Fue una suerte de carnaval: el 29 de junio –un día antes de que venciera el plazo para que las tropas estadounidenses se retiraran de las ciudades iraquíes luego de invadirlas y ocuparlas durante seis años y tres meses– la gente llenó las calles de Bagdad, bailó, se oyeron gritos de alegría, música de cuernos, aplausos a los vehículos del ejército y la policía locales que pasaban adornados con cintas, globos, flores de plástico y las nuevas banderas del país (The Wa-shington Post, 30-6-09). El primer ministro, Nouri al-Maliki, declaró el 30 de junio Día de la Soberanía Nacional y no ocultaba su entusiasmo por lo que calificó de “gran victoria”. Una victoria muy curiosa: el mismo 30, un atentado terrorista causó la muerte de 34 civiles en Kirkuk, y un ataque de la insurgencia, la de cuatro militares norteamericanos en el sur de la capital.
Se ignora además el sentido que la Casa Blanca y el Pentágono dan a la maniobra de una retirada militar. En cualquier caso, ésta es muy rara: miles de efectivos de EE.UU. seguirán estacionados en Basora, Bagdad y Mosul, aunque de manera más discreta, y otros rodearán a las dos últimas. El caso de Bagdad es especial: para que 3000 soldados estadounidenses sigan apostados en la base Falcon, ubicada claramente en la capital, los comandantes decidieron que está fuera de sus límites (The Christian Science Monitor, 19-5-09). El plano de la ciudad no se dio por enterado.
La fecha del término completo de la retirada es diciembre del 2011: así se establece en el acuerdo EE.UU./Irak sobre el estatuto de las tropas invasoras (SOFA, por sus siglas en inglés). Quién sabe: el general Ray Odierno, comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak, señaló que los militares ocupantes son hoy 131.000 y se reducirán a 120.000 en diciembre de este año, “pero esto puede cambiar, porque dispongo de cierta flexibilidad según cómo vayan las cosas sobre el terreno” (www.stripes.com, 1-7-09). Con razón el ministro del Interior iraquí Jawad al-Bolani no comparte el optimismo de su jefe Maliki: “El 30 de junio no es un hito histórico que los filósofos de la política puedan celebrar, es el comienzo de un capítulo muy incierto del autogobierno y la democracia de Irak”.
La retirada del país es, por ahora, un hecho nominal. La salida de las ciudades –incompleta– es un gesto de Washington destinado a dar la imagen de que muy pronto no habrá tropas ocupantes, pero el general Odierno informó que 50.000 soldados se quedarán hasta septiembre del 2010 (AP, 18-6-09). EE.UU. necesita tranquilizar a los iraquíes: según las encuestas más recientes, el 73 por ciento de la población quiere a todos fuera (Irak Index, Brookings Instituton, julio de 2009). Sólo que los términos del SOFA son tan maleables que nadie puede asegurar que el 31 de diciembre del 2011 será para Irak un día vacío de soldados extranjeros.
Bagdad ha dispuesto que el 30 de julio próximo se realice un plebiscito sobre el SOFA que, en caso de contar con una aprobación mayoritaria, legitimaría la prolongada presencia de fuerzas ocupantes ya prevista. Si fuera rechazado, esas fuerzas se verían obligadas a abandonar Irak de inmediato y el gobierno de Obama está maniobrando para que el referéndum no se lleve a cabo, una postura que contradice su declarada voluntad democrática (The New York Times, 10-6-09). El gobierno iraquí insiste en su celebración y ha destinado para ello una partida de 99 millones de dólares, aunque hay presiones para que el gabinete lo aplace.
Por lo demás, las fuerzas estadounidenses han entregado a Irak más de 60 bases urbanas, pero están ampliando otras en zonas rurales y construyendo nuevas para albergar a los soldados que se desplazan de las ciudades (Army Times, 22-6-09). La única novedad introducida por esta retirada es que los efectivos duermen en las afueras y a la mañana regresan a las calles de Bagdad o de Mosul. Casi una práctica de oficina.
Un vacío notable del SOFA es que no contempla la situación y el porvenir de un verdadero ejército privado: al 11 de marzo de este año había 132.610 “contratados” en Irak, según el informe más reciente del Pentágono (www.acq.osd.mil/log, mayo 2009). Ganan de 20 a 30 mil dólares mensuales, van armados, combaten, ametrallan vehículos civiles y a civiles, gozan de amplia impunidad, se encargan de tareas peligrosas y sufren más bajas que el ejército estadounidense.
La relación entre el número de militares y el de mercenarios fue respectivamente de 60 a 1 en la primera Guerra del Golfo. En Irak es prácticamente de 1 a 1, aunque sería mucho mayor de acuerdo con las estadísticas que dio a conocer Gary J. Motsek, subsecretario asistente del Ministerio de Defensa (www.tru thout.org, 5-6-09): con Obama de comandante supremo de las fuerzas armadas, la cantidad de “contratados” aumentó un 23 por ciento en el segundo trimestre de este año. ¿Será ésa una manera de combatir el desempleo, como prometió en su campaña electoral?