Por Jorge Lanata (
Perfil, Buenos Aires)
La corrupción es como el aire acondicionado: sólo advertimos el ruido cuando empieza, luego nos acostumbramos a él. La corrupción es, en realidad, la línea de tolerancia de una enfermedad humana imposible de erradicar. Por eso crece y se expande en la impunidad: crece cuando dejamos de considerarla como tal. Cuando quien roba lo hace para “la Corona”, el robo encuentra su justificativo. Cuando alguien roba moderadamente en el país de las exageraciones, el robo ya no parece lo que es. El “roban pero hacen” es el mejor ejemplo de esa condena: el esclavo explicando sus grilletes.
[+/-]Días atrás, en pleno escándalo por la declaración jurada de los presidentes, casi llegaron a expresarlo así en un patético programa de Canal 5,6,7: les faltó decir “roban pero lo declaran”. La Presidenta formal y el presidente en retiro expectante presentaron, en el límite de vencimiento del plazo legal, una declaración de bienes más parecida a la confesión de un testigo protegido que a una exigencia del cargo.
¿No hay contadores en Santa Cruz? ¿No tenían a mano una calculadora? Nada de eso: saben que esas cuentas serán discutidas en Comodoro Py, y entonces no se tratará de matemáticas sino de física: presión aplicada a un juez. Las causas por enriquecimiento ilícito K que tramitaron ante Ercolini y Canicoba Corral ya tuvieron un final feliz; la que investiga la compra irregular de terrenos en El Calafate está bajo la órbita de una sobrina presidencial, la fiscal Romina Mercado, en el expediente: “El Estado Argentino contra el tío y la tía”. No importa tanto, entonces, que no les den las cuentas. La hija de Alicia Kirchner y Armando “Bombón” Mercado es, además, juez y parte: recibió 10.060 metros cuadrados de tierras fiscales subvaluadas con destino a una chacra.
El escándalo de las tierras fue publicado por primera vez en PERFIL el 17 de diciembre de 2006, con facsímiles de gran parte de las escrituras y los decretos autorizando las operaciones: pocas horas después manteníamos en Radio del Plata un diálogo insólito con el intendente Néstor Méndez:
—Usted me pregunta eso porque usted es opositor –me dijo Méndez, exaltado, por teléfono.
—También yo le podría decir que acá de usted se dice que es homosexual –atacó.
—Sí, Méndez. Yo soy homosexual –le dije entre risas–. ¡Ahora explíquenos usted por qué es chorro!
Al ex chofer del Hospital Distrital Formenti, tres veces reelecto como intendente de El Calafate, aquella nota le costó su cuarta reelección y un operístico reto de Cristina. Pero nada del fondo cambió: las tierras compradas a 7,50 pesos fueron vendidas a 120 pesos. Así los presidentes, por ejemplo, pudieron vender un terreno adquirido en 50 mil dólares a Cencosud, la empresa de los supermercados Fisco, en dos millones y medio de dólares.
¿Y si Néstor es Henry Ford redivivo? –preguntará Página/12. ¿Y si su habilidad para los negocios es tal que no sólo amasó su fortuna ejecutando hipotecas de viejitos desvalidos sino también previendo las fluctuaciones del mercado inmobiliario? El problema es que se violaron las ordenanzas vigentes, en todos los casos: las tierras fueron entregadas sin proceso de licitación alguno, en superficies que triplican la extensión que se entrega a vecinos comunes y tres mil pedidos de ciudadanos quedaron pendientes de aprobación municipal.
El patrimonio del matrimonio pasó, en un año, de 18 millones a 46, elevándose un 158,2%, triplicaron sus depósitos bancarios y crearon dos empresas hoteleras que, según la declaración, logran ingresos con ocupación plena durante todo el año y turistas que comen dos desayunos y gastan fortunas en room service. Eso sí, los K no pasarían el Juego de los Matrimonios: para la declaración de Cristina, el 45% de Hotesur vale 371.232 pesos, pero para Néstor, el mismo 45% de la misma Hotesur vale 1.941.632, cinco veces más.
Por impunidad, error, trampas del inconsciente o exceso de confianza, los Kirchner confesaron un delito. ¿Será posible que ningún juez quiera escucharlo?