partido Demócrata, por ejemplo, se ha entrampado en medio de las disputas entre diferentes reguladores, la ira de los bancos y la oposición de muchos legisladores que creen que un mayor rol del Estado en la economía sólo creará nuevos problemas. Además, el acalorado debate sobre la reforma de salud ha disminuido el entusiasmo por sacar adelante un proyecto de ley tan complejo.
Mientras tanto, los principales bancos estadounidenses no sólo han vuelto a ser rentables, sino que muestran cierta soberbia. Las ganancias han mejorado, los jugosos paquetes de remuneración están de vuelta, al igual que las apuestas riesgosas.
Las empresas han vuelto a vender productos financieros exóticos parecidos a los que derribaron a los mercados y a la economía mundial a fines del año pasado. Y el apetito por el riesgo ha vuelto a aumentar. Los cinco mayores bancos estadounidenses podrían haber perdido, en conjunto, cerca de US$ 1000 millones al día en el segundo trimestre de 2009 en caso de que sus apuestas hubieran salido mal, un nivel récord.
Ahora, el gobierno estadounidense ha caído en una suerte de limbo regulatorio. El gobierno insiste en que se mantiene fiel a su compromiso de impedir que la historia se repita y ha solicitado nuevas facultades para hacerlo. Si hoy colapsaran los mercados o un banco importante se declarara en bancarrota, tiene pocas alternativas a su disposición, salvo lanzar un nuevo rescate. "No hay un cambio fundamental en la manera en que los bancos son gestionados o regulados", afirma Peter J. Solomon, un ex vicepresidente de Lehman que ahora dirige un banco de inversión en Nueva York. "Lo único es que hay menos bancos".
El equipo económico del gobierno estadounidense no oculta su beneplácito ante la aparente recuperación de los mercados financieros y la economía, pero insiste en que aún siente una necesidad urgente de establecer nuevas reglas de juego. "No nos hacemos ninguna ilusión de que, si no intervenimos, las cosas evolucionarán por su cuenta hacia una normalidad saludable", señala Lawrence Summers, director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca durante una entrevista. "La preocupación... es que la reanudación de la confianza, que es positiva, no desemboque en un regreso de la arrogancia, que sería algo muy negativo".
Las finanzas mundiales han estado en una auténtica montaña rusa desde el 14 de septiembre de 2008, el día que colapsó Lehman. El Promedio Industrial Dow Jones se precipitó de un cierre de 11.422 puntos el 12 de septiembre de 2008 a 6.547 puntos el nueve de marzo de 2009. Más de un centenar de bancos en EE.UU. se han acogido a la ley de protección por bancarrota y Washington ha inyectado más de US$ 200.000 millones en entidades financieras.
En diciembre pasado, el presidente ejecutivo de Bank of America, Kenneth Lewis, le dijo a un grupo de banqueros reunidos en una cena de gala en Nueva York, que esperarán una industria más humilde. "Tenemos un papel secundario en la economía, no uno estelar. Los servicios financieros son un medio, no un fin", aseveró en medio de aplausos. "Eso debería volvernos más humildes".
Desde entonces, el ánimo ha cambiado. El Dow Jones repuntó, algunos de los programas de rescate del gobierno están llegando a su fin y los grandes bancos están devolviendo los fondos que les facilitó el gobierno, lo que les permite zafarse del control de Washington.
Las ganancias de las cinco principales entidades de Wall Street, Bank of America, Citigroup Inc., Goldman Sachs Group Inc., J.P. Morgan Chase & Co. y Morgan Stanley, bordearon los US$ 23.300 millones en el primer semestre. La cifra supera con creces la pérdida de US$ 6700 millones de igual lapso del año previo, aunque está muy por debajo de los US$ 49.800 millones registrados en el primer semestre de 2007, durante el apogeo de Wall Street.
El principal motor de las ganancias de estos bancos sigue siendo sus divisiones de compraventa de activos, que hacen apuestas de corto plazo (a menudo con los propios recursos de las firmas) en acciones, bonos, monedas y otros productos y mercados financieros. Las pérdidas generadas por estas filiales causaron estragos en gigantes de la talla de Merrill Lynch & Co. y Citigroup.
Wall Street ha "retomado lentamente las viejas costumbres", señala Robert Glauber, quien encabezó hasta 2006 la Asociación Nacional de Corredores de Valores, el organismo que supervisa a Wall Street. "Tiene mala memoria".
Tal vez el mejor indicio de la renovada exuberancia de Wall Street es su persistente búsqueda de instrumentos financieros exóticos. El mercado de derivados de crédito, considerado uno de los grandes culpables de la desestabilización de los mercados, sigue siendo inmenso.
El valor nocional de los derivados de crédito circulando en el sistema bancario estadounidense alcanzaba, al 31 de marzo, los US$ 14,6 billones (millones de millones), según la Oficina del Contralor de la Moneda. La cifra representa una caída de 8% respecto de los tres meses anteriores, pero prácticamente triplica los US$ 5,5 billones de hace tres años.
Wall Street defiende el uso de productos complejos. "Un producto estructurado puede ser absolutamente apropiado para el comprador", señala Alex Samuelson, portavoz de Citigroup, una de las entidades que está promocionando nuevas clases de derivados a los inversionistas. "No son intrínsecamente malos", insiste.
Se espera que el gobierno de Barack Obama redoble los esfuerzos para la aprobación de un nuevo marco regulador. Durante una cumbre realizada el pasado fin de semana, los ministros de Finanzas de las principales economías del mundo acordaron establecer estándares de capital más altos para los grandes bancos globales, una vez que se recuperen, lo que los obligaría a ser más conservadores. En el encuentro realizado en Londres, el secretario del Departamento del Tesoro de EE.UU., Timothy Geithner, les dijo a sus colegas: "No podemos dejar que el ímpetu reformador se desvanezca a medida que se alivia la crisis".