sábado, 18 de julio de 2009

París era una fiesta y un problema de familia

Por Mario Diament (La Nación, Buenos Aires)

MIAMI.- Tal vez esta historia debería comenzar por la moraleja: "Nunca dejes una autobiografía incompleta si quienes te sobreviven son tus ex esposas".

Ernest Hemingway tuvo ese infausto destino; de ahí que su obra no termine de hallar reposo. Cuando se suicidó, en 1961, Hemingway dejó incompleto un manuscrito donde relataba su vida en París en los años 20, tiempo mítico y romántico, cuando era imposible caminar una cuadra sin chocarse con algún escritor famoso.
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Allí estaban F. Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, James Joyce, John Dos Passos y Ezra Pound, en los cafés del Barrio Latino, leyendo borradores y disfrutando de la juventud y la aventura de vivir.

El texto póstumo que Mary Hemingway, última esposa del escritor, encontró no tenía título ni introducción ni final. Su título provisional era El ojo temprano y el oído (Cómo era París en esos días), no demasiado inspirado, a decir verdad.

Relataba, básicamente, las correrías de Hemingway con su primera esposa, Hadley Richardson, el amor juvenil, el vino, el éxtasis y, finalmente, la ruptura, que sobrevino cuando Pauline Pfeiffer, una millonaria que escribía para Vogue y Vanity Fair, se hizo amiga de la pareja y terminó convertida en la segunda esposa de Hemingway.

Mary Hemingway corrigió, organizó y reordenó el texto y el libro fue publicado en 1964 con el título de A Moveable Feast. En español se lo llamó París era un fiesta. Muchos críticos lo consideran como uno de los textos más logrados de Hemingway, junto con sus cuentos cortos, su novela Adiós a las armas y el relato El viejo y el mar.

Mary Hemingway aseguró que no cambió una palabra del original, si bien cortó y reordenó muchas secciones, pero es evidente que sus simpatías estaban más con la primera esposa del escritor que con la segunda. El resultado final puede interpretarse como una oda al amor de Hemingway por Hadley y su resentimiento con Pauline, quien es presentada como una manipuladora desalmada.

Pero, al parecer, la generosidad de Mary Hemingway no fue tan lejos, puesto que, al mismo tiempo, eliminó un largo panegírico de Hemingway a Hadley, pensando, tal vez, que cuestionaba su propio papel en la vida del escritor.

En medio de las andanzas de este trío sentimental, emerge el París de la primera posguerra, con sus bulevares arbolados, sus librerías y sus restaurantes, y retratos muchas veces crueles de F. Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, de Gertrude Stein o de Ford Maddox Ford.

Hemingway tuvo un hijo con Hadley, John, y dos hijos con Pauline, Patrick y Gregory. De todos ellos, el único con vida es Patrick, quien tiene en la actualidad 81 años y es quien posee los derechos sobre la obra de Hemingway.

Patrick reconoce que nunca se sintió demasiado cómodo con la imagen de su madre, que surgía de las páginas de París era una fiesta y que sus propios recuerdos evocan momentos muy felices, de modo que cuando su sobrino Sean le sugirió la posibilidad de revisar los originales para averiguar si no existía en ellos una versión más positiva de su abuela, Patrick aceptó entusiasmado.

El resultado es una nueva edición restaurada, en la que las referencias negativas a Pauline han sido atemperadas y otros breves capítulos se agregaron, al tiempo que también se alteró parcialmente la organización del libro, que ahora consta de los 19 capítulos que son los que Hemingway deseaba incluir, en el orden que él les dio, y otros 10, agrupados en una sección llamada "Bocetos parisinos adicionales".

Tal vez lo más valioso que aporta esta restauración sea el párrafo final, donde el escritor, asfixiado por la depresión que lo llevaría al suicidio, y bajo los efectos de las sesiones de electroshock, concluye diciendo: "Hay cobertizos o sitios de almacenaje donde uno puede dejar o guardar ciertas cosas, como un armario o un bolso, y este libro contiene material de esos cobertizos de mi memoria y de mi corazón, aun si la primera ha sido alterada y el otro ya no existe".

Es de esperar que después de esta edición, Hemingway encuentre su paz. Tanta actividad literaria es demasiado fatigante para un hombre muerto hace 48 años.