domingo, 28 de junio de 2009

Todavía nos deben la democracia

Por Damián Glanz (Crítica de la Argentina)

Francisco de Narváez está afiliado al partido que preside su adversario Néstor Kirchner. El diputado de Unión PRO es candidato por un sello electoral que creó para poder enfrentar al PJ. El cuarto oscuro de hoy estará repleto de partidos creados, alquilados o comprados para postular al protagonista de algún éxito del marketing político. El socio de De Narváez, Felipe Solá, también peronista, comparte bloque parlamentario con el mendocino Enrique Thomas, un justicialista que responde a Julio Cobos. El vicepresidente, integrante del gobierno nacional, lidera la campaña opositora del radicalismo unificado de Mendoza, que lleva como primer candidato al presidente del bloque de la UCR, el senador Ernesto Sanz. Los radicales, junto a los socialistas y la Coalición Cívica, formalizaron este año el Acuerdo Cívico y Social, la fuerza con la que compiten en casi todo el país contra el kirchnerismo. En la provincia de Buenos Aires se enfrentan también a los peronistas cercanos a Cobos.

En Santa Fe, el ACyS lo lidera el socialismo. Pero el PS quedó fuera del armado de la ciudad de Buenos Aires y en la provincia es un apéndice del kirchnerismo. En Córdoba, Elisa Carrió –líder del Acuerdo– respalda a Luis Juez, adversario de Ramón Mestre, de la UCR.

En esa provincia, como en Santa Fe, y en casi todos los distritos, los kirchneristas se enfrentan a recientes ex kirchneristas o a viejos peronistas disidentes. Pero todos dicen ser justicialistas. Como los peronistas de Mauricio Macri, como el propio De Narváez. Como aquel sector del electorado al que pretende captar Carrió.

¿Cómo es posible que los aliados de aquí sean adversarios más allá? ¿Las ideas mutan con los saltos de las tranqueras que dividen las provincias? ¿Acaso tienen ideas?

La convicción ideológica y el proyecto de país perdieron –como nunca antes– la disputa que les libraron el marketing electoral y las encuestas. Esta democracia sin partidos políticos se convirtió en el deporte bienal de encestar el voto en una urna.

Esta noche habrá candidatos ganadores y otros perdedores. Pero los partidos políticos, y la democracia, habrán sido todos derrotados.