miércoles, 1 de julio de 2009

Ante los problemas, Kirchner echa mano al factor Scioli

Por Eduardo Anguita (Buenos Aires Económico)

Néstor Kirchner demoró más en salir al ruedo en el Hotel Panamericano, una vez conocida la derrota del Frente Justicialista para la Victoria en la provincia de Buenos Aires, que en tomar la primera decisión de peso a partir del retroceso político de la fuerza política que lideró durante años: dio un paso al costado en el justicialismo. Es curioso: Kirchner pasó todo su mandato relativizando el valor de las estructuras partidarias, no sólo porque estaban copadas por sus adversarios, con el liderazgo de Eduardo Duhalde, sino porque el mismo Kirchner solía repetir que del proceso emergente después de 2001 debía surgir un nuevo espacio político popular. Pero, una vez que Cristina Fernández asumió la presidencia, él se empeñó en rearmar la conducción justicialista. Uno que integró esa primera conducción fue Alberto Fernández, que dejó el gobierno pero no se sumó a espacios opositores. Felipe Solá, en cambio, saltó para ser la figura peronista central en el espacio PRO. Otros, como los gobernadores Carlos Reutemann y Mario Das Neves, aun antes de estas elecciones legislativas, no ocultaron su interés por lanzarse a la carrera presidencial en 2011.
Si a este panorama turbulento, se le agrega el juego doble de muchos intendentes que aceptaron las candidaturas testimoniales pero no jugaron a fondo con Kirchner como cabeza de diputados, se entiende que dejar o no dejar la presidencia partidaria no es un acto pour la gallerie.

EL FACTOR SCIOLI. Es la segunda vez en tres meses que Kirchner recurre a Scioli para decisiones trascendentes con un anuncio público en el que no queda claro si el gobernador bonaerense es o no tomado por sorpresa. La primera vez fue cuando decidió las listas testimoniales y lo colocó como co-equiper. Esta es la segunda. En la entrevista grabada en la Quinta de Olivos –que tuvo como único bastonero al gerente periodístico de la agencia Télam, Jorge García, sin preguntas periodísticas punzantes–, Kirchner estuvo acompañado por Scioli y por Alberto Balestrini, presidente del PJ bonaerense. La falta de una entrevista a fondo no permite conocer los motivos, si fue consensuada previamente con otros referentes o cuánto jugó la deslealtad de ciertos referentes peronistas del conurbano que lograron más votos en sus distritos. Un caso concreto es el de Malena Massa, cabeza de concejales en Tigre, con un resultado a favor significativamente mayor que el de Kirchner en ese distrito. No es un secreto el disgusto que tenía Kircher con Sergio Massa, marido de Malena y jefe de Gabinete.
Pero, más allá del interés periodístico –y del público– por escarbar más en cómo fue la trama de esta renuncia, hay que destacar que haber delegado la cabeza del PJ en Scioli no es sólo respetar una formalidad estatutaria. De algún modo, así como el gobernador bonaerense lo acompañó con entusiasmo –y aportando un caudal político propio–, ante la estocada del domingo 28, Kirchner se cargó la responsabilidad y con este gesto intenta dejarle el camino libre a Scioli.
Y el gobernador parece haber reaccionado con la velocidad y la potencia de sus épocas deportivas. Aclaró –para no dejar dudas– que no asumirá la banca de diputado en diciembre y se concentrará en la gobernación. Además, se comunicó con Francisco De Narváez, ganador en la provincia y afiliado justicialista, para transmitirle una felicitación por su victoria. En un momento de aguas tormentosas y de futuros inciertos, el estilo respetuoso y no confrontativo de Scioli ya le trajo el primer respiro importante: Carlos Reutemann, de inmediato, se mostró satisfecho: "tiene buena relación con todos, tuvo siempre voluntad de dialogar y ese (que asumiera la presidencia del PJ) es un paso importante. Se abre una discusión interna”.
La presencia de Alberto Balestrini, referente de La Matanza y hombre clave en el armado kirchnerista en los últimos años, en este anuncio también es significativa. Las disputas del peronismo provincial van a tener, sin dudas, muchas aristas. Porque Eduardo Duhalde intentará volver a tallar. Y porque De Narváez, más allá de haber desperonizado la campaña, intentará contener y liderar un bloque de Diputados, donde muchos se sienten peronistas bonaerenses antes que del PRO.

PARTIDOS Y REALIDADES. Es atractivo detenerse en los movimientos del día a día en momentos de giro político como los que se viven. Pero ningún análisis puede prescindir de una visión menos coyuntural. Porque la escasa participación popular en la construcción de los partidos no escapa al peronismo. Funciona el aparato. Algo difícil de definir, pero que es una absorción de las estructuras partidarias a las funciones y los empleos de las intendencias, a los que se suman una serie de programas sociales y también los negocios que surgen de las licitaciones o también el sostenimiento de organizaciones a veces de corte comunitario y otras veces de grupos que manejan actividades marginales.
Es cierto que a todas las fuerzas políticas que están en la gestión les llega el desgaste por el hecho de que el interés social está más centrado en quienes gestionan que en quienes están en la oposición. Pero no menos cierto es que el hábito de confundir la militancia política con el uso de los recursos públicos termina espantando a mucha gente. Que el domingo ganó la derecha –en la provincia de Buenos Aires– puede ser una verdad, pero que la necesidad de que los partidos sean cantera de militantes y de formación de principios ciudadanos no debe quedar sólo para el recuerdo.