jueves, 25 de junio de 2009

La Argentina del próximo lunes

Por Guillermo Omar Oliveto, licenciado en administración de empresas, especialista en marketing (La Nación, Buenos Aires)

El final de un mundo no es el final del mundo . (Alain Touraine, Un nuevo paradigma , 2006.)

EL lunes 1° de septiembre de 2008 me encontraba en Montevideo. Había ido para participar como orador en el VI Foro Internacional de Management, Marketing y Negocios. Después de dar mi conferencia, me invitaron a almorzar. No conocía a las personas con las que compartí la mesa, salvo al anfitrión.

Mientras charlábamos amablemente, descubrí poco a poco que ése sería un almuerzo en el que tendría mucho por aprender. Se encontraban, entre otros, un ex presidente de Panamá y el presidente de una importante cámara empresarial brasileña. Lo que más me quedó grabado fue un intercambio con el representante de Brasil.

"He leído que Brasil tiene un proyecto para desarrollar un submarino nuclear, que estaría concluido en el año 2020", comenté, apelando a la curiosidad que me había despertado la noticia.

"No es así -me dijo-. Estará listo en el año 2018."

Apenas dos semanas después "se caía el mundo". Tras el derrumbe de Lehman Brothers, el lunes 15 de septiembre, The Wall Street Journal publicaba: "Estamos felices de informar que el mundo no se acabó ayer, si bien ayer era difícil decirlo". Aún hoy estamos procesando las consecuencias de una serie de hechos que, en efecto dominó, se desencadenaron tras aquel fatídico lunes negro. No fue el Apocalipsis, pero sí el principio del fin de un modelo que reinó sin oposición a la vista durante 20 años.

Hemos vivido nueve meses de locura y pánico. Y seguramente nos quedan todavía por delante varios meses más de fuertes vaivenes. En este tiempo, nuestra emocionalidad globalizada hizo crecer la angustia de un modo inversamente proporcional al derrumbe generalizado de todo. El petróleo, que "irremediablemente" iba a costar 200 dólares el barril, ahora llegaría, también "irremediablemente", a un módico 10% de ese precio, apenas 20 dólares. La conflictiva soja bajaría de 600 dólares la tonelada a un precio igualmente conflictivo, pero ahora por escasez y no por exceso: 200 dólares la tonelada. China ya no sería el nuevo motor del mundo del que tanto se había hablado y era "imposible" que su producto bruto superara en 2009 un exiguo crecimiento del cuatro o cinco por ciento. Los consumidores de los países desarrollados corrieron a cuarteles de invierno y el comercio mundial prácticamente se detuvo. Todos salieron a liquidar sus stocks al precio que fuera. Desde los shoppings de Beverly Hills, con descuentos del 70%, hasta los buques mercantes, que ofrecían cruzar los océanos prácticamente al costo.

En semejante contexto, resultaba muy difícil mantener la perspectiva. Cualquier versión, cualquier análisis, por catastrófico que fuera, podía tener cierto asidero. ¿Cómo pensar cuando el estruendo nos tenía aturdidos y atemorizados?

Ahora que las aguas globales están algo más calmas, aunque lejos de poder cantar victoria, tenemos la posibilidad de recuperar la capacidad reflexiva. Y entonces buscamos respuestas a la pregunta que hoy paga doble en nuestra cercana realidad: ¿qué pasará en la Argentina el 29-J? Si bien las elecciones de medio término han tomado un cariz algo exagerado de "fin del mundo", no puede desconocerse su importancia para el futuro del país. Tal como lo saben todos los candidatos, 2009 ordena la grilla de partida para 2011.

Más allá de las distintas estrategias electorales, el condimento extra de "Gran Cuñado", la aparición de nuevas figuras y la consolidación de otras ya instaladas, no puede analizarse el 29-J concentrándonos únicamente en lo local.

Tal como vaticinó Touraine, aquel final de un mundo no fue el final del mundo. Una nueva configuración global ya está mostrando algunos indicios de sus posibles características. Las preguntas que tenemos que hacernos, de cara al futuro de la Argentina, son: este nuevo mundo que surge, ¿nos conviene? ¿Los candidatos tienen esta visión de mediano plazo? ¿Qué lectura hacen de las oportunidades que tendrá el país que pretenden gobernar a partir de 2011? Los principales analistas económicos coinciden en que se equivocaron: China sí crecerá este año nuevamente, en el orden del 8 o 9%. Su plan de estímulo de 586.000 millones de dólares está resultando efectivo y la velocidad de ejecución, mucho mayor de lo esperado.

