miércoles, 1 de julio de 2009

¿Para qué sirve el partido?


Por Diego Schurman (Crítica de la Argentina)




Los partidos políticos son hoy una ficción. No respetan ni siquiera una regla mínima de democracia interna como sería que los afiliados elijan a sus candidatos. Al justicialismo le cabe las generales de la ley. La última vez que definió su aspirante a presidente a través del voto fue en 1988, en la recordada puja entre Carlos Menem y Antonio Cafiero.

Por estas horas no son pocos los que manifiestan su deseo de tomar las riendas del PJ. Habrá que recordarles que sin la participación real de los militantes, ponerse el traje de mandamás tiene un peso relativo.

De eso puede dar cuenta Néstor Kirchner, quien dejó la presidencia del partido luego del duro revés electoral del domingo. ¿No debió haber dirimido en el PJ –y no en las legislativas– su interna con Francisco de Narváez? El empresario ahora quiere liderar el peronismo y todos se preguntan para qué. Kirchner tuvo mayor consenso en el PJ mientras no lo condujo y fue desechado por el “aparato bonaerense” siendo su máxima autoridad.

La ficción del PJ reluce en la historia reciente. Los desacuerdos entre la dirigencia dejaron acéfalo el partido desde que Menem dio un paso al costado. Hubo un intento de poner fin al vacío en el recordado congreso de Parque Norte. Lo único limpio que dejó esa cumbre fue “la pelea de alta peluquería” –el textual es de Aníbal Fernández– que protagonizaron Chiche Duhalde y Cristina Kirchner.

El PJ siguió sin rumbo. Para el “mientras tanto”, se inventó una Comisión de Acción Política (CAP), presidida por Eduardo Fellner. No logró su cometido de unificar las distintas corrientes y Eduardo Camaño, entonces presidente del congreso peronista, tomó la posta.

Finalmente, en el 2005 la Justicia Electoral dejó el partido en manos de Ramón Ruiz. A esa altura, Kirchner transitaba la mitad de su gestión, a la que había llegado compitiendo la presidencial con Menem y Adolfo Rodríguez Saá.

La pregunta recurrente. ¿Por qué no fue candidato sólo uno de ellos? ¿Por qué los afiliados no los sometieron a una elección interna? Sencillamente porque Eduardo Duhalde no tenía la más mínima intención de exponer a quien bendijo como su sucesor. Cuando se habla del congreso de Lanús, se habla de aquel ardid.

¿Y las internas abiertas y simultáneas dispuestas por una ley nacional para todos los partidos políticos? Aquella ilusión que nació al calor del “que se vayan todos” duró lo que la luz de un fósforo. Nunca llegó a implementarse. “En un partido tan verticalista como el PJ, el liderazgo se define en una elección legislativa o presidencial” suelen resumir los émulos de Perón para justificar la lasitud de las normas internas.

Con esta concepción del poder, los afiliados quedan imposibilitados de optar entre alternativas de su propio partido debiendo conformarse con el dedazo de la cúpula. Por lo que expresan los máximos dirigentes peronistas, lejos de vislumbrarse un horizonte de cambio se consolida la idea de que la presidencia del partido es un sello de goma.