miércoles, 1 de julio de 2009

Duhalde está de vuelta

Por Susana Viau (Crítica de la Argentina)



El viernes 3, cuando atraviese los controles aduaneros de Ezeiza, Eduardo Duhalde se enfrentará a un país semiparalizado por la peste y a un paisaje político muy distinto del que dejó al viajar a España, hace más de veinte días. La ausencia fue premeditada: no quería ser el blanco de denuncias oficiales ni seguir mirando la espalda que le daba Francisco de Narváez. De todos modos, antes de partir había definido su objetivo y diseñado la estrategia: la primera estación de su hoja de ruta sería lograr la autoconvocatoria del congreso provincial partidario, un trampolín desde el que abordar la conducción del PJ.

A distancia monitoreó el proceso electoral. En él se jugaba el porvenir de su enemigo Kirchner y su posible vuelta al vértice del aparato. El destino personal es apenas un aspecto de la cuestión: el sagaz caudillo peronista, el único que aun relegado a los arrabales del poder sigue sentando presencia, teme que si el PJ no se recompone con rapidez acabe libanizándose. Duhalde es un hombre de estructuras y lo alegró la victoria aplastante de Julio Cobos en Mendoza. Con él a la cabeza del radicalismo, imagina, la cuota de previsibilidad que ofrecen las organizaciones de tipo partido estaría garantizada. La aritmética electoral le hizo ver también que la suma de los votos de los disidentes, del Frente Justicialista para la Victoria y de Aldo Rico, Luis Patti y los Rodríguez Saá hace del justicialismo el 70% del electorado bonaerense. Si ese caudal se amalgama –sin los Kirchner, claro está–, el próximo presidente será peronista.

La jugada implica, en principio, encolumnar a los congresales bonaerenses detrás de la autoconvocatoria. Así, caducarían los mandatos de los actuales representantes y los autoconvocados designarían a sus reemplazantes. Buenos Aires concentra el 40% de los delegados al congreso nacional del justicialismo. Con esa base y una pequeña ayuda de otras provincias, podría llamarse a elecciones internas.

La maniobra no involucra ni a Alberto Balestrini ni a Daniel Scioli: el Consejo del PJ nacional y del provincial no están en la mira. Por ahora.

Mientras tanto, Duhalde observa los movimientos de De Narváez, el candidato que a mitad de camino renegó de su padrinazgo. La cercanía de Duhalde le resultaba conflictiva. De Narváez había olvidado que quizás sin su respaldo tampoco hubiera llegado tan lejos. “Nunca tuve el apoyo explícito de Duhalde”, llegó a decir, aunque Duhalde había colocado a su lado a Alberto Atanasoff, a su mujer Hilda “Chiche” González y a su propio ex yerno, Gustavo Ferri. A último momento, De Narváez quiso reducir el daño y gracias a los buenos oficios de Antonio Arcuri se desplazó a San Vicente. Al arribar, le informaron que Duhalde se había retirado quince minutos antes porque le urgía abordar el avión.

Hoy por hoy, De Narváez se concentrará en profundizar su implantación territorial como aspirante a gobernador. Lo hará lo más lejos posible del barro de la reorganización interna del PJ; Solá, junto a Duhalde, se volcará al armado y la negociación partidaria. La reafirmación de Carlos Reutemann como presidenciable abre incógnitas: ¿cuál será la suerte de Macri?, ¿se decantará el santafesino por De Narváez o tiene in pectore otro nombre para Buenos Aires? Nadie descarta el surgimiento de dos opciones: una del puerto y otra del interior. Para los duhaldistas, el enigma a develar es si el candidato surgirá de lo que decidan los jefes distritales o si, en cambio, será la aparición de una figura nacional el factor que ordene los distritos. Tienen uno más: si con De Narváez ha nacido una estrella de la política, o si ha sido el látigo el instrumento para el castigo que Buenos Aires quiso infligir al patagónico que la sometió durante seis años.

El MPA analizó el resultado electoral

Mientras esperan el regreso de Eduardo Duhalde, sus hombres organizaron una sugestiva “Mesa de análisis poselectoral”. Estuvieron anoche en la sede del Movimiento Productivo Argentino, el think tank del ex gobernador, los economistas Alberto Abad (ex jefe de la AFIP), Aldo Pignanelli (ex titular del Banco Central, en 2002) y el ex ministro de Producción de Córdoba, Esteban Dómina.

Previsiblemente, allí se desgranaron críticas varias al gobierno de los Kirchner, pero amenizadas por un toque académico. “Claramente la Argentina no tiene agenda y el mensaje de la Presidenta no ayuda porque se reafirma en los errores”, consideró Abad. “De estas elecciones no surgió un líder”, agregó en una clara señal al jefe de Unión PRO.

Sobre el rol que ocupará Eduardo Duhalde en el peronismo que viene no quisieron decir palabra, pero se los notaba exultantes. Lo cierto es que si bien consideran a Kirchner como enemigo, no es fácil calificar al ganador del domingo, Francisco de Narváez, como un aliado incondicional.