viernes, 26 de junio de 2009

Chau, Cascioli

Por O. Bazán (Crítica de la Argentina)

Uno se siente un sonso en momentos así, cuando debería haber agradecido tanto antes. Dos veces nada más vi personalmente a Andrés Cascioli y no se me ocurrió decirle “gracias”. Soy de aquellos que entendió la vida como Humor Registrado la mostró. Me quedaron de aquellas años de lecturas asombradas en el colegio secundario, cierta noción de ética periodística, cierto “de eso se habla”, cierta intención del cuidado del lenguaje, de la apertura de cabeza, de rebeldía, aunque suene ingenuo. Desde Soriano a Cortázar, los conocí por Humor. Supe que era cierto, que quería ser periodista, leyendo a Paredero, a Wargon, a Santiago Varela, a Gloria Guerrero. No sé si está suficientemente escrita aquella época de los peores años de la dictadura. Un grupo tan maravilloso de gente inteligente, divertida, arriesgada. Y la terrible envidia de lo que debe haber sido trabajar en Editorial La Urraca. Nunca pude explicar a quienes no lo vivieron lo que significaba la llegada quincenal de Humor a mi pueblo. Y la emoción de aquella mañana que me llegó en sobre sin identificación, el número prohibido, el de Nicolaides en patineta (cuando lo prohibieron mandé una carta como lector triste y, en un gesto increíble, me la mandaron desde Buenos Aires por correo). Y después, con la multiplicación de las revistas de la editorial supe que había alguien que estaba ayudándome en el descubrimiento del mundo, alcanzándome un mapa de los sitios que era bueno visitar. Pasá por acá, la historieta te espera en Fierro. Vení, ¿querés saber algo de ciencia ficción? Está Péndulo (desde Ballard a Capanna, las notas de Elvio Gandolfo descubriéndome a Stephen King, un cuento inédito de Tolkien). Ey, el rock tiene cosas para decir, hablemos de culturas juveniles, ¡Hurra! (¿cómo podrán los jóvenes de hoy ser jóvenes si no tienen una revista como Hurra?). Fijate, el país y el mundo se pueden ver así, decía El Periodista. Y la picardía de Superhumor y la ternura de Humi. Esos senderos luminosos de nuestra educación sentimental no hubieran existido, o serían claramente diferentes, de no haber existido Editorial La Urraca.

¿Cómo habrá sido toda esa gente junta, cuando afuera pasaba lo que pasaba? ¿Cómo fue que Cascioli los juntó y les dijo “vamos para allá”? Y que fueran. Alan Pauls, Grondona White, Ceo, Viuti. ¿Cuánto daríamos, periodistas de siempre, por vivir una experiencia así? Desparpajo y compromiso, gracia y seriedad, todo junto. Y por sobre todo, el nombre de Andrés Cascioli, que los juntó y les dijo “vamos para allá”. Es tarde, pero quiero decirte gracias.