sábado, 25 de julio de 2009

Marcha atrás de Obama en una polémica sobre el racismo


Por Silvia Pisani, corresponsal
(La Nación, Buenos Aires)

WASHINGTON.- Lo bueno que tiene Barack Obama es que, cuando comete un error, no tarda mucho en reconocerlo, pedir perdón y, de paso, tratar de aprender algo.

Le acaba de ocurrir, nada menos, con un tema de racismo en el que, abiertamente, tomó partido por un prestigioso profesor negro y calificó de "estúpidos" a los policías que lo habían detenido. E hizo todo eso tras admitir que "no conocía bien los hechos" que lo habían llevado a pronunciarse de ese modo.

Eso ocurrió el miércoles último y, desde entonces, este país -acuciado por la crisis y en plena recesión- habla de racismo. Y de si el mandatario estuvo bien o mal.
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Es la primera vez en seis meses de presidencia que Obama queda atrapado en una cuestión de esa índole. Y la señal de alarma pareció surgir cuando, tras dos días de controversia, los sondeos oficiales ayer saltaron por el techo para censurar a Obama. "La suya fue una reacción emocional, impropia de un presidente", fue la crítica generalizada.
Tras ella subyacía la convicción de que el presidente, que ha relatado alguna vez las humillaciones que sufrió por no ser blanco, había caído preso de la emoción, reaccionado y tomado partido por solidaridad de raza y de experiencias vitales con un profesor negro detenido bruscamente por la policía. Y no por una evaluación desapasionada de la labor policial en el episodio de marras.
Tal fue la alarma por la forma en que creció el escándalo que Obama apareció de modo imprevisto en una conferencia de prensa de su vocero y, con palabras sencillas, se retractó primero y se disculpó luego por su comportamiento.
"Podría haber calibrado esas palabras de distinta manera", admitió, en referencia al uso de "estúpida" para juzgar la labor del policía de Cambridge James Crowley.
Ese agente fue el encargado de detener al profesor de Harvard Henry Louis Gates cuando éste trataba de entrar en su propia casa, cerca de la universidad, hace diez días, por la única razón de que una vecina dijo que le había parecido ver a alguien "robando" en la casa.
"Esta controversia ha estado escalando y yo, obviamente, ayudé a hacerla escalar", dijo Obama al disculparse. "Quiero aclarar que con mi elección de palabras lamentablemente di la impresión de estar injuriando al Departamento de Policía de Cambridge y en concreto al sargento Crowley. Y podría haber calibrado esas palabras de distinta manera", reflexionó el mandatario.
Y, en una línea muy de su estilo, intentó luego distender la situación al decir que había invitado al policía y al profesor a tomar "una cerveza, aquí, en la Casa Blanca".
"Creo que las dos personas involucradas en esto son buenas personas", dijo Obama, tras comentar que había llamado por teléfono a ambos, al policía blanco y al académico negro, que, por cierto, integra el claustro de Harvard, donde imparte clases sobre cuestiones afroamericanas.
Presión
Hay aquí quien cree que el presidente actuó movido por la presión de un escándalo en el que aparecía como fogonero y que, ayer, alcanzó mucho voltaje. Sobre todo, cuando los sondeos informales empezaron a mostrar censura a la actitud de Obama.
Todo empezó el miércoles último cuando, en conferencia de prensa, Obama dijo que la policía de Cambridge, Massachusetts, "actuó de manera estúpida" al arrestar por alteración del orden público a Gates, amigo suyo.
Desde entonces, la cuestión fue creciendo. Ayer, antes de la aparición de Obama, policías de diferentes razas apoyaron a Crowley y pidieron que Obama y el gobernador de ese estado, Deval Patrick, se disculparan por sus comentarios sobre el caso, que consideraron insultantes. Patrick, que también es negro, había dicho que el arresto de Gates es "la pesadilla de todo hombre negro".
"Las palabras del presidente Obama fueron erradas", dijo el presidente de la Asociación de Oficiales Superiores de la Policía de Cambridge, Dennis O´Connor. "Lamentamos profundamente que se piense que el arresto fue motivado por cuestiones raciales", añadió.
El sargento Leon Lashley, un oficial negro que estuvo con Crowley durante el arresto de Gates, dijo que "apoyaba en todo" la labor de su compañero.
Gates explicó que había tenido que forzar la puerta de su casa porque se trabó la llave. Fue entonces cuando una vecina lo vio, pensó que quería robar y alertó a la policía, que procedió a detenerlo.
Gates, de 58 años, asegura que entregó sus documentos de identidad cuando se los pidieron y que Crowley lo arrestó cuando él le reclamó su nombre y número de placa.
"Estoy feliz de que el presidente haya dicho lo que dijo y que esto se haya aclarado", comentó ayer a LA NACION un veterano periodista del diario The Washington Post . La impresión es que el episodio no ha ayudado mucho a la imagen de Obama, de quien se suelen elogiar la serenidad y la capacidad para mantener la calma.