Nueve días después de las elecciones de medio término en las que cedió un importante capital político, la presidenta Cristina Fernández ensayó un profundo cambio de Gabinete que deja varios mensajes hacia adentro y hacia afuera. Luego de una tibia gestión al frente del Palacio de Hacienda, Carlos Fernández, será reemplazado por Amado Boudou, un joven economista egresado del CEMA que emprendió un meteórico ascenso en la política y cuenta con el visto bueno de los empresarios pero poco y nada en materia de pergaminos. Se desprende que elevará el perfil del Palacio de Hacienda -para lo que no deberá realizar un esfuerzo sobrehumano- pero, por lo que mostró al frente de la ANSeS, mantendrá el fuerte protagonismo estatal en el impulso de la economía. En el plano político, Aníbal Fernández cosechó las señales de lealtad que sembró durante el conflicto con el campo y la campaña electoral, pero se benefició además por los errores del resto de sus colegas en el Gabinete. Hasta el 28 de junio, Florencio Randazzo sonaba como número puesto para la Jefatura de Gabinete. Pero las cuentas no cerraron en las elecciones legislativas y su estrella se opacó. Algo similar le ocurrió a Sergio Massa, que tenía diferencias con el ex presidente Néstor Kirchner que se terminaron de ahondar luego de que su esposa, Malena, sacara más votos en Tigre que la lista de diputados nacionales del FpV. El recambio de ayer implica también una firme señal para Hugo Moyano. El camionero vio peligrar su liderazgo al frente de la CGT luego del respaldo al oficialismo en la campaña electoral que selló a cal y canto su futuro político. A partir de esta tarde, un hombre de su estrecha confianza, Mariano Recalde, hijo del asesor legal de la CGT, se hará cargo de Aerolíneas Argentinas. Por último, luego de que la oposición reclamara su salida a viva voz, Guillermo Moreno seguirá en el Gobierno, todo un mensaje para quienes en las últimas horas desafiaron su poder.