El motor chino está poniendo en movimiento a algunos de los tigres asiáticos y, sobre todo, a sus propios consumidores. Parte de ese dinero se está invirtiendo en volver a sus empresas más competitivas y en incrementar los subsidios para investigación y desarrollo. El gobierno les acaba de autorizar una mayor capacidad de inversión fuera del país. Estados Unidos continúa siendo la principal potencia económica mundial, y lo será por años, pero mientras prevé tener en 2009 un déficit de 1,75 billones de dólares, los chinos tienen reservas por más de 2,3 billones de dólares. La mitad, en bonos del Tesoro norteamericano. No fue nada casual que las dos figuras estelares de la última reunión del G-20 hayan sido Barack Obama y Hu Jintao. Ni que su buena sintonía haya transformado la cumbre en un éxito que cambió el humor de los mercados financieros.

Despejada un poco la bruma, se pudo volver a ver que los chinos eran 1300 millones y que no habían dejado de serlo por Lehman Brothers. En 1985, comían 20 kilos de carne per cápita. Hoy consumen 50. Fundamentalmente, carne de cerdo y de pollo. Para producirlos se requieren, naturalmente, granos. Si repasamos el quinquenio 2003-2008, Estados Unidos creció un 15%; Europa, un 11%, y Japón, un 11%. China, en cambio, creció un 64%; India, un 52%; Rusia, un 41%; América latina, un 29%; Brasil, un 26%; Chile, un 26%; Perú, un 45%, y la Argentina, un 62%.

Mientras el mundo está todavía revuelto, algunos van tomando posición. Entre ellos, Brasil. El gobierno de Lula acaba de firmar sendos acuerdos con China y con Turquía, en pos de alcanzar lo antes posible uno de sus grandes objetivos de mediano plazo: transformarse en una potencia petrolera. Algo para lo que, obviamente, requerirán los submarinos nucleares de los que hablamos en aquel almuerzo. "Es que hay que cuidar lo que se tiene", me comentaban. Como se ve, China sigue explorando alianzas con países que le puedan proveer en el futuro alimentos y energía.

George Soros, uno de los pocos que pronosticaron la explosión de la burbuja financiera, cree en los "brotes verdes" que Obama y Bernanke ven en la economía de Estados Unidos. Dijo recientemente: "Los programas de estímulo están empezando a tener efecto; la caída libre de la economía ha sido detenida y el colapso financiero, evitado". El petróleo no vale 20 dólares: está alrededor de los 70. La soja no vale 200 dólares: ya superó la barrera de los 450.

En el nivel global, vamos camino a un nuevo mundo, más equilibrado. Tanto en el poder de sus grandes actores como en el balance de la economía real y la financiera y en los valores de su sociedad. En el corto plazo, con un ritmo de crecimiento más lento. Pero, dado que el mayor empuje lo van a poner los países emergentes, si algo va a hacer falta es lo que América latina tiene para ofrecer: alimentos, minerales, energía y talento. La Argentina queda en América latina.

La sociedad se divierte con "Gran Cuñado" y con el retorno del humor político a la televisión. Pero sus demandas son mucho más profundas. Sabe y registra que entre 2002 y 2008 el desempleo bajó de 25 puntos a ocho, que el mercado de consumo interno creció el 50% medido en cantidades y el 280% medido en dólares, que en el Banco Central hay reservas que antes no había y que se hizo una buena renegociación de la deuda externa (pasó de ser el 112% del PBI al 39%). Reconoce que el país no es aquel que estaba en llamas. Pero, naturalmente, no se conforma con eso. Quiere más.

Hoy reclama mantener los logros del crecimiento poscrisis, en un entorno donde haya autoridad sin autoritarismo. Orden y planificación, pero con garantía de ejecución. Claridad y rumbo combinados con la necesaria flexibilidad para adaptarse a la volatilidad del contexto. Consenso y diálogo, sin que eso implique perder gobernabilidad. Ni "relaciones carnales" ni peleados con todos. Ni apertura indiscriminada ni aislamiento. Desean un liderazgo con firmeza y convicción, acompañadas por el tono adecuado en cada momento y lugar (lo cortés no quita lo valiente). Igual que en el resto del mundo, también los valores de la sociedad argentina, que ya experimentó durante los últimos 20 años los extremos, convergen hoy hacia el centro. Los ciudadanos buscan un equilibrio que aporte previsibilidad en un entorno imprevisible y que brinde, así, un poco de calma. Sin saberlo, muchas de sus ilusiones se reflejan en el espejo del Brasil de Lula. Al igual que aquel empresario con el que almorcé, les gustaría poder decir que, por la ambición de desarrollo y el nivel de planificación de nuestro país, no nos da lo mismo 2020 que 2018. El sentimiento está latente. Aquel candidato que lo sepa estimular tendrá parte del camino allanado hacia 2011.

¿Qué viene, entonces, después del lunes próximo? Una oportunidad extraordinaria, que nuestro país no puede ni debe dejar pasar.