martes, 28 de julio de 2009

El siglo de la mujer



Por Rolando Hanglin
(La Nación, Buenos Aires)


Adriana Noreño es una colombiana de 41 años que se desempeña como directora general de Google para Argentina, y Colombia. Tiene un marido venezolano de 49 años que vive en San Pablo, Brasil,con la hijita de ambos. Adriana se toma un avión todos los viernes para pasar el fin de semana con su hija y su marido. Aquí en Buenos Aires vive su existencia de ejecutiva y maratonista. Porque ese es su hobbie: corre hasta 30 kilómetros, y tanto su dieta como su entrenamiento semanal se adecuan a ese fin. Es lo que se dice una mujer moderna e independiente, propia del siglo: todas las noches ve a su hijita mediante el Talk Video, que sabe Dios lo que es.
Adriana es lo que soñaban las feministas de 1960. Pero, ¿es ella el prototipo de la mujer de hoy?
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En la tele y en las revistas vemos otra cosa.
Las feministas de los 60 dieron una gran batalla. Entre otras cosas se quitaron el corpiño y lo tiraron al diablo: era un corsé para esclavas, una armadura castradora, que impedía la libertad y la realidad de los pechos femeninos. Y se quitaron el corpiño subidas a los hombros de sus compañeros, que avalaban esa liberación. Se hablaba del Women´s Lib y del topless o braless . La mujer no se avergonzaba de ser mujer ni aprisionaba su cuerpo con cintas y arneses. Esas feministas fueron las primeras en retozar al sol con los pechos desnudos, motivo por el cual eran detenidas por la policía una y otra vez. Se lo bancaron. Sabían -y saben- que en la mujer la ropa es un lenguaje, y querían otro lenguaje para hablar con el hombre. Eran los años de la opera Hair, del festival de Woodstock, de la "V" de la paz, del Make Love Not War (Haz el amor no la guerra) y en toda esa movida, desde San Francisco a París, pasando por Londres y Berlín, se destacaban heroínas como Yoko Ono, la joven Hillary Clinton, la mulata de melena afro Angela Davis. Dueñas de su cuerpo y sus ideas.
La utopía de aquellas feministas generó una nueva hornada de mujeres que hoy tienen la edad de Adriana Noreño. Son las madrileñas, parisinas, neoyorkinas, en fin, habitantes del primer mundo, que han adoptado una actitud antipática hacia el hombre, pero digna y exigente. No aceptan que les cedamos el asiento. Rechazan indignadas cualquier piropo o mirada insinuante. No quieren nuestros regalos ni nuestro dinero. Son madres pero sin sobreactuar. Se enamoran pero sin mistificar al varón. El macho no es un héroe salvador, es simplemente un par. Un compañero. Un competidor. ¡Y debe actualizar sus actitudes prehistóricas!
Está muy bien, o tal vez no tan bien, pero debe aceptarse como señal de un nuevo tiempo.
Si miramos a nuestro alrededor, en la Argentina o en Italia (que en muchos aspectos es nuestra verdadera Madre Patria) vemos otro perfil de mujer.
En Italia, las "bellinas" (linditas) que integran alegremente la troupe de la TV y se muestran, provocativas, en las tapas de las revistas. En este preciso instante son protagonistas colectivas del escándalo Silvio Berlusconi. Y digo colectivas porque es así, en grupos de 20 o 30 o 40, que saltan sobre el lecho de don Silvio o "il lettone de Putin" (la gran cama del líder ruso) y otros mil lechos, para participar en partouzes que son, justamente, colectivas. Y no en uso de su libertad y soberanía corporal, como en aquellos Love in o Bed in de los 60, sino para ganar unos euros.
Este es el panorama que nos retrata abiertamente Patrizia D´ Addario, que hizo de todo a cambio de un Hotel Residencial que Il Cavaliere le había prometido (esto es: el lote, los ladrillos, la habilitación municipal del ente de turismo, el trabajo de los obreros, la pintura, los muebles,en fin, todo) sin cumplir después, razón por la cual Patrizia decidió tomar venganza y para eso recurrió a unas grabaciones indiscretas que había realizado en Villa Certosa, la casa de descanso del Cavaliere. Tal vez anticipando que el hombre prometía más de lo que estaba dispuesto a dar. En estos relatos que divierten o escandalizan a medio mundo, se habla de chicas que hacen el amor entre ellas a cambio de un "regallino" de 5000 euros, en el decurso de un trío privado, y otras mil formas exquisitas de la prostitución.
Bajemos ahora a la Argentina. En la tele y los medios gráficos se habla de las "mediáticas" o las "vedettongas". Ellas no bailan ni cantan, sólo están en los medios mostrándose y hablando. ¿Tema de conversación? "Fulana es gato, Mengana hace miau, yo no soy gato, la que cobra es Zutana, y algunas cobran hasta 10.000 dólares por un fin de semana, pero yo no, ella sí, ella usa rodilleras de arquero porque su especialidad es...". El lector conoce a los personajes y conoce el tema. Lo que los periodistas preguntan a estas chicas es: ¿Tuviste experiencias con otras mujeres? ¿Te atrae el sexo grupal? ¿Te han hecho propuestas indecentes por dinero?¿Tenés fantasías con dos hombres a la vez? ¿Te excita la idea de hacerlo por plata? ¿Sos buena "pet ..."?
Se habla de las "botineras", a saber: unas muchachas espectaculares que especulan con enamorar a un futbolista de los que juegan en Europa, y así obtener una jubilación de privilegio. Flota en el aire la idea de la prostitución. Encubierta o sin cubrir. Cambiar sexo por plata. ¿Será esto la perversión "neoliberal"?
Porque cuando los viejos hippies incendiábamos corpiños y jugábamos en los charcos de Woodstock (o en el Velódromo frente a Los Gatos y Almendra) intentábamos decir otra cosa. Ha habido un gigantesco malentendido. Gritamos "sexo libre" (de lo que ya estamos arrepentidos, nos conformamos con ver el Canal Venus) y alguien oyó "sexo pago". La mujer de nuestros sueños era libre, noble, recta, honrada, una compañera... pero en fin. Este discurso es antiguo.
No estamos en los 60. ¡Si lo sabré yo! Entre otras cosas, las chicas han vuelto a ponerse el corpiño. Y más aún: debajo de la piel llevan otro corpiño, adicional, hecho de siliconas